El interrogante de policías y forenses sobre dónde quedó el plomo que debió dejar el disparo se resolvió finalmente ayer -viernes- con el avance en las investigaciones. Los primeros análisis al arma utilizada por los dos desconocidos que intentaron secuestrar al magistrado Manuel Silva Dico (56) confirmaron que ese proyectil quedó atorado en el cañón del revólver. Fue pura fortuna y, tal vez, hasta un milagro.Así lo confirmaron las fuentes a PRIMERA?EDICIÓN, quienes aseguraron que el secuestro del revólver calibre .32 -hallado en las inmediaciones del lugar del hecho tras ser descartado por los autores- tenía aún en el cañón el plomo que debía haber salido expulsado después de que el delincuente gatillara, en medio del “mano a mano” que protagonizó con el magistrado.Se le podrá adjudicar la suerte que tuvo la víctima a la providencia divina. Sin embargo, la ciencia y la fe no suelen ir de la mano: para los investigadores, el fenómeno se debió -al menos en un principio- a la antigüedad de las municiones utilizadas por los maleantes.No obstante aquello, salvo el compartimiento donde iba el proyectil “disparado”, el resto estaban cargados, razón que hace suponer a los investigadores que los delincuentes efectivamente estaban dispuestos a todo.A la espera de las pericias de mayor envergadura, efectivos de la Policía Científica junto con sus pares de la comisaría seccional Decimotercera, de la Dirección de Investigaciones y de Homicidios continuaban anoche en busca de los autores de la agresión, quienes ya estarían identificados.Sobre las hipótesis, si bien la baraja sigue abierta, los detectives por el momento se juegan por la carta que habla de una disputa territorial previa a la llegada del magistrado al barrio, quien -no obstante aquello- vivió momentos de zozobra.Tal como este Diario informó en su edición del jueves, todo sucedió cerca de las 22 frente a la vivienda del titular del Juzgado Laboral 1 de Primera Instancia de Posadas.Silva Dico llegaba a casa cuando fue abordado en la vereda por dos desconocidos -un hombre de 55 años y un joven de 20- que a punta de revólver le exigieron que ingresara a su Peugeot 408. Ante la resistencia que ofreció el funcionario, uno de los forajidos lo golpeó y redujo por algunos minutos en la butaca trasera, mientras que el otro trató de arrancar el auto, objetivo que vio frustrado al no encontrar las llaves del rodado. “En ningún momento me dijeron que me retire del vehículo, querían llevarme a mí”, sostuvo el juez ante los medios.Sin poder dar ignición y ante la llegada de vecinos, alarmados por los gritos de auxilio de Silva Dico, los irascibles escaparon a la carrera y se despojaron del arma y un celular finalmente secuestrados. Antes, en el forcejeo, dispararon pero el magistrado, según dijo, logró correr la mano del malviviente y evitar algo peor. Ahora se supo, además, que la fortuna y las municiones también le jugaron a su favor.
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