(Nota completa publicada el 6 de febrero de 2007)El boxeo misionero tuvo numerosos protagonistas que escribieron con sus puños memorables páginas, pero quizás ninguno fue tan excéntrico como Francisco Humberto “Rocky” Galván, quien en la década del 70 se convirtió en un verdadero ídolo, que arrastraba multitudes y quizás uno de los más taquilleros.Muchos lo seguían porque les gustaba su estilo y otros para verlo perder. Si bien es cierto que su particular estilo dividía a los aficionados, todos sus espectáculos contenían el condimento propio de sus “salidas” más inverosímiles, como bajar la guardia a centímetros de su adversario, sentarse en las cuerdas del ring con los brazos atrás y otras como subir al cuadrilátero con la camiseta de Boca o con el pelo pintado con vivos colores, que en aquella época era toda una novedad.Humilde o fanfarrón“Rocky” Galván recuerda que el idilio que tuvo con el público misionero se debió a que “primero le vendí mi humildad, que era gente del barrio y estaba con ellos, pero arriba del ring era muy fanfarrón, y eso de bajar la guardia, que hablaba al adversario e incluso en medio de la pelea hasta discutía con la gente del ring side, me llevaba a tener amigos y detractores, pero lo que yo más quería era que los aficionados llenaran el estadio porque yo de eso vivía”.Dentro de ese panorama los amantes del boxeo respondían porque generaba un show que era distinto a los conocidos hasta ese momento.Lo más importante es que ante ese espectáculo, las mujeres respondían en gran número, incluso, al subir al ring era recibido con flores y en especial los claveles quedaban diseminados en el cuadrilátero como mudos testigos de ese cariño al que “Rocky” respondía levantándolos del piso y los devolvía con besos a los ubicados en la primera fila.Pero no todo era show, pues con los guantes sabía responder a las exigencias del espectáculo y generalmente subía al ring muy bien preparado, teniendo como principal guía en sus comienzos al siempre recordado Arsenio Verdún, conocido porque priorizaba el arte de la defensa sobre el ataque, que muy bien aprendió Galván.Francisco Humberto Galván nació el 24 de abril de 1951, y como aficionado empezó a combatir a los 17 años, realizando un total de 17 peleas invictas antes de pasar al profesionalismo, retirándose en 1981 luego de realizar una campaña de 32 peleas, de las cuales ganó 28, un empate y tres derrotas.El título provincialEn su alforja de recuerdos figura que fue el primer campeón provincial en la categoría liviano, logrado en 1974 frente a Dacio “Pepito” Pérez en las instalaciones del club Itapúa, en un festival boxístico que fuera coronado por el entonces gobernador Juan Manuel Irrazábal.Era un gran duelo con “Pepito” Pérez, con quien combatió cuatro veces, triunfando en tres y sufriendo una derrota. Precisamente Pérez, el santafesino Ramón Moreira y Federico Oscar Godoy fueron los únicos que derrotaron a “Rocky”, un pugilista que nunca perdió por nocaut.Precisamente esa que perdió con Godoy, fue el trago amargo en su carrera, pues allí su segundo le tiró la toalla porque cuidaba mucho la integridad de su pupilo, pero en esa pelea recuerda que “si bien me tenía contra las cuerdas, estaba entero y esperando la oportunidad de contragolpear. Aún hoy creo que se apuró, pero eso ya es historia…”.Un duro rivalEntre los adversarios difíciles que tuvo que sortear figura el correntino Demetrio Ibarra, ganador incluso de Rubén Oscar Verdún, a quien hizo pasar un papelón, tirándolo dos veces a la lona. Otro triunfo importante fue logrado frente al formoseño Joaquín Moreyra y tiene el reconocimiento de haber recibido desde el Luna Park tres invitaciones para combatir en ese escenario, pero no pudo concretarse. Es que en aquel estadio había