Llegó al poder con la promesa de un cambio, de terminar con los vicios de doce años de kirchnerismo y con un alto nivel de consenso respecto a los políticas a instrumentar. También con muchas promesas.El dinamismo que le imprimió a su gestión los primeros días pareció apuntar a un gobierno con iniciativa y decisión. Sin embargo, a poco de andar, comenzaron a plasmarse una serie de particularidades que preanuncian tiempos delicados.Macri llegó al poder con poco margen político y mucho poder territorial: La Nación, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma. Ganó por pocos votos, con una alianza cuyo futuro dependerá de su diplomacia y con el Congreso en contra. En ese marco, recurrió a los decretos como herramienta de gestión y eludió convocar a sesiones extraordinarias. Su principal objetivo fue desarmar el andamiaje construido durante doce años y corregir los desequilibrios institucionales del kirchnerismo.Todo gobierno que asume cuenta con un crédito para tomar medidas. Muchos lo ubican, temporalmente, en los famosos primeros “cien días”.Pero Macri tiene un estilo particular y costumbres que, evidentemente, no piensa cambiar. Quienes lo conocen dicen que él “no negocia sus vacaciones”. Durante sus mandatos en la Ciudad cumplió religiosamente este principio, por lo que fue duramente cuestionado. Ahora, como Presidente, los mantiene sin medir, quizás, que sus obligaciones implican un cambio también en sus costumbres.Hasta el 3 de enero, Macri habrá gobernado 24 días. De ellos once se los pasó de vacaciones. Una clara señal negativa para la dimensión del trabajo a realizar.Si bien las interrumpió por unas horas, para recorrer las zonas inundadas del Litoral, sacarse fotos y anunciar ayuda, esa actitud contrasta con la gravedad de los problemas a enfrentar. Las fotos con su familia en ese paraíso o celebrando el Año Nuevo contrastan con las de miles de inundados, miles de ciudadanos sin electricidad, las de la búsqueda de los prófugos del triple crimen de General Rodríguez o el escándalo en la Legislatura bonaerense, y dejan abiertas las puertas para que sus opositores, principalmente el kirchnerismo, copen la escena.“Tenemos que estar contentos, llega un nuevo año y hay tanto por hacer. Construir lo que no hay, mejorar lo que existe, levantar lo que está caído, arreglar lo roto, limpiar lo sucio, ayudar a los que necesitan ayuda y ayudarnos entre todos a estar cerca cada día mejor, avanzar hacia el futuro con el entusiasmo”. Ese fue el mensaje que por Twitter envió a la Nación. Un rosario de buenas intenciones que chocan con el escenario político al que decidió enfrentar con decretos.Macri tuvo gestos valorables y tomó muchas medidas, la mayoría por decreto. Recibió a sus oponentes electorales en la Rosada y a los 24 mandatarios provinciales en Olivos; anunció el relanzamiento de la Unidad Amia, el fin de las retenciones agropecuarias e industriales, de las DJAI y del cepo cambiario; terminó con el Memorando con Irán; declaró las emergencias energética, en seguridad y estadística; inició conversaciones con los holdouts y revisó contrataciones dudosas en el Estado. Anunció la suspensión del Código Procesal Penal y creó el Ente Nacional de Comunicaciones, que disolvió a la Afsca y la Aftic. Pero también cometió errores. El intento de nombrar por decreto a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia sin consultarlo siquiera con sus socios del radicalismo o la Coalición Cívica fue el más grave. La prioridad con la que tomó sus decisiones amenaza con amalgamar a la oposición con el malhumor social.Al eliminar retenciones, Macri transfirió miles de millones de dólares al sector empresario. El anuncio del tarifazo que se producirá en las próximas semanas, aunque ayudará a normalizar la crisis en el sector, apunta en el mismo sentido. Esas medidas fueron adoptadas rápidamente, por decreto. En el PRO, entendieron que eran prioritarias.Las políticas para el sector trabajador, en cambio, van por el carril lento. El consuelo de la extensión por unos días del programa Precios Cuidados, la quita de Ganancias para los aguinaldos de sueldos menores a 30 mil pesos o los 400 pesos extras para beneficiarios de planes sociales y jubilados fueron gotas de agua en el desierto y ya habían sido tomadas antes por Cristina Fernández.Macri anunció que el tema del Impuesto a las Ganancias se tratará en el Congreso, aunque hubiera alcanzado otro decreto para mejorar esa situación hasta que se sancione una nueva ley. La idea de alcanzar un acuerdo social también se analizará en el futuro. Un bono para fin de año que beneficie a los trabajadores, quedó en la nada. Las prioridades están claras.Horas antes de iniciar sus vacaciones, Macri tuvo que leer titulares de “represión” por la protesta de trabajadores de Cresta Roja. La reacción, hablar de un “protocolo para las protestas sociales”.Pero mientras el Presidente estaba en Villa la Angostura, en el país ocurrían hechos graves. A las pocas horas, se fugaron Cristian y Martín Lanatta y Víctor Schillaci, condenados por el denominado triple crimen de General Rodríguez. Luego, en vísperas de Año Nuevo, balearon a policías y se burlaron de las nuevas autoridades provinciales.Las inundaciones afectaron a decenas de miles de personas en el Litoral y, en la zona Metropolitana, otras tantas se quedaban sin luz. Mientras tanto, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, trabaja en el aumento de las tarifas energéticas.A los inundados, Macri les dice que “no están solos”. A los que pagarán más caro la luz y el gas, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, los consuela: “Una factura que se pagaba 150 pesos y pasa a 350 pesos son 200 pesos, que es también igual a dos taxis o dos pizzas”. En este marco, el receso estival será clave para las políticas que adopte el macrismo ante el malhumor que generarán los aumentos y la inflación. Su principal desafío será lograr los consensos necesarios en el Congreso para que su gestión no se vea obstruida y no deba gobernar por decretos. Lo que le ocurrió a María Eugenia Vidal en su Legislatura, donde el kirchnerismo no le aprobó el Presupuesto y la obligó, también, a recurrir a los decretos, es una muestra de lo que podría pasar a nivel nacional. El kirchnerismo, que dejó un campo minado a todo nivel, intenta convertirse en garantía de legalidad y en el centro de la oposición.Si Macri no convoca a sesiones extraordinarias, le quedarán 60 días para alcanzar acuerdos mínimos.En Diputados, si funcionan como un solo bloque, los miembros del PRO, la UCR y la CC llegan a 91. El Frente para la Victoria y sus aliados, a 117. En ese marco, los peronistas no K (massistas entre otros) son 36. En el Senado, Cambiemos reúne a 15, mientras que el FPV 43 y los disidentes, 9. Habrá que ver si el kirchnerismo mantiene la unidad del bloque y si el macrismo logra sumar voluntades con métodos que no recuerden a las viejas prácticas clientelares. Con su sinceridad callejera, el sindicalista Luis Barrionuevo evaluó: “Macri es muy personalista,
el PRO es una empresa”. El Presidente deberá demostrar en los próximos meses que eso no es así.Por: Ernesto Julio Behrensen – Especial para DyN
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