En la mayoría de los conflictos relacionales cuya resolución se dificulta, observo la misma dinámica: una parte echa la culpa a la otra y viceversa. Pido al lector que piense en una relación que le resulte conflictiva. ¿Ha sentido la necesidad de culpar o ha culpado a esa otra persona?Resulta sumamente tentador echar la culpa al otro cuando algo no anda bien en una relación, ya sea de trabajo, en la familia o con amigos. Esto nos hace sentir inocentes, dueños de la razón y, por lo tanto, triunfantes sobre ese otro “conflictivo”.Ahora bien, este alivio es temporal y sus costos son altos. Por lo general, culpar genera enojo en el otro y desencadena una respuesta de mayor intensidad que provoca la escalada del conflicto.Por otra parte, al culpar constantemente al otro de lo que nos pasa, estamos reconociendo implícitamente que la otra persona tiene poder y nosotros somos víctimas.Esta forma de vivir, desde el papel de víctima, provoca una sensación pesimista, de “no manejo nada en mi vida”, y resulta molesto tanto para quien se siente así como para quien es constantemente acusado.Hoy les propongo, dejar de mirar hacia atrás -culpando- y comenzar a mirar hacia adelante, recuperando nuestro poder para cambiar la situación y mejorarla.Lo opuesto de echar la culpa es asumir la responsabilidad, como dice W. Ury, tener la habilidad de dar una respuesta constructiva.Para lograr este pasaje debemos serenar la actitud hostil y acusatoria. Tratar de comprender a ese otro poniéndonos en su lugar, por más que no coincidamos, simplemente para entender.H.W. Longfellow decía que “si pudiésemos leer la historia secreta de nuestros enemigos encontraríamos en la vida de cada hombre la tristeza y el dolor suficiente como para desarmar cualquier hostilidad”.Ahora bien, a eso debemos acompañarlo asumiendo nuestra parte en el conflicto. Asumir los propios actos, asumir que siempre podemos elegir qué hacer y cómo reaccionar, asumir la vida.Comprenderse a uno mismo, conocerse, aceptarse con las sombras, fracasos y defectos, así como valorando también nuestros puntos fuertes, nos devuelve el poder. Cuando una de las partes en conflicto, asume su responsabilidad, comienza a destrabarse el problema.Son miles de años acostumbrados a responder al impulso constante de querer tener razón y vencer al otro culpándolo. Tomar conciencia de este mecanismo nos permite cambiar, ya que cada vez que se lo reconoce, se debilita.Echar la culpa mina nuestro poder, éste que surge de nuestro interior, de observarnos a nosotros mismos y eso es algo que nadie puede quitarnos, no lo entreguemos. Miremos hacia el futuro y elijamos cómo queremos vivir.Colabora: Valeria [email protected]
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