Devaluación, inflación, poder adquisitivo, paritarias, pérdida del salario real. Términos y conceptos que se volvieron el eje del debate público en los últimos dos meses. Todo comenzó después que se supo quién habría de ser el nuevo presidente de los argentinos. Pasó todo muy rápido, los cambios se sucedieron de forma vertiginosa y cuando apenas comenzaba a plantearse una discusión, emergía otra. Pero sin dudas, la que primero nos alcanzó fue la suba de precios. Escaparon a campo traviesa, quieren hacerlos volver, pero los que los soltaron prefieren que corran en libertad. A sabiendas de que debían entregar el poder el 10 de diciembre, el gobierno kirchnerista dejó de controlar. Para fines de noviembre las listas llegaron con incrementos de hasta 15%. Con la anunciada depreciación del peso, los empresarios y formadores de precios comenzaron a diagramar subas que se equipararan con la supuesta suba del dólar a 16 pesos, caso que en realidad llegó a 14 y hasta bajó 40 centavos. Pero como indica la historia económica argentina, como una ley de Newton a la inversa, todo lo que sube no baja. Y así llegamos a enero, que sumando los once meses de administración kirchnerista, más los 50 y pico de días del gobierno de Mauricio Macri, la inflación llegó a un 38% anual. Respecto a las responsabilidades que le cabe a cada uno, es sabido que la inflación es un problema que se arrastra desde hace años. Las políticas del kirchnerismo no pudieron frenarla y sobre todo la empeoraron. Una de las reglas básicas de la economía detalla que la emisión monetaria genera suba de precios. A mayor abundancia de pesos en plaza, mayor es la suba, porque justamente hay mucho billete circulante. El Gobierno anterior imprimió billetes sin respaldo para impulsar el consumo interno, que sin dudas movió a las Pymes, mantuvo y generó empleos, pero generó una inestable bola de nieve de precios siempre en alza. El año electoral también impulsó a la anterior administración a inflar el gasto público, por encima de lo que el Estado podía recaudar. Hicieron andar las máquinas impresoras de la ex Ciccone, devenida en empresa estatal tras el escándalo de Boudou. Fue efectivo en un aspecto, pero generó desequilibrios. Se pueden herir susceptibilidades y la comparación puede ser odiosa pero así como la economía de Menem fue popular por el 1 a 1, terminó alimentando a un monstruo financiero. El kirchnerismo usó métodos que en la práctica fueron similares. Apostó al presente, hizo remiendos que le permitieron tirar la pelota hacia adelante. La herencia le pudo haber tocado a Daniel Scioli, pero como buen compañero nunca hubiera acusado a Cristina Kirchner de lo que le dejó. Y de hecho, en el tramo final de la campaña reconoció que había problemas, y se animaba al desafío de arreglarlo, yendo despacio. Su contrincante prefirió el método directo. El arribo de Macri a la Rosada estuvo cargado de acusaciones acerca de su perfil de liberalista económico, pro mercado. Un empresario devenido a político que encantó por su perfil de responsabilidad, austeridad y seriedad. Y “siendo del palo”, sus colegas empresarios entendieron que sin el kirchnerismo enfrente, el Estado no saldría a correrlos con leyes ni decretos para frenar la libre actividad económica. Y lo primero que hicieron fue aumentar su rentabilidad, subieron los precios de la producción, a una sociedad que ya desde hace años venía cansada de los incrementos, que ni siquiera con las paritarias anteriores pudieron acercarse debido al galopar de la remarcación. Expusieron sus razones, fueron para adelante y dejaron que el problema político y social lo solucione la Casa Rosada.Cuántas veces hemos escuchado que la inclusión social que pregonó el kirchnerismo era una falacia. Porque ayudaban a las clases más bajas con asistencia económica, pero no solucionaban la inflación, dejándolos siempre en un limbo espeso del que nunca pudieron saltar. Todo en medio de ese relato de salida de la pobreza, que dejaron de medirla, porque como dijo Áxel Kicillof, no querían estigmatizarlos al medirlos como pobres. Se podrá argumentar a favor que se implementó el Plan Precios Cuidados. Pero en el peor de los casos, fue bajo amenazas del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que llegó a copar supermercados con “la patota del Indec” cuando los dueños se animaban a subir los precios. Y también ofreciendo a los empresarios algo a cambio para que mantuvieran los precios bajos.Si a la gente le salía más barato comprar productos de Precios Cuidados, era porque el Gobierno usaba sus recursos financieros e impositivos para que así sucediera. Ya en el siglo XVIII lo había dicho Adam Smith: “No es por la bondad del carnicero, del cervecero