Cultivar una huerta en casa implica un conjunto de saberes: ¿qué y cómo plantar?, ¿cuándo sembrar?, ¿cómo cuidarla?. Y si se cultivan o prosperan espontáneamente plantas medicinales, ¿qué usos se le puede dar?.Estos conocimientos pueden venir de tradiciones familiares o bien, adquirirse con otras fuentes de información -como cursos, revistas y libros de plantas medicinales.La bióloga Violeta Furlan, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba buscó conocer cómo operan estos saberes y cuáles son los “caminos” de las plantas. También conocer cuáles son las rutas de adquisición e intercambios de las plantas medicinales que se consumen cotidianamente en el mate, tereré, infusiones, o aquellas que se emplean en ocasiones particulares.En esta ciudad, en que confluyen distintas culturas es bastante común tener un huerto en casa. A pesar de la escasez de agua en épocas de pocas lluvias, situación que no ayuda a sostener los cultivos, “para las familias es una actividad corriente”, indicó a PRIMERA EDICIÓN Norma Hilgert, doctora en Ciencias Biológicas y directora de tesis de Furlan. La investigación forma parte de grupo de Etnobiología del Instituto de Biología Subtropical del nodo Iguazú (IBS-Unam/Conicet), con codirección de la doctora María Lelia Pochettino, antropóloga de la Universidad de La Plata. Participa como investigadora asociada la antropóloga Monika Kujawska, de la Facultad de Antropología en la Universidad de Wroclaw, Polonia. Del campo a la ciudad“Encontramos que tanto en el campo como en la ciudad hay un repertorio compartido de plantas que la gente usa en curaciones caseras, disponibles principalmente en huertos y patios cercanos a las casas, y que prefiere utilizar plantas medicinales frescas”, explicó Furlan.Además, indicó que “cuando las familias se trasladan a la ciudad, tratan de instalar huertos similares a los que dejaron atrás”. Llevan consigo parte de sus plantas curativas o vuelven al campo a buscar entre sus familiares o amigos semillas o plantines. “Trazan así un circuito que, además de enriquecer los huertos, fortalece los vínculos locales y la soberanía familiar”, resaltó.La botánica de los pueblosHilgert señaló que el abordaje es “desde la etnobotánica, que es la botánica de los pueblos” y que desde esa perspectiva se busca “reconocer y aprender sobre los conocimientos locales que pueden ser tradicionales o modernos porque en las ciudades se juntan distintas corrientes culturales”. Entonces indagan sobre “cuáles son las vías de transmisión, de dónde vienen los recursos que la gente tiene, porque al estudiar el camino de las plantas, uno entiende las dinámicas de intercambio de conocimiento y de recursos”, explicó.Asimismo indicó que “nuestra mirada no se propone poner a prueba si los usos que se dan localmente tienen una acción farmacológica demostrada, sino que queremos saber cómo operan esos saberes y usos”, indicó Hilgert. “Consideramos que es una herramienta muy valiosa para aprender de ellos y entender los conceptos de salud, por ejemplo. Cuando uno ve cómo se usan los recursos y ante qué situaciones se decide usar una medicación u otra, uno no solo ve qué remedio están usando sino también cómo conciben la enfermedad”, añadió.El relevamientoPara conocer la presencia y características de los huertos en la ciudad, Violeta Furlan recorrió todos los barrios de Puerto Iguazú. Entrevistó a veinte familias por barrio para conocer si en sus casas había algún tipo de actividad de cultivo. Relevó 380 familias en total. Por medio de un mapa satelital seleccionó terrenos y arribó a la conclusión de que “cuando la propiedad de la casa tiene 450 metros cuadrados para arriba es más probable tener un huerto”. Si bien no se establece una dirección causal directa entre tamaño de terreno y presencia de huerto, sí se encuentra “una relación entre la superficie del espacio y la mayor probabilidad de que haya un huertito en el terreno”, indicó Hilgert.En función de estos elementos, Furlan eligió barrios en donde la superficie de las casas estén dentro de ese rango, entre ellos, barrios más urbanizados -cercanos al centro- y suburbanos, como el caso de las Dos Mil Hectáreas.“Es una región suburbana relativamente reciente, entonces es casi un espacio rural”, indicó. Esta zona puede definirse como “un sitio donde la ciudad llega al campo y el campo llega a la ciudad” entonces convergen productos y saberes tradicionales y autóctonos y también los modernos. Estrategia “anti-dengue”En un contexto de emergencia sanitaria a causa del dengue, el municipio de Iguazú, al igual que muchos otros en Misiones, resolvió multar a los vecinos que no mantengan sus patios y terrenos limpios.Entonces el huerto familiar puede cobrar otro valor: “nosotros no podemos afirmar que teniendo huertos habrá menos mosquitos, lo que sí sabemos es que cuando la gente ocupa sus espacios con huertos los tiene más organizados entonces hay menos probabilidad de acumular cacharros, basura en el patio”, indicó Hilgert.“Entonces fomentar esos espacios sería mucho más amigable que prohibir tener mugre”, consideró.La falta de agua, un factor que tira en contra“Muchas veces los espacios verdes no son productivos en Iguazú porque hay problemas con la disponibilidad y provisión de agua. “Es un problema porque Iguazú es húmedo pero hay períodos en que dos semanas no llueve y como el suelo no retiene mucho el agua se mueren todas las plantas”, indicó Hilgert. Si bien este y otros factores “no contribuyen a que los huertos estén más presentes todavía”, resaltó que “el sustrato cultural es favorable porque la gente ve como algo habitual tener un huerto en casa”.
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