Alan cumplió 18 años en junio, durante su estadía en el Hospital de Área luego de ser víctima de una tremenda paliza que él atribuye a la policía, y que la Justicia le cree por lo que acaba de imputar a los tres efectivos que estaban de turno durante la madrugada en la que sucedieron los hechos. Sin embargo, ni su mayoría de edad, ni los lamentables acontecimientos recientes que parecían tener a todas las instituciones competentes muy atentas, hicieron que la realidad de este joven con retraso madurativo dejara la calle o iniciara una nueva vida. Según pudo constatar PRIMERA EDICIÓN, el joven volvió a su vida de antes, a dormir en la casa de los amigos, andar por la calle sin horarios y a dejar que los días pasen. Son muchos los niños, adolescentes y jóvenes de la provincia que están en la misma condición que Alan, quien creció en un hogar de niños huérfanos, pero que ya al superar la edad y al no haber institución que lo pueda contener, se fue a vivir al cuidado de una tutora, quien a su vez tampoco lo pudo contener por lo que durante los últimos años la calle fue su hogar. Pero no hay en la provincia más que voluntades aisladas para intentar resolver esta situación, cosa que quedó más que en evidencia con el caso de Alan.En diálogo con este Diario, el joven contó que le gustaría trabajar para poder tener su platita, pero que por ahora lo único que pudo conseguir fue una carpida por la que le pagaron $100.Luego de que desde el área de Desarrollo Social de la Municipalidad anunciaran que el joven había sido adoptado por una familia y que estaba contenido, ahora la realidad es muy distinta, pues hace por lo menos dos semanas abandonó ese hogar ubicado en la zona rural de Montecarlo, y anda por la calle.Así lo contó: “yo salí a comprar, pero después me perdí y no pude volver, así que me vine para el pueblo y acá nomás ando. A la noche me voy a dormir a lo de mis compinches que siempre me mezquinan y me cuidan”, contó.Respecto a lo sucedido con la policía, esto expresó: “yo no sé qué le pasó a esa gente, por qué me hicieron eso, me sacaron la ropa, me pegaron, me largaron desnudo allá en el río, no sé que piensan para hacer algo así, yo ya no le tengo ningún respeto a la policía. Igual que a mi tía, a mi tutora que mintió por mí, dijo que a mí me pegó una patota y eso no es cierto, no sé por qué mintió, con ella tampoco ya no quiero saber nada”, contó muy compungido. Si bien Alan tiene mucha dificultad para expresarse, luego de un rato de charla ya se hace más fácil comprenderlo y él también se vuelve más amigable y se da a entender mejor. Respecto a su futuro, esto dijo: “Hablé por teléfono con mi hermano que está en Buenos Aires y me dijo que me va a venir a buscar, le voy a esperar, me gustaría irme con él porque acá tengo familiares, pero nadie se preocupa por mí, acá solamente tengo a mis amigos, pero mi familia no me hace caso, así que me gustaría irme a estar con mi hermano, con mi misma sangre”.Sobre su presente en la calle, expresó que “por ahora quiero trabajar para comprarme mis cosas, no necesito que me paguen mucho, un poco nomás para mí ya me alcanza, como las carpidas que estuve haciendo, eso me sirve”, explicó.Finalmente contó que tiene miedo de la policía y que no tiene problemas en volver con la familia que lo adoptó: “A mí me da miedo andar por la calle, si esa familia en la chacra me busca yo voy de nuevo con ellos, me gusta estar ahí, pero no sé cómo volver por eso no volví, porque no conozco el camino. Pero si me buscan voy a ir con ellos”; finalizó. Además de la contención inmediata y más elemental que necesita este joven para intentar direccionar su vida, también necesita asistencia profesional e institucional cosa que no se estaría dando.
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