Hace 30 años partió Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo hacia ese paraíso que alguna vez imaginó como una especie de Biblioteca. Partió sin poder disfrutar este laberíntico universo 2.0 pletórico de textos que remiten a otros textos que prefiguró literariamente en “La Biblioteca de Babel”.Hablar de Jorge Luis Borges es hablar de un autor que participa de una extraña dualidad: si el jazz, dicen, es música para músicos, Borges es sin duda el escritor de los escritores.Ello habla de su magisterio literario, magisterio que en singular paradoja lo convierte en el autor menos recomendable para quienes se inician en el oficio de las letras. Su influjo es tan grande que después de leerlo es difícil despojarse de su adjetivación precisa, de su sintaxis inexpugnable, virtudes que llevan a creer que no existe otra forma de usar el español con fines literarios. De ahí que no se le conozcan epígonos, aunque su influencia en numerosos autores del siglo XX sea incuestionable. Umberto Eco, uno de ellos, lo convirtió incluso en un personaje medular de “El nombre de la rosa”: el monje bibliotecario ciego Jorge de Burgos. “Biblioteca más ciego sólo puede dar Borges, también porque las deudas se pagan” habría de reconocer Eco en las “Apostillas” a su primera novela.Como a muchos de sus personajes, marcados por destinos inexorables, el de Borges lo llevó sin regreso al ejercicio de la literatura y a residir en un mundo marcado por la letra impresa. Nacido el 24 de agosto de 1899, en el número 840 de la calle Tucumán, en Buenos Aires, de su abuela inglesa heredó la pasión por la lengua de Shakespeare y los clásicos que la ennoblecen, de su padre la afición por la lectura y la vocación de escritor. Desde niño escribió poesía e hizo de las bibliotecas un refugio del que jamás escapó. “Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca”, confesó alguna vez quien llegara a ser -hacia 1955- director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.Desde ese refugio tenaz, desde esa proclividad por la intrascendencia y el olvido “- […] mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita” (“La Biblioteca de Babel”)-, Borges logró el milagro de convertirse en el referente de la literatura de todo una región, el favorito de una legión de lectores cautivados por una prosa donde la erudición no estaba exenta de ironía, una prosa que se multiplicó en espejos y geografías, en teologías y laberintos y que pasó “de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito” (“El hacedor”).A pesar de sus ficciones perfectas, de sus ensayos luminosos, de sus aventuras líricas, la grandeza de Borges radica también en su oralidad, de la que hizo un arte que participa de los mismos vuelos imaginativos que su escritura. Como él mismo dijera: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos” (Prólogo a “Ficciones”). Si el suyo no hubiera sido un destino tan impuesto por el rigor de sus circunstancias, sin dudas habría elegido ser como Sócrates o Pitágoras, maestros que no dejaron palabra escrita alguna pero nos heredaron un pensamiento que pervivió a través de los siglos en la razón de sus seguidores.Para algunos críticos, Borges fue el escritor más importante del pasado siglo a pesar del Nobel de Literatura que nunca ganó. Más allá de una conclusión que sin dudas ruborizaría a quien adelantó que “la meta es el olvido, yo he llegado antes” (“El oro de los tigres”), lo que nadie podrá negar es su condición de “clásico”, porque -para decirlo a su modo- es un autor al que “las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad” (“Sobre los clásicos”).Cosas que quizás no conocíasSuele hablarse mucho de sus grandes obras como “Ficciones” y “El Aleph”, de su profundidad filosófica, de la vista que lo abandonó.Pero también de sus polémicas posturas políticas, de su relación con quien fuera su joven secretaria literaria, María Kodama, y del premio Nobel de Literatura que nunca ganó (y que algunos dicen que merecía). No obstante, hay aspectos menos conocidos de la vida y la obra de Jorge Luis Borges.1. No nació ciegoBorges se quedó ciego como consecuencia de la enfermedad congénita que había ya afectado a su padre. El hecho no fue repentino, según se lee en la correspondencia de su madre, Leonor Acevedo de Borges: “Se ha extendido desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”.Los ojos de Borges se apagaron en sus tardíos 50.