Qué maravilloso resulta para los ciudadanos ver a los políticos bajarse del pedestal y sentir sus mimos aunque sea por unos días. Ocurre una vez cada dos años y cada cuatro sucede con mayor generosidad, debido a la importancia de los cargos que se juegan. En general, no es una cosa muy relajada una elección, porque más allá de los egos de los candidatos que pretenden transformarse en líderes, los partidos se juegan caja, modelos e ideologías, aunque está claro que casi siempre todos tratan de abuenarse para convencer. Es para la gente una venganza decisiva la de estos días, aunque de corto aliento, ya que cuando los postulantes pasan a ser oficialismo u oposición está probado que van a seguir haciendo su juego.En esta elección en particular, esos parámetros están algo dislocados, ya que más allá de las tensiones de un año demasiado largo, la exasperación por conseguir el gran premio parece estar ganándole la partida a la racionalidad de las propuestas y porque además de los dos protagonistas del ballotage, Mauricio Macri y Daniel Scioli, hay un tercer personaje en discordia que no compite: la presidenta Cristina Fernández. Fue sobre aquel escenario de idilio preelectoral que apareció la famosa “campaña sucia”, con provocaciones que se han metido en todos lados, exageradas por los actores tratando de convencer a la gente que fue el otro quien empezó el juego de la agresividad. La Presidenta acaba de llamarla “campaña cloaca”, declarándose víctima de la hostilidad de los medios.Cualquiera diría que el populismo gobernante es más propenso a armar este tipo de zafarranchos, ya que es bien conocida su pasión maniquea de discriminar entre buenos y malos, pero desde las usinas opositoras también se hizo mucho y mal por enredar la situación y para potenciar esos errores, exagerándolos en la mayor parte de los casos.En tanto, el candidato Macri está muy cómodo tras la seguridad que le dio la primera vuelta y ahora con el estilo gandhiano que perdió su rival, hace verónicas de silencio más que inteligentes ante cada agresión y se asegura que va a sumar a los “sueños” de Martin Luther King, que los asesores creen que generó la ola de octubre, una nueva campaña, la del “y”, que se va a contraponer a la del “o” kirchnerista.Así, se piensa, que el opositor expondrá al Gobierno y sobre todo a Scioli, quien no puede sacar los pies del plato debido a su propio desorden de campaña aunque, de a poco, la haya ido corrigiendo. Su punto más débil es que, como requiere por necesidad mantener el voto de la base kirchnerista, no tiene más remedio que tragar saliva y mandar a terceros a protestar cuando trastabilla porque siente que es presa del “fuego amigo”.En la semana, Silvina Batakis, José Pampuro y Gustavo Marangoni sacaron la cara por Scioli ante los excesos para limar a Macri que, de paso, lo dejaban mal parado a él. También el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey salió a apoyarlo desde la Liga peronista de mandatarios provinciales, primero como crítico de la “campaña sucia” y luego, a la hora de poner reparos hacia la imposición de dos camporistas de élite en la Auditoría General de la Nación, la última tropelía que generó el Gobierno que a su cuero duro le hizo poco y nada, mientras melló un poco más la imagen de razonabilidad que parece haber perdido Scioli.Las huestes kirchneristas están desesperadas por cubrir cargos en todos los niveles por más de un motivo: para cubrir la retirada, en el caso de jueces y fiscales que han buscado sumar con una Ley que fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema, aunque en las provincias se sigue adelante con el copamiento judicial y también, para no dejar a nadie sin un nombramiento en el Estado y con un dinero seguro a fin de mes que ponen todos los demás contribuyentes.Pero, además, se aceleró la cosa para colonizarle la Administración al próximo Presidente y para tener un caballo de Troya a punto para futuros menesteres, el primer gremial, cuando las nuevas autoridades decidan desplazarlos porque no hacen falta y hasta porque no hay lugar dónde ubicarlos. Este mecanismo de condicionamiento es hoy más que habitual en innumerables oficinas del gobierno nacional.Después del escandaloso episodio del Congreso y hacia el fin de la semana, el candidato oficialista logró cierto alivio, incluida la posibilidad de mostrarse con la Presidenta, aunque en un escenario que dejó como imagen su rostro verdaderamente demudado. Fría como el hielo a la hora de marcar distancia, Cristina encabezó el viernes un acto que era solamente suyo y no parte de la campaña sciolista, cosa que dejó bien en claro porque de modo auto referencial utilizó el micrófono para contar únicamente los logros del proyecto.Fue obvio que no tuvo el menor interés de compartir nada con Scioli, mientras bajó línea constante hacia la militancia y de paso hacia “el gobernador”, tal como lo presentó