El Espacio de Narración Oral que desde hace tres años funciona en la Asociación Israelita de Misiones permitió reconstruir buena parte de la historia de la Buenos Aires, una calle con marcada presencia de negocios cuyos propietarios eran judíos en su mayoría haciendo que, por momentos, emulara al barrio de Once, en épocas en que predominaban los fabricantes de telas y comerciantes de la comunidad. Si bien la temática es muy variada, en esta reciente ocasión giró en torno a la identidad de un barrio de Posadas, mediante testimonios, vivencias y recuerdos.La licenciada Ana Lía Mayo y la arquitecta Silvia Mazal, conocen de cerca la historia porque la llevan en la sangre, pero además, porque fueron las “moderadoras” de ese encuentro tan enriquecedor para los posadeños, al que asistieron vecinos, ex empleados y familiares de aquellos visionarios. Coincidieron en señalar que buscaron qué es lo que se podía rescatar porque “prácticamente no queda nada, sólo unos pocos negocios. Con el éxodo de muchos jóvenes, la muerte de los mayores, perdió fuerza, cambió totalmente la característica de la calle. Entonces nuestra idea fue que los que estén, cuenten la historia”. Así, se profundizó la temática en el sector comprendido entre San Martín y Santa Fe, donde se emplazó el grueso de los locales aunque había negocios hacia Belgrano y hacia Roque Pérez.Mayo recordó que gran parte “de los que tienen nuestra edad viajaron a Israel con 17 o 18 años, en una época que se iban por cuestiones idealistas -hoy lo hacen por cuestiones económicas-. Allí se establecieron y formaron su familia. Una integrante de ese grupo regresó a Posadas para el aniversario de promoción de la Escuela de Comercio y pudo concurrir a la reunión a poco de descender del avión. Estaba emocionada por llegar y participar de un encuentro donde se mostraran las fotografías y se recordaba la infancia en ese lugar. También vino gente que está radicada en la ciudad de Buenos Aires, por lo que fue una noche emotiva, especial, de coincidencias”.Mazal vivía en el barrio y andaba en bicicleta por las calles, y asegura que era “como el Once de Buenos Aires. Un barrio con una identidad de negocios judíos a la que el común de la gente llamaba turcos. Eran dos cuadras en las que había una vivencia muy particular”. Por lo general las familias vivían detrás de sus comercios. Cuando cerraban las puertas de los negocios, muchos iban a jugar a las cartas al local de la colectividad. Por la noche, cuando regresaban, muchas veces quedaban hablando, compartiendo sus experiencias en la esquina. Señaló que el comercio con Paraguay era “importantísimo” por aquel entonces porque las villenas venían a comprar “en todos estos negocios” de ramos generales y regresaban a su país con una diversidad de productos. “Desde allá, mediante la lancha, traían comida, chocolates”, dijo, y comentó que como la zona estaba cerca del puerto, “antes de llegar al centro, tenías que pasar por la calle Buenos Aires. Era un punto floreciente. Se trabajaba mucho. Los precios eran acomodados, incluso más baratos que en el mismo centro”. En una oportunidad Samuel Pruchanzky había comentado la manera en que se competía entre pares. “Se miraba a cuánto puso el de al lado y ver a cuánto podía bajar yo. El precio podía bajar de a un centavo al tiempo que el vecino iba bajando. Y, justamente, en el Espacio de Narración Oral, el comercio fue la palabra que describió el espíritu del momento. La competencia feroz que había entre un negocio y otro. Eso fue lo más significativo de todo lo que se habló esa noche”, rescataron las profesionales.Según Mazal, en el negocio de su familia “se celebraban los cumpleaños de todos los que allí se desempeñaban. Cada quince o veinte días había una fiesta, una comida, una reunión. Para nosotros, de chicos, cuando queríamos saber sobre historia regional o leyendas como la del Pomberito, el Yasí yateré, el Curupí, eran las empleadas del negocio las que nos introducían al tema porque nuestros padres no tenían esas vivencias. Mis padres siguieron siendo amigos de los empleados y yo sigo una amistad con las hijas. Se creó una situación de mucho vínculo”.Los abuelos tanto de Mayo como de Mazal llegaron desde Turquía. “Era todo muy fresco lo que traían y una manera de adaptarse al medio, era mezclarse con los otros hasta que se podía e ir aprendiendo unos de otros. Fue una experiencia riquísima”, manifestaron.Hubo quienes se establecieron a partir de 1919, y existen negocios que están registrados en la Cámara de Comercio de Posadas a partir de 1940. León Mazal, el abuelo de la arquitecta, figura como miembro Nº 44. Tenía una casa de deportes que estaba en diagonal al predio del actual colegio Santa María. Cuando llegaron los abuelos de Mayo, en la década del 20, ya había gente de la comunidad. Con esto queda demostrado que hubo distintos momentos de inmigración. Otros llegaron a mediados del 40, en plena Segunda Guerra Mundial, escapados de Europa. Mayo sostuvo que algunos llegaron con cierta disposición económica “que no fue el caso de mis abuelos. Pero en poco tiempo podían establecerse, comprar un lugar, mandar a los hijos a la universidad, cosa que ellos no habían podido por la vida que les tocó en una Turquía que estaba en guerra con los griegos. Y vinieron por eso”. Se emocionó al mencionar a su abuela, Luna Mayo, “una narradora oral por excelencia, que murió con 102 años, y seguía repitiendo que estaba muy agradecida a este país, que ya era el suyo, porque le había permitido tener una buena vida y educar a sus hijos”. Tras las raíces“Pensamos que la riqueza es la vivencia del momento, de lo que se transmite a través de la palabra. Solamente lo vive el que está presente, habría que poder documentar, pero todavía no lo hemos hecho. Nos damos cuenta cada vez más de lo importante que es la documentación”, dijo Mayo. Adelantó el propósito de realizar otro encuentro referido a los comercios. Es que ésta comunidad se caracterizó por tener comercios, particularmente de ramos generales, en distintos lugares de la ciudad, y sería muy rico que otros pudieran compartir sus vivencias.Señaló que “siempre la narración es un homenaje, es traer del recuerdo. Durante las primeras reuniones que se hicieron, las historias rondaron en torno a las comidas y a las abuelas, más que a las madres. Y los recuerdos que partían de la cocina y los olores”. Otras reuniones tuvieron que ver con el Holocausto, los desplazados, la literatura judía, y un recorrido sobre la música judía, entre otras. Abarca muchas temáticas pero siempre “buscando las raíces, la cuestión de identidad. Y siempre surge el homenaje”.Fotos: M.Colman y Gentileza Familia Mazal
Discussion about this post