En natación, más allá de los contrincantes, el mayor enfrentamiento del nadador es consigo mismo. Contra el tiempo. Contra el reloj.Sebastián era todavía un niño cuando debió asimilarlo. Pero al reloj le sumó también otro desafío: su propio cuerpo. Desde el primer día de su vida debió llevar esa carga sobre sus espaldas. Pero tamaño peso no lo hundió, sino que lo sacó a flote.“Sin la natación, no soy yo. El deporte es mi estilo de vida”, le dice Sebastián Méndez Brandt a DE PRIMERA. Tiene doce años y es parte del equipo de competición del Club Capri de Posadas.Se trata de una realidad que parecía inimaginable aquel miércoles 4 de febrero de 2004, cuando Víctor Hugo y Liliana, sus padres, recibieron el diagnóstico: su primer y único hijo había nacido con hipotonía, una patología que afecta el desarrollo de los músculos. Pero pese a todos los pronósticos, Seba siguió adelante y escribió año tras año, práctica tras práctica, una historia esperanzadora y digna de contar: hoy casi no quedan rastros de ese pasado y se avizora un futuro interesante dentro de la natación regional. La primera prueba“Se llama hipotonía y más o menos sé lo que es. Pasa por problemas de parto y, cuando salís, te falta el aire y tenés poca musculación. Y eso te complica hasta el habla, porque la lengua también es un músculo”. Esa es la propia definición que Sebastián, a sus doce años, hace sobre la enfermedad que conoció apenas salió al mundo.Y la hipotonía es, básicamente, eso. Lo que?Sebastián no sabe o no menciona es que en un caso grave puede provocar la muerte o dejar secuelas a lo largo de toda la vida. Quizás por eso, Seba no lo sabe o no lo dice. Porque hoy él es uno más y casi no quedan rastros de ese fantasma.Víctor Hugo y Liliana toman la posta y reviven aquellos días de amargura e incertidumbre. “Cuando nació se le hizo un test y fue a incubadora.?Había tenido problemas de oxigenación en el parto y eso lo llevó a la hipotonía. Lo primero que nos dijeron es que lo lleváramos al neurólogo. Eso fue de terror”, recuerda mamá Liliana, con la mirada perdida en los recuerdos.Desesperación, ansiedad, temor. Esas y otras sensaciones golpearon a la pareja ante la noticia. “El neurólogo nos dijo que debía aplicarse un tratamiento de dos años y esperar por una respuesta favorable”, agrega Liliana. Y Víctor Hugo recuerda: “En el fonoaudiólogo también había cosas por hacer, porque no hablaba. Llegó al año y le costaba mucho”. Claro, como ya aclaró Seba, la lengua también es un músculo. La hipotonía le provocaba hasta ese trastorno.De paseo por varios consultorios, el traumatólogo les dijo a los padres que tenía escasa musculación en las piernas. Y por eso les recomendó natación. Pero había otro problema. Cuando llegó la hora de meterse a la pileta, a los tres años, descubrieron que Seba tenía miedo al agua. “No me quería meter, tenía miedo que el agua me toque la cara.?Me faltaba el aire”, apenas recuerda el protagonista de la historia. ¿Cómo hacer para que un niño de apenas tres años entienda que todo era por su bien? Es entonces donde algunas vidas empiezan a cruzarse. Y donde aparece el primer formador de Sebastián.“El profe Zamudio le tuvo mucha paciencia. Entró por el lado de que se trataba de un juego y así se ganó su confianza”, cuenta Liliana. Desde entonces Sebastián no paró. Primero fueron dos horas por semana, después tres y luego ya compartir la pileta del complejo de Costa Delfín con los más grandes de la clase. De a poco, esa piscina comenzó a quedarle chica.Por encima de todoPocas secuelas le quedaban a Sebastián de aquellos problemas físicos.?El drama ya estaba casi superado. Pero el deporte, la natación, le había abierto puertas inimaginables para él y sus padres hasta hace algunos años. “Zamudio nos llamó un día y nos dijo que Sebastián tenía potencial