o del panadero que podemos contar con la cena de hoy, sino por su propio interés”. Nada es gratis, todo viene pagado de algún lugar. Si el Gobierno hubiera sido más eficaz con la inflación, como los demás países de la región, no debería haber destinado recursos que pudieron haber sido usados en otra cosa, para sostener el valor de los artículos. Y la pelota la recibió Mauricio Macri, quien apenas la pudo parar antes de que se le fuera por la línea de cal. Y cinco días después de asumir, durante el cierre de la Conferencia Anual de la Unión Industrial Argentina (UIA), lanzó lo que pudo haberse leído como una amenaza a los líderes empresarios: “Por más que no tenemos ningún (Guillermo) Moreno ni lo vamos a tener, como Gobierno tenemos los instrumentos necesarios para corregir cualquier abuso que tengamos en términos de precios”. “Conozco quién es quién”, les advirtió desde su experiencia en ese sector al que accedió de la mano de su padre. Y por aquellos días se hablaba de retrotraer los precios al 30 de noviembre, pero los industriales salieron al cruce. “Es imposible”. Tema cerrado y olvidado. Entonces uno se pregunta en qué quedaron esas palabras, porque, está bien, el que quería dólares para viajar los consiguió sin problemas, las economías regionales y los propios industriales quedaron liberados de las retenciones y las empresas consiguieron autorización para importar productos y bienes de capital (no en sectores sensibles de la economía), pero ¿y los precios? Hoy no hay una referencia acerca de hasta cuánto se puede cobrar algo. Por ahora no hay nadie que salga a poner un freno a la especulación. Quedamos liberados (o presos) a la ley de oferta y demanda: Si lo puede pagar…, sino, bueno, no lo lleve. El presidente y su equipo habla de un llamado al “pacto social económico”, que se llevaría a cabo en febrero, con los sindicatos y empresarios. Pero Hugo Moyano, el líder de la CGT Azopardo salió a criticar la iniciativa: “Las primeras medidas económicas no parecen ayudar a un verdadero pacto social”, dijo el gremialista. Criticó la “explosión” de precios y l
as palabras del ministro de Economía Alfonso Prat Gay, cuando dijo que los gremios debían ser cuidadosos en el reclamo de paritarias, “hay que ver hasta donde arriesgan salarios por empleo”. En los últimos días Macri refrendó esas palabras. El plan económico del Gobierno plantea una inflación de hasta 25% en 2016 y reducirla a un dígito hacia 2019. Pero esos números fueron contestados por bancos y consultoras que proyectaron cifras de entre 30 y 38% para este año. En medio de ese cruce estadístico, todos los sindicatos se preparan para paritarias con pedidos de entre 30 y 40% de suba salarial y en algunos casos piden hasta una revisión semestral. Lo cierto es que en este último mes, el costo de la suba de los artículos lo pagó el asalariado, que ya viene corriendo de atrás a su poder adquisitivo. Si las discusiones paritarias durante el kirchnerismo fueron duras con una inflación anual de casi el 30%, las que vienen estarán para alquilar balcones. Será una verdadera batalla. El Gobierno busca que confíen en el plan, se está animando a sincerar los números estadísticos como lo prometieron en campaña. Hay que ver cuál será el rol de los gremios, que hasta el año pasado estaban divididos y ahora amagan con formar un poderoso frente único. En 2014 muchos vaticinaban un dólar a 20 pesos, una inflación peor de la que fue y un estallido social. Nada de eso pasó y Cristina Kirchner se encargó de hacer notar que sólo fueron operaciones de los que querían que su gobierno estallara por los aires. Mauricio Macri está en una situación similar, los gremios no quieren hacer futurología y quieren asegurar números que se asemejen a la proyección más pesimista. Una vez que pase la negociación y cierren las paritarias, el presidente tendrá la oportunidad de dar un fuerte golpe político sobre la mesa si su equipo económico cierra el año con una inflación de 25%. La oposición se frota las manos. Espera que la situación no mejore, para que sirva como otra de las bases para ir construyendo peso electoral para el 2017 y el 2019. Lamentablemente la política vernácula es así. En el medio de la disputa queda la Argentina. El gobierno de Macri recién comenzó, necesita más tiempo para acomodarse y desandar su proyecto que se resumía en la frase: “cada día vamos a estar un poco mejor”. Que así sea, pero no hay que dejar de ver a las clases más bajas, a los millones de necesitados que el kirchnerismo hizo cambiar de manos el 10 de diciembre y que en apenas 50 días, con estos precios, está inclusive aún más pobres. Colaboración: Lic. Hernán Centurión
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