La sensación de agotamiento inusual que sentía Carla Martínez en sus piernas no fue un impedimento para que con total orgullo camine hacia el escenario mientras portaba el pabellón nacional como abanderada de la Escuela 486 de Colonia Línea Paraná. Sin embargo, dicho síntoma lejos de irse se incrementó y finalizó con un diagnóstico del síndrome Guillain-Barré, lo que amenazó su capacidad para caminar y puso en peligro su año escolar. Pero a poco de cumplirse el primer aniversario de la enfermedad, la adolescente de doce años está cerca de terminar las clases y camina con total normalidad.Pasa que la preocupación de sus padres por el extraño síntoma hizo que la llevaran al médico, porque poco antes de las fiestas a Carla le costaba caminar cada vez más. En Puerto Rico les dijeron que en los análisis no se veía nada, pero el cansancio continuaba. Entonces, sus papás tomaron a Carla y la llevaron al Hospital Madariaga en Posadas, en donde después de una serie de estudios y análisis, finalmente recibió el nombre de todos sus problemas: el síndrome de Guillain–Barré.Esta enfermedad, caracterizada por la incapacidad de sentir calor, dolor y otras sensaciones, desemboca en la parálisis progresiva en los músculos del cuerpo. En el caso de Carla, que solamente tenía afectada sus piernas, fue fundamental el diagnóstico precoz y el tratamiento urgente para que hoy sea una chica normal.Un año turbulentoDespués del diagnóstico, Carla fue perdiendo su capacidad para caminar. Eso hizo que la primera parte del año fuera muy dura porque también debía realizarse con frecuencia tratamientos de masajes y medicamentos diarios. Por otra parte, fueron varios los escollos que debieron pasar: la familia sintió un gran desinterés por parte de los médicos de Puerto Rico y de Acción Social de la Municipalidad de esta localidad, porque se les hizo muy difícil conseguir una ambulancia para el traslado de Carla al hospital, pese a que ella ya no caminaba. Esos días fueron complicados, muchas veces hubo que tomarse colectivo o pedir a algún vecino su auto. Según comentó su familia, no fue hasta que la historia tomó estado público que llegó el interés de las autoridades y junto con eso también la gran solidaridad de los misioneros, que acercaron donaciones en abundancia desde todos los puntos de la provincia. Se levantó en julioDespués de varios meses con el diagnóstico sobre su espalda y el cansancio en las piernas, en el mes de julio Carla empezó a ponerse de pie y a caminar. Con ese ejercicio se comenzaron a ir los dolores y, un tratamiento que debía durar tres años, a pocos días de cumplir el primer aniversario de los primeros síntomas, cumplió su función porque ella se encuentra casi recuperada.A casi un año del inicio de una verdadera pesadilla para esta humilde familia del barrio Fátima, Carla ya camina sola y no falta ningún día a clases, por lo que no perderá el año como se temía en un principio. Se maneja por su cuenta y solamente mantiene su tratamiento kinesiológico de los miércoles en Posadas. Todos los días es trasladada a la escuela por la maestra Mirta y al mediodía la busca su familia, pues la distancia es importante y todavía no la puede hacer solamente caminando. Un año después, el agradecimiento de la familia a la comunidad es inmenso. "La ayuda de la gente fue impresionante, sin la solidaridad de los vecinos, instituciones y tanta gente que no podemos mencionar porque son muchísimos, no podríamos enfrentar esta prueba tan grande que nos puso la vida", dijo la abuela Dora Aguilar, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Tal es su recuperación, que Carla ya regaló su silla de ruedas y espera con ansias su turno con la neuróloga que será en el mes de diciembre mientras disfruta feliz de la recuperación de sus piernas para retomar su vida. La que se retrasó por un rato, pero ella no se entregó por nada y todo parece indicar que está por ganar la batalla a la enfermedad.
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