Las promesas de una recuperación del federalismo en base a medidas como la rediscusión de la coparticipación federal de impuestos, en crisis desde hace veinte años, o la aplicación de fuertes inversiones en infraestructura en las provincias del NEA y NOA, generan expectativas positivas.La realidad de los hechos diarios, no obstante, manda ser prudentes, ya que la maduración de los grandes proyectos de infraestructura, como ya ocurrió con el promocionado Gasoducto del Noreste; no necesariamente guarda relación con las urgencias de la gente que vive el día a día.Sucede muchas veces que, mientras en los discursos se reconoce el derecho de la región a una "reparación histórica", debido a recientes inequidades, o antiguas postergaciones y asimetrías generadas por políticas nacionales centralistas; a la hora de compensar esto con mejoras puntuales y relativamente sencillas de aplicar, todo parece más difícil de lo esperado. Esta paradoja que perpetúa en los hechos las asimetrías que se dice que se quieren remover, por ejemplo en el caso de las políticas diferenciadas en términos impositivos, por las que infructuosamente vienen bregando los pequeños y medianos productores y comerciantes del Norte Grande, tiene una contundente expresión en el precio de los combustibles.El reciente aumento de 6% en el precio de las naftas, que se repetiría en junio próximo, "amplió la brecha de precios entre Capital y NEA-NOA (del orden de los 3 pesos) y entre esta última región y las provincias patagónicas", según advirtió el jueves el sitio Región Norte Grande."La diferencia de lo que paga un barilochense respecto a un formoseño, un chaqueño, un correntino o un misionero, es del 50,65%", indica el informe. La injusticia no es nueva, pero su reiteración en un nuevo escenario de expectativas agrava una ya pesada carga para la región.
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