Estamos en vísperas de celebrar el “Día del Amigo”, que nos ofrece una excelente oportunidad para fortalecer el gran valor de la amistad, ya que a través de ella podemos construir nuestras relaciones interpersonales, haciendo que la vida sea compartida con alegría. Es oportuno que reflexionemos sobre el valor positivo que tiene la amistad en el desarrollo integral de la vida personal y social de las personas. Es por ello que la amistad es un valor universal y significa la vida de las personas. El compartir la amistad nos hace vivir con mayor alegría los momentos lindos de la vida y nos ayuda a superar los momentos de soledad y desaliento. Todos necesitamos de esa persona en quien confiar y que pueda ser el sostén y apoyo en los momentos difíciles de la vida. Una amistad verdadera aliviana las penas y multiplica la felicidad al compartir con el otro. La amistad es un don gratuito. Se suelen comenzar de imprevisto, y muchas veces sin buscarlas. En el camino de la vida vamos encontrándolas. Y todo comienza porque alguien “nos cae bien” y uno se siente a gusto con esa persona y se fortalece al conversar y compartir los sentimientos, convicciones, opiniones, alegrías, dificultades y luchas de la vida.La amistad implica una gran generosidad y entrega. El mismo Jesús nos decía: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). La verdadera amistad significa un dar la vida: da sus cualidades, su tiempo, sus posesiones, sus energías, sus saberes, la ayuda y colaboración mutua, el apoyo en las dificultades, la compañía en la soledad, el compartir los momentos claves de la vida…. Es un compartir permanente de la vida. Ella se fortalece cuando hay respeto y ayuda para el crecimiento de las personas. Toda amistad se va afianzando en el conocimiento mutuo y en la aceptación de las virtudes y defectos del otro, respetando la libertad. En la comprensión del otro y en el buen trato se fortalece y crece la amistad. Y por encima de todo superar las diferencias y las heridas desde el perdón y la misericordia. Para que una amistad sea verdadera, no basta con caerse bien, hay que dar el paso definitivo: ayudarse desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Al amigo se le quiere porque él es él y porque yo soy yo. La amistad se orienta hacia el tú y consiste más en un servir que en un sentir. La verdadera amistad no busca una ventaja ni un beneficio propio, sino que se basa en una entrega generosa y desinteresada. Pero es bueno recordar que así como la amistad sana tiene un gran valor positivo, también la amistad con la persona equivocada puede ser fuente de grandes equivocaciones y disgustos. Problemas de droga, delincuencia, bajo rendimiento profesional, inconvenientes familiares son algunos de los efectos negativos de las malas amistades… No hay riqueza más valiosa que un amigo seguro. Las amistades se cultivan, maduran. Que la celebración del “Día del amigo” sea una oportunidad para seguir construyendo amistades sanas que nos haga cada vez más humanas y capaces de dar vida como el gran Maestro Jesús. Que la amistad con Él en la oración, nos fortalezca interiormente y nos ayude a compartir con nuestros seres queridos la alegría de la vida.
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