Teodoro ya no pesca. Al menos no tanto como lo hacía antes, cuando con un “pucho” en la boca se adentraba al mundo de las aguas a practicar uno de los deportes que más le gustaban. Pasa que en ese momento era cuando más fumaba y hoy, a seis meses de haber fumado por última vez, no quiere volver a esos lugares donde muchas veces estaban solos él y el cigarrillo.Teodoro, de 58 años, es uno de los tantos pacientes que pasaron por el Consultorio de Cesación Tabáquica que funciona en el Hospital Madariaga y que encabeza el doctor Sergio Daniel Montenegro para dejar atrás uno de los vicios más comunes y aceptados de estos tiempos que corren. “El tratamiento lo empecé en abril de este año y mi último cigarrillo lo fumé el 21 de mayo. Hacía un buen tiempo que quería dejar pero no podía. Era un vicio, yo probaba y luchaba pero no había caso”, relató Teodoro en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. “Cuando era joven lo dejaba y lo agarraba”Él se enteró del consultorio por el diario y sacó turno para conocer el tratamiento. “Cuando empecé me asusté, como todo lo nuevo a lo que uno se enfrenta. El doctor me hizo análisis, le comenté todo y al segundo día ya me impuso el día que tenía que dejar de fumar. Empecé el tratamiento con las pastillas y seguí todo lo que me recomendó y vi efectos”. Esos efectos de los que habla fueron claros: el 21 de mayo fue la última vez que fumó un cigarrillo. “Fumé desde los 23, comencé de joven; cuando era más chico no fumaba mucho, incluso muchas veces dejaba y después lo agarraba de nuevo, pero de grande ya no lo pude dejar”, explicó Teodoro, un hombre que siempre hizo muchos deportes, con la pesca como su preferido. Llegó a consumir un paquete por día pero “cada vez comenzó a prohibirse más, cada vez había menos lugares para fumar y había que salir afuera. Me sentía acorralado”.Desde ese lejano 21 de mayo, “no agarré nunca más un cigarrillo”. Aseguró que sigue todos los consejos que le dio el doctor y que, algunos días, se acuerda y se le vienen esas ganas de fumar, pero recuerda el trabajo en el consultorio y ni se le cruza por la mente fumarse uno o comprar un paquete. “Hasta el mes pasado había días que tenía ganas de fumar. Me pasaba mucho los viernes y sábados. Incluso al mes y medio de haber dejado tuve la intención de comprarme un paquete, pero no lo hice. A mí me ayudó mucho mi familia que no fuma y el tratamiento del doctor Montenegro. Estoy agradecido al médico porque no sabía más qué método utilizar para dejar”. Es más, Teodoro lo recomendó a todo aquel que se encuentra hoy en la misma situación en la que estaba él. “Ahora me doy cuenta de que es cierto lo que decían del cigarrillo. Yo hace mucho que sabía que no tenía que fumar, pero necesitaba la ayuda del médico”. Esa ayuda que hizo que, desde ese 21 de mayo, tire cada uno de los cigarrillos que tenía en su casa. “Para mí fumar era un placer”Susana Ampo no recuerda algún momento, en los cuarenta años que fumó, en el que haya agarrado un cigarrillo por ansiedad o nervios. Muy por el contrario, lo hacía por placer. “Nunca me propuse dejarlo porque nunca tuve la tos de fumador o la mano amarilla. Se me ocurrió ir al consultorio y probar”, contó Susana a PRIMERA EDICIÓN. Fue una amiga la que le comentó acerca del programa para dejar de fumar que existía en el hospital, pero no le dio más información. Fue ella la que entró en Internet a buscar los detalles del mismo, pidió un turno y comenzó con el programa. “A mí me resultó fácil, no sufrí ansiedad, ni abstinencia. A través del programa se tratan de establecer las tres relaciones que tiene el cuerpo con el tabaco: la química, la psicológica y el hábito. Para la parte química me recetó un antidepresivo que tomé durante dos meses y fui bajando la dosis. En septiembre recibí el alta”, aseguró. Su último cigarrillo lo fumó el 11 de julio, después de más de cuarenta años de una relación viciosa con el tabaco. “Comencé como casi todos, cuando tenía 16 o 17 años, estaba en Buenos Aires en la secundaria con mis compañeros. Pero nunca fumé en la pieza o en el auto y jamás pasé de un paquete por día. Hasta ahora me pasa como que tengo la sensación de que me falta algo, y tomo conciencia de que es el cigarrillo. Cuando me doy cuenta, se me pasa. Y a veces, cuando estoy con personas que fuman, hago un esfuerzo pero nunca más pedí una pitada”. Hoy, de alta y lejos de los cigarrillos, “lo recomiendo a todo aquel que necesite dejar de fumar. Yo estoy contenta por los resultados y muy agradecida al doctor”, finalizó. La historia de Juan PabloLa paternidad, a Juan Pablo Tschopp, le vino bien. Cuando nació su bebé, se replanteó muchas cosas y una de ellas fue la relación que tenía con el cigarrillo. Las consecuencias que podía sufrir el bebé hacían que cada vez fume menos y se comience a alejar de esa necesidad de fumar. Además, apareció una publicación en el diario del mes de julio, donde en una convención de médicos hacían referencia sobre las consultas por enfermedades respiratorias. De ellas, el 80% pertenecían a fumadores que, en varios casos, terminaban internados. Y Gastón Pauls, el reconocido actor nacional, con su llegada a Misiones también le abrió los ojos. “Pauls comentó la adicción que tenía y cómo necesitó a una persona que lo guíe. Me di cuenta que a mí me pasaba lo mismo”, dijo a PRIMERA EDICIÓN. Entonces, un amigo suyo doctor fue quien le sacó el turno en el Consultorio de Cesación Tabáquica del Madariaga y comenzó el tratamiento. “Ya había intentado dejar varias, pero necesitaba que alguien más me diga lo que yo ya sabía”. Con 36 años, fumaba un paquete por día desde los 18, pero “en los últimos años no le prestaba atención. Fui padre y eso también hace que uno se replantee varias cosas”. Está en las etapas finales del tratamiento y “desde el famoso Día D, que en mi caso fue el 1 de septiembre, no agarré nunca más un cigarrillo”. “¿Querés dejar de fumar?”Esa fue la pregunta que se respondió Daniela Rosato, de 42 años, después de pasar por varios doctores. Pasa que el consumo de cigarrillo estaba afectando a su salud, y debió visitar al cardiólogo, que después la derivó a un médico clínico que le mandó a hacer una espirometría y una radiografía de tórax. Las consultas derivaron en una neumonóloga. “Fue ella la que vio en el sistema cuánto fumaba, eran treinta cigarrillos por día y me preguntó si quería dejar de fumar&rdq
uo;, aseguró en diálogo con este Diario. La respuesta fue clara. “Dije que sí. Me avisó del consultorio del doctor Montenegro y fui a sacar turno, para mi sorpresa me dieron para el otro día”, continuó. No le dieron tiempo a dudar. “Cuando fui al turno me hicieron una encuesta, me preguntaron de todo: la importancia del cigarrillo en mi vida y los lugares que ocupaba”. Esa respuesta fue cruda. Rosana fumaba entre 25 y 30 cigarrillos por día y lo hizo durante 25 años. Había empezado con 17 años, con sus amigos en la secundaria, pero el vicio se asentó en la facultad, con sus compañeros en esas reuniones a estudiar. “El doctor Montenegro me dijo que es una de las adicciones más fuerte y es mucho peor dejarlo. Me contó las consecuencias y me dio la seguridad de que todo su equipo y él me iban a ayudar”. El tratamiento comenzó a rendir sus frutos. El 6 de junio fue la última vez que Rosana fumó un cigarrillo. “Me encontré con olores, perfumes y sabores que nunca había sentido. Me recordó mucho a mi infancia, me di cuenta de ciertos olores que me traían recuerdos. Vi la cantidad de tiempo que usaba por cada cigarrillo que fumaba, perdía dos horas y media por día”, reconoció. “Me sentía discriminada”En su familia todos fumaban. Su papá debió dejar por un cáncer, su mamá lo dejó al poco tiempo, pero ella y sus hermanos continuaron. “En la familia de mi marido todos me decían que deje de fumar. Yo me sentía discriminada porque cada vez que prendía uno tenía que salir de la sala en la que estaba y me perdía de compartir con mi gente. Hoy puedo decir que recuperé ese tiempo, y las razones para dejar de fumar son muchas más. Pero la principal es querer tener una buena salud, vivir bien o por lo menos respirar bien el resto de tu vida. Hay que estar dispuesto, yo lo recomiendo”, cerró. María Inés Dikun, por su parte, contó a PRIMERA EDICIÓN que dejó el cigarrillo porque le incomodaba tener que estar dependiendo del “pucho”. María Inés había fumado durante veinte años y, para hacerlo diariamente, tenía que cortar todas sus actividades. Razón suficiente. Pasó por el consultorio y no volvió a fumar desde entonces, contó con entusiasmo. El tratamiento en el hospitalCinco meses pasaron desde que comenzó a funcionar el Consultorio de Cesación Tabáquica del Madariaga. Durante este tiempo, en total 84 personas pasaron por él y 30 ya han logrado el alta mientras que otras 26 están en proceso de abandonar el cigarrillo. El resto se encuentra en etapas iniciales del tratamiento que dura tres meses y es gratuito.Durante el transcurso se desarrollan una serie de estrategias para generar hábitos y nuevas conductas que reemplacen al cigarrillo. Paralelamente se realiza un tratamiento farmacológico que disminuye los deseos de fumar. Para esto hay distintas opciones que serán propuestas por el equipo médico según cada caso. En la primera consulta se fija el “día D”, que es el día en que la persona dejará de fumar. “Elegir un día D es una forma de sacarle ese miedo que todos tienen, la sensación de que se termina el mundo porque van a dejar de fumar, porque sienten que se quedan sin su compañero, pero no será así”, contó el médico a cargo del consultorio Sergio Daniel Montenegro. Estrategias de ayuda En la segunda consulta se detectan estas situaciones gatillo y se idean, una por una las estrategias para afrontarlas. “Si la persona fuma cuando toma mate o café, por ejemplo, se le pide que no consuma esas infusiones por un tiempo, porque le hacen recordar al cigarrillo y le generan esas ganas de fumar”, explicó. A los 35 días de la primera consulta, la persona empezó sus primeros días de cesación, es decir que no está fumando. “Se va controlando, se van agregando estrategias para controlar los deseos de fumar hasta que llega un momento que no tiene tantas ganas, aprendió a analizar las situaciones. Entonces se le da de alta. Les tomamos los datos de contacto para hacer el seguimiento tres meses después”, finalizó Montenegro.
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