y que la pileta del complejo ya le quedaba chica”, cuenta Liliana. Pero mejor escucharlo en primera persona: “Empecé a hacer dos horas por semana y me empezó a gustar. Me saqué el miedo.?Me empezó a gustar la natación y me apasionó como modo de vida. Y ahí Zamudio me mandó con el ‘Colo’?Breitembruch al club Capri”. Tenía 7 años Sebastián en 2011, cuando hizo de la natación un estilo de vida.Rápidamente se hizo de un lugar en el nuevo club. Los comienzos no fueron fáciles porque el nivel era otro, pero Seba -acostumbrado a los desafíos- siguió adelante. Así se decidió por el estilo mariposa, que le permitió ganar dos veces el Campeonato Regional y sumar otros tantos podios.Claro que no siempre es fácil. Como cualquier otro deportista, Seba sufrió altibajos anímicos y en más de una oportunidad amagó con abandonar el deporte. Una de esas veces fue a fines de 2004, después de conseguir el tercer puesto en el Regional. La llegada de José Meolans a Misiones para una clínica revolucionó al mundo de la natación local y Seba no podía faltar. “Me gustaba como nadaba, lo veía siempre en la tele. Me fui y hablé con él, muy buena onda. Y al final de la clínica, cuando se estaba yendo, le pedí que se secara con mi toalla. Él me dijo ‘sos muy bueno, seguí así’. Y eso me inspiró y me dio fuerzas para continuar”. Y vaya qué fuerzas: después de eso volvió a ser campeón regional en su estilo. “Ese fue el empujón que le faltaba para continuar”, reflexiona mamá Liliana, que se hizo conocida días atrás cuando DE?PRIMERA?la sorprendió en el aeropuerto posadeño en busca de un autógrafo de Meolans para Seba. Para él, se trata de un verdadero ídolo de carne y hueso.El músculo más importanteSebastián nunca fue entrevistado. Tampoco es conocido más allá de la región. De él y de otros tantos factores dependerá poder llegar mucho más lejos en la natación.?Pero Sebastián ya ganó. Venció a una enfermedad que amenazaba con robarle parte de la vida para siempre. Y ese sí que es un triunfo.“Para nosotros es un gran logro de Sebastián por sus propios medios, nosotros lo acompañamos siempre, pero su fuerza de voluntad es el verdadero motor de todo esto”, sintetiza su padre. Del otro lado de la mesa, Liliana se emociona al recordar aquel parto y todo el temor que sobrevino. Pero sus lágrimas son también de alegría por el presente. “Cuando Seba tuvo ese problema nos preocupamos mucho. Y nos ocupamos…”, dice, antes de que la emoción la obligue a frenar. Después, sigue: “Era todo un retraso madurativo importante y hasta tuvo que superar su miedo al agua, pero después el pediatra no podía creer cómo había evoluciona
do. En ese momento no sabíamos hasta donde podía llegar a afectarlo todo este tema. Él mismo se lo propuso y lo consiguió”.Sebastián escucha lo que quizás nunca escuchó. El dolor de su madre, las preocupaciones de su padre. Todo está sobre la mesa de la casa del barrio posadeño de Villa Urquiza. Es consciente de que la natación le cambió la vida y así lo dice cuando tiene que responder sobre qué es el deporte en su vida: “Es un estilo de vida, me da alegría. Y no sólo estar o no en el podio.?Me gusta vivir todo ese recorrido, de entrar a la pileta a las 7 de la mañana para entrenar, viajar para competir, subirme a la ‘conejera’ y largar. Todo me gusta”. Y para el final, el propio protagonista de la historia deja una conclusión que vale la pena tener en cuenta siempre: “El deporte es fundamental, no se puede concebir la vida sin el deporte”. Palabras sabias para un pequeño triunfador de la vida, que fue más allá de los diagnósticos. Hace doce años, los médicos se equivocaron. Porque las fibras que Sebastián no tenía en las piernas, en los brazos o en el cuello, le sobraban en otro músculo. Estaban en el corazón.
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