La Iglesia Católica dedica junio al Sagrado Corazón de Jesús invitándonos a centrar nuestra vida en el amor de Dios. Considerarnos dentro y cerca del Corazón de Jesús nos permite sentir el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es un llamado a confiar en la Divina Providencia y una invitación a imitar ese amor incondicional de nuestro Dios, en cada actitud de nuestra vida cotidiana. Es un llamado a reemplazar tantos sentimientos negativos de nuestro corazón, para vivir en clave del amor y derrochar generosidad a cada paso que damos como sociedad; asumiendo así el reto de formar el futuro de nuestra comunidad en clave del amor. El corazón sin duda es el símbolo más pleno del amor. Tener todo un tiempo que nos ayude a vivir nuestra fe, contemplando el Corazón de Jesús es un llamado especial parar experimentar el amor providente de Dios en nuestra vida, valorando tantas bendiciones que recibimos de sus manos: la familia, los seres queridos, amistades, etc., que son dones y deleites del Padre. Dios nos ama a través de todas esas personas que extienden ese amor hacia nosotros. El tiempo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús es también un llamado para imitarlo en nuestra vida personal. Es decir, nos invita a vivir la vida con intensidad, amor y pasión. Es un convocatoria a realizar nuestro trabajo de cada día con pasión y entusiasmo; haciendo de ello una acción de gracias a Dios, por el regalo de la vida. El Corazón de Jesús, infinitamente misericordioso, es capaz de mirar al otro con amor. Ese amor que es mucho más que un sentimiento romántico, sino que se trata de un servicio generoso hacia “el otro”. Qué bueno que imitemos este Corazón de Jesús en todo momento de nuestra vida, haciendo que cada persona con quien compartimos la vida sea el centro de nuestra preocupación, especialmente los más necesitados de nuestras comunidades. Pero estos gestos que cada uno vive en sus hogares deben trasladarse también y fortalecerse en nuestras relaciones interpersonales para contrarrestar esa sociedad tecnológica que ha penetrado con sus espacios cibernéticos toda esta entramada personal y cuyos peligros estamos notando en estos tiempos. Creo que es un mes que nos llama a vivir lo “real” del encuentro interpersonal, el diálogo fraterno para alejarnos de lo “virtual” que se ha vuelto tan habitual. Es volver a situar a nuestros seres queridos y a la persona en el centro de nuestra vida. Es dejar que los medios sean recursos y el centro sea la persona con los desafíos que implican las relaciones interpersonales. El Corazón de Jesús, nos ayuda a abrazar la cruz, traducida en las tantas situaciones de desagrados y contratiempos, que afrontamos con la esperanza de la victoria de la Cruz. Que la fuerza de la oración sea el motor de nuestra vida en los momentos más difíciles de nuestra cotidianeidad: soledad, incertidumbre económica, crisis y fracasos personales y familiares, enfermedad de nuestros seres queridos, pérdidas de las personas que amamos etc. La esperanza en ese Dios providente que nos ama, colma nuestro corazón de fuerzas y desafíos. Que este junio sea una oportunidad para vivir el amor desde la fe y la confianza en Dios. Que el Sagrado Corazón de Jesús, nos ayude a superar toda frialdad, egoísmo e indiferencia para ser fieles ejemplos de ese amor incondicional y entrega generosa lo que nos permitirá conformar una sociedad en clave del amor.
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