dejado imborrables recuerdos nada menos que el gran Nicolino Locche, uno de los máximos ídolos, quien ofrecía un estilo similar al de “Rocky”, ese que bajaba la guardia y esquivaba golpes con cabeceo, buen manejo de la cintura y las clásicas palancas para evitar los impactos. Salvando las distancias, ese era el espectáculo que disfrutaba el público misionero.Las grandes anécdotasEl 4 de mayo de 2001, pocos días después de haber cumplido 50 años, Francisco Humberto “Rocky” Galván fue debidamente homenajeado por la Comisión Municipal de Boxeo de Posadas en el gimnasio de la ex ABUM, que estaba ubicado en Santa Fe y Roque Sáenz Peña, oportunidad en la que organizaron un festival boxístico y “Rocky” se calzó los guantes para realizar una aplaudida exhibición.Allí estuvo su familia y sus tres hijos (Héctor, Patricia y Carolina) pudieron ver de cerca el carisma de su padre dentro del boxeo local, donde fuera protagonista de grandes veladas a estadio lleno, a tal punto que fue considerado como uno de los máximos taquilleros.Entre esas anécdotas imborrables, se puede mencionar cuando cruzó guantes con el campeón de Formosa. Galván estaba en una noche inspirada y le ofrecía la cara, pero su rival no le podía pegar. Le daba potencia a sus golpes y se desequilibraba al no dar en el blanco y terminaba en la lona.Eso ocurrió dos veces sin que el misionero aplicara golpes y el rival no soportó esa situación y se retiró del ring, señalando fuera del cuadrilátero: “Yo con locos no peleo…”En otra oportunidad estaba haciendo lo mismo, pero esa vez, al darse vuelta para hablar con el público, recibió un golpe en el rostro que lo tiró a la lona, y como un resorte se levantó y sin que el árbitro iniciara la cuenta prácticamente lo corrió al adversario por el
ring, ante el aplauso de la gente.“Ahora no sé si porque lograron pegarme o por mi espontánea reacción”, recuerda “Rocky” Galván esa anécdota y señala que el boxeo le dejó una casa digna, salud y buenos amigos.Los amantes del pugilismo recordarán con nostalgia sus presentaciones, que generalmente no tenían el estilo de peleas tradicionales. Eran espectáculos diferentes, por eso disfrutaba la familia con su estilo más de showman que de deportista.Lo hacía más distendido y quitaba el dramatismo propio de esa dura disciplina, haciendo prevalecer el arte de pegar, pero sin dejarse golpear.Entre los más grandesEn la década del 70, época donde tuvo su momento de esplendor “Rocky” Galván, el público misionero disfrutaba de grandes espectáculos boxísticos pues contaba con uno de los mejores promotores que tuvo la provincia: Reynaldo Franco y su socio José María Manzur.Además abundaban los “maestros” que se repartían los pupilos y se generaban lindos duelos, como esas verdaderas luchas entre Federico Oscar Godoy y Rubén Oscar Verdún.Pero también estaba el explosivo Delfín “Kela” Olivera, el “Tape” Rubén Doronzoro, Carlos “Pimienta” Nacimiento, Oscar “Tereré” Pérez y en las categorías menores ya apuntaban los duelos entre Luis Alberto Ocampo, Félix Ramón Colman y Ricardo “Chiqui” Rivarola, para luego aparecer Sergio “Ballita” Rodríguez, entre otros.En esa época llegaron a Misiones valores de la talla de Ubaldo “Ubi” Sacco (poco antes de adjudicarse la corona mundial en Europa), Carlos María Giménez y Víctor Echegaray (ambos campeones argentinos y dos veces retadores del título ecuménico de los medios medianos livianos), y los primeros del ranking nacional, tal el caso de Juan Ramón “Panterita” Olivera, Ricardo Aníbal “Palito” Magallanes, el formoseño Joaquín Moreyra, “Chocolate” Allende o los hermanos correntinos Buenaventura, Demetrio y Rómulo Ibarra.Entre todos esos nombres, uno de los más taquilleros fue “Rocky” Galván.
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