Las denuncias de suspensiones y despidos comenzaron a instalarse en la agenda social nacional. Pero en realidad poco se sabe sobre cuestiones básicas del tema, dada la inexactitud numérica en una cuestión que merece un abordaje con mucha más responsabilidad.Y es que cada uno de los protagonistas implicados lanza cifras “a lo loco” cada vez que se habla de cesantías. Para los actores de esta película da lo mismo 10 mil que 100 mil, y enseguida salen a la luz palabras de fácil acceso pero de implicancias graves, como la “ola de despidos”.Y ninguno escapa de la discusión, pues en la coctelera están metidos el Gobierno, los empresarios, los sindicalistas y los partidos políticos.Y lo peor de todo es que, como sucedió casi siempre, los que asisten impávidos e impotentes son los propios trabajadores que por estos días -como en muchos días en la historia- son carne de cañón y testigos de un encarnizado debate sobre supuestas soluciones mágicas para impedir medidas drásticas que los dejen en la terrible banquina del mundo laboral, con todo lo que ello implica en estos duros tiempos.Y es en este contexto que la iniciativa de la doble indemnización está a un paso de transformarse en un ridículo flanqueado por una puja exclusivamente política en la cual los contendientes sólo buscan vencer a cualquier precio.El debate que se desarrolla en torno al tema es de escaso vuelo y lo que sobresale son los reacomodamientos políticos y una actualización de pases de facturas entre quienes, en algún momento de la historia, ocuparon los mismos lugares.Lamentable es entonces la actitud de los actores reunidos para proyectar el futuro inmediato de millones de trabajadores en un contexto de retracción económica devenida de un ajuste nada gradual. Las infantiladas de funcionarios, sindicalistas, empresarios y partidos políticos seguramente terminarán en una ley deforme e inconsistente. Una vez más los que pagarán el plato serán los trabajadores.
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