“La vista de Georgie [tal era uno de los sobrenombres del escritor] no mejora y lo peor es que él se está convenciendo de eso”, escribía en 1956 Leonor, también resignada al destino de su hijo.Sin embargo, la ceguera no le impidió a Borges seguir con su carrera de escritor y conferencista, además de estudiar nuevas lenguas. Tampoco abandonó la lectura: hacía que le leyesen en voz alta.2. Nunca escribió una novelaPara él, la novela era un “género subalterno”. Borges era un escritor enraizado en la tradición literaria del siglo XIX. Le interesaban la filosofía, la teología, la matemática, la mitología. De su pluma salieron cuentos, poemas, ensayos y crítica literaria. Siendo un autor minimalista, eludió la novela porque se le antojaba un género “subalterno” e incluso “despreciable”. Según él, para escribir este tipo de relatos era necesario introducir muchos elementos que resultaban ajenos a la trama esencial. “Creo que si yo empezara a escribir una novela, me daría cuenta de que se trata de una tontería y que no la llevaría hasta el fin”, expresó en una oportunidad.3. Fue traductor desde niño y dejó obras en inglésLa abuela materna de Borges era inglesa y su padre, Jorge Guillermo Borges, se crió hablando la lengua de William Shakespeare. De modo que el escritor tuvo contacto desde temprana edad con ese idioma. A los nueve años tradujo al español “El príncipe feliz”, de Oscar Wilde. Aunque en realidad podría decirse que lo reescribió, porque Georgie siempre encaró la traducción con suma libertad. Pensaba que el producto final podía superar al original. Además, Borges dejó obra en inglés. Ejemplo de ello son los poemas “On His Blindness” y “Two English Poems”.4. Odiaba el fútbolBorges opinaba del deporte más popular de todos: “El fútbol es feo estéticamente. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos
”. O: “Es popular porque la estupidez es popular”. O bien: “El fútbol en sí no le interesa a nadie. Nunca la gente dice ‘qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi, claro que perdió mi equipo’. No lo dice porque lo único que interesa es el resultado final. No disfruta del juego".5. Se reunió con Pinochet el mismo día que asesinaron a LetelierEl 21 de septiembre de 1976 (el mismo día en que asesinaron al excanciller chileno Orlando Letelier en Washington) Borges recibió de manos del gobernante de facto Augusto Pinochet el doctorado honoris causa de la Universidad de Chile. En un discurso del que años después se arrepentiría, dijo: “En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte (…) Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada”. Luego se reunió con Pinochet, a quien calificó de “excelente persona”.6. Fue una gran inspiración para “El nombre de la rosa”No es un secreto que el fallecido pensador y escritor italiano Umberto Eco admiraba la obra de Borges. De hecho, Eco reconoció públicamente que el asesino de su novela más famosa, “El nombre de la rosa”, es un guiño al escritor argentino. Esto es notorio desde el nombre de su personaje hasta su condición: se llama Jorge de Burgos, es un anciano de enorme erudición e invidente, que controla la biblioteca de la abadía donde ocurre una serie de crímenes. Jorge Luis Borges se quedó ciego en el último tramo de su vida y desde 1955 fue director de la Biblioteca Nacional de Argentina por 18 años. Su cuento “La biblioteca de Babel”, que forma parte de “Ficciones”, claramente inspiró la biblioteca secreta que describe Eco en su libro y que acaba consumida en llamas. Allí Borges dice: “El universo (que otros llaman Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales”. Cuando le preguntaron a Eco por qué el alter ego del autor argentino era malvado, él respondió: “Me gustaba la idea de tener un bibliotecario ciego y le puse casi el mismo nombre de Borges. Pero cuando elegí el nombre no sabía que iba a quemar la biblioteca”.Fuente: Sputnik News y BBC Mundo
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