Hace un tiempo, un conocido sacerdote de Posadas, trabajador social y conocedor de los problemas de la gente de la ciudad planteó su predisposición para alojar algunas noches en un salón contiguo a la Catedral, a familias mbya que pernoctaban en la intemperie. Desde el Gobierno lo cuestionaron y le enrostraron que tenían un plan para atender a los aborígenes en situación de calle, que se multiplican en Posadas. Plan que todavía se espera conocer.Ahora, el problema apunta directamente a la niñez. El centro de la capital misionera tiene -lamentablemente- a muchos niños que duermen en las veredas, con temperaturas muy bajas, difíciles de resistir.Pero, la Provincia, no cuenta con un refugio específico para poner bajo un techo a estos niños a pernoctar.Entonces, ¿quién se hace cargo de trabajar con estos pequeños, que evidentemente no tienen padres preocupados por su situación de calle o bien sus familias no cuentan ni siquiera con un techo precario capaz de ayudar a mitigar las largas noches heladas?A pesar del esfuerzo que ponen algunas organizaciones no gubernamentales, en repartir comida caliente, infusiones, mantas, ropas, no se logra constituir un espacio de emergencia capaz de albergar a los niños en situación de calle.Ese mismo sacerdote que dio inicio a esta columna, con la buena voluntad de muchas almas solidarias, logra sostener un hogar que le devolvió la vida a muchos niños, pero le resultaría imposible hacerse cargo de todos los chicos que hoy necesitan ayuda.Si nos detenemos solamente en tratar de encontrar las razones o problemas, el invierno seguirá castigando a quienes viven en las calles posadeñas. Se necesita una rápida estrategia capaz de atender esta urgencia.
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