El consenso alcanzado, producto del nuevo escenario político, alienta un marcado optimismo en sectores políticos y empresarios que avizoran la llegada de un nuevo ciclo de inversiones, el cual pondría fin a las dificultades de financiamiento que limitaron en la última década, el desenvolvimiento de la economía y del propio Estado Nacional.Haciendo la salvedad de que cuando se asimila el pago a los holdouts con una automática corriente de inversiones productivas se corre el peligro de hacer de la necesidad virtud, es sin duda relevante sentar premisas claras ante el nuevo escenario.En ese sentido, es oportuna la recomendación de que “el dinero que venga tras el arreglo con los holdouts no debe usarse para gastos corrientes”, que se formuló en la Mesa de los Gobernadores, organizada por la Cámara Americana, en el contexto de la visita del presidente estadounidense Barack Obama.La historia argentina, sin embargo, enseña a ser precavidos con los ciclos sostenidos en flujos de inversión externa, que más de una vez únicamente beneficiaron a la especulación financiera. Un estudio de Idesa, a este respecto, analizó la posibilidad de que el arreglo con los holdouts permita sumar a la inversión, vía una repatriación, a los ahorros argentinos invertidos en el exterior o fuera de los circuitos formales de la economía. La magnitud de este capital muerto para el país no es menor; ya que equivale al 75% del PBI, relación que en México se estima en el 40% y en Brasil en un 24% del PBI. Salta a la vista que este lastre negativo en la economía sólo se resolverá en base a la reconstrucción de la confianza de los ciudadanos argentinos en el Estado.
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