protocolarmente, en relación al modelo, algo ya había comenzado a hacer desde la semana anterior. Dejó la sensación que, para irse por la puerta grande, hasta parece que a ella casi no le importa quién la va a suceder.Lícitamente, el Frente para la Victoria y su conductora han resuelto dos cosas que hacen a un viraje manifiesto de la estrategia electoral, sobre el que no hay constancias de conformidad de parte del candidato, aunque se allanó a algunos cambios: pedirle acción a la gente, caminar la calle y atacar al adversario en lo que se supone son sus flancos débiles.En el primer caso, Cristina mismo lo hizo al solicitarle a “cada ciudadano” y a “ustedes (para que) lleven el mensaje también a cada ciudadano, a cada casa de nuestro país, para que sepan que tenemos que defender nuestros derechos”, lo que derivó en decenas de jóvenes trepados a los colectivos y trenes dando cátedra de kirchnerismo. Y con respecto a Cambiemos, se apuntó como un grave pecado la preferencia que tiene Macri por el mercado, frente al rol casi hegemónico del Estado que defiende al actual esquema de poder.Esta visión es más que controvertida también, porque si bien el péndulo de los años 90 ha retornado estos años hacia la preeminencia del Estado, su expansión desmedida, sumada a muchísimos errores de gestión, lo han transformado hoy en algo fofo que ya no controla nada.Aun sin recordar la participación política de los Kirchner junto a Carlos Menem, lo notable es que al jefe de Gobierno porteño se le endilga no sólo simpatizar con él y hasta con la dictadura militar o ser como la Alianza delaruísta que “se fue en helicóptero”, mientras que verdaderamente quien es hijo de aquella época y tiene un asesor económico que, como su número dos, avaló las escalas de Ganancias de José Luis Machinea es Scioli.Pese a que hasta aquí pueden considerarse éstas casi trivialidades del pasado como discusiones propias de una campaña bien activa y que hay otras dificultades objetivas del momento, como el valor del dólar, una eventual devaluación o el ritmo que habrá de tener el ajuste, la línea más
oscura de aquello que se trata de instalar viró de modo ostensible hacia terrenos más cenagosos, tratando de meterle miedo a los votantes.De esta forma, lo empezó Cristina hace diez días desde la mención de una eventual pérdida de derechos y de inmediato se sumaron ministros y otros políticos oficialistas con manifestaciones sobre las calamidades que le pueden caer al país si Macri llega a la Presidencia, cuya desmesura más patética, luego negada, fue la que se le atribuyó al titular de Salud, Daniel Gollán, sobre el fin de los tratamientos de cáncer.Así, en los ministerios, empresas del Estado y universidades varias se hicieron circular comunicaciones internas destinadas a apretar a los millones de empleados estatales, estudiantes y jubilados diciéndoles que sus puestos de trabajo, las prestaciones o la gratuidad de sus estudios peligraban por el ajuste que habrá de hacer Macri, como si los asesores de Scioli no estuviesen pensando en lo mismo. “Si usted compró algo en cuotas… no vote ajuste… no vote desempleo. Vote en defensa propia”, pregonaba uno de esos panfletos.El razonamiento aludía a los valores que tienen los autos y a todos aquellos que los están pagando en cuotas atadas al valor de un cero kilómetro. El poco tino político de los argumentos, que inclusive desmitificaba aquello de “la industria nacional”, apuntaba a que 70% de los autos tienen piezas o motores que vienen del exterior y que se pagan en dólares, por lo que subirían las cuotas.Lo que no se le comentó a los votantes es que el problema de la hora es el atraso cambiario y que no hay insumos ni piezas por la virtual imposibilidad que tiene el BCRA de seguir entregando reservas, ya que casi no las hay y que para dinamizar el mercado no queda otra cosa que ver cómo se retira de una vez el cepo con el menor costo posible en materia de devaluación del peso.El verdadero nivel de divisas en poder del Central es junto a la inflación y la pobreza, datos estos dos que el Indec disimula o dice que no mide, uno de los fracasos más evidentes de la política económica. Las reservas brutas han caído al nivel más bajo en nueve años y se ha vuelto casi al punto de partida, con un enorme déficit de infraestructura y con un achicamiento notable del comercio exterior, después de haber transitado la Argentina la más vigorosa expansión económica de la historia, con un mundo alineado hacia sus intereses como no lo estaba desde mitad del siglo pasado De ninguno de estos temas habló la Presidenta en ese acto del viernes cuando, frente a Scioli, hizo una encendida defensa del plan económico que ella cree virtuoso por el diseño de Axel Kicillof, a quien no se cansa de alabar, aunque hoy muchos de los países vecinos ejecutan otras políticas mucho más exitosas, por cierto.
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