Gladys Rodríguez (40) era una de las pocas mujeres en Posadas que se atrevió a vivir del transporte de pasajeros guiando un remís. El factor de inseguridad, cada vez más alto en los primeros años de este siglo, llevaba a que más del 90 por ciento de los remiseros de esa época fueran hombres.
El mismo factor fue el que se llevó a la mujer en forma dramática hace 23 años, el 5 de febrero de 2002. Su asesinato fue demencial y nunca quedó claro el motivo del crimen.
Vivía en la capital misionera junto a su madre y su hija de tres años. Había viajado a Encarnación para llevar pasajeros, y cuando regresaba sucedió todo. Su cuerpo fue abandonado al costado de un camino del pueblo de San Isidro, a cuