A veces pensamos que nos faltan muchas cosas para alcanzar nuestras metas, donde creemos que encontraremos la felicidad. Cuando somos jóvenes pensamos que la vida pasa tan despacio y tenemos urgencia en crecer. Lo contrario le ocurre a esa persona que ha vivido muchas situaciones y llega a su vejez con la sensación de que le han quedado muchas cosas por cumplir. Esa persona mira a su alrededor cómo va pasando la vida a un ritmo vertiginoso y sus sueños van careciendo del tiempo necesario para que se concreten. Siempre tendremos la sensación que pareciera que nos falta un poco para algo, fuera cual fuese la situación que estamos atravesando, siempre nos faltará un poco para llegar a cualquier parte. Pero encontrar la felicidad no depende en alcanzar ese “poco” que nos falta. Aunque suene contradictorio, podemos ser felices cuando expresamos nuestros deseos y buenas intenciones. Podríamos comenzar con dar a esas personas un poco de lo bueno que tenemos, expresado en nuestras buenas acciones, esto se transformaría en encontrar nuestro bienestar en la felicidad de las personas que están a nuestro alrededor. No debemos hacer mucho, sólo un poco de lo que tenemos dentro, eso no sólo cambiaría nuestra perspectiva de vida sino más aún.Podemos comenzar con una simple sonrisa a esa persona que nos abre la puerta o que maneja ese colectivo que nos llevará a destino. Un simple saludo de agradecimiento al que nos abre la puerta o detiene el ascensor por un momento. En dejar salir, de vez en cuando, al niño que llevamos dentro para detenernos por un momento y apreciar las cosas simples y bellas, que muchas veces nuestra vida de adulto no nos deja ver. Porque los niños tienen la respuesta de cómo se ama de verdad, porque detrás de su inocencia se encuentra esa felicidad carente de estrés o envidias, y que sólo desea soñar y jugar. No nos vendría mal una pequeña charla con nuestras mascotas o plantas, hasta se podría decir que esa práctica nos vendría mejor que recostarnos sobre un diván durante el turno de una hora. Por un rato subir el volumen de la radio, y subiendo al escenario de nuestra imaginación seremos por un momento las estrellas que mejor interpretan esa canción. Tomarnos el tiempo para pasar por la casa de nuestros padres, no sólo para saludarlos y preguntarles como están sino también para sentir las arrugas y la suavidad de sus manos, el olor del almuerzo en la cocina o las frías prendas mojadas sobre el tendal. Sacarnos por un momento los zapatos y sentir la tierra del patio y aferrarnos por un momento a la rama de ese viejo árbol con intenciones de trepar. Cuando estemos en compañía de nuestra pareja buscar el refugio de sus brazos y verla por un momento con la inocencia del primer amor. Soñar desde la cama en un futuro cargado de besos, caricias, un montón de niños que entusiasman esa ilusión. Con el solo hecho de poner un poco de sinceridad en una mirada, no necesitaríamos muchas palabras para convencer. Si pudiéramos por las noches desplegar el amor bajo las sábanas en busca de que se concrete esa unión completa entre dos cuerpos y no consumar una relación que se convertirá en algo superfluo, básico y carente de espíritu. Si sólo ponemos un poco de entrega al besar una boca y acariciar la suave piel de nuestra pareja y con en simple roce no sólo acariciaríamos su cuerpo sino que ella sentiría que le tocamos el alma. En nuestra vida sólo falta apreciar un poco más el presente y la compañía de quien nos ama, el canto de los pájaros, un ocaso y las estrellas. Cosas simples que nos harán amar y disfrutar lo hermoso que es la vida, si nos entregamos a ella un poco más. Por Raúl [email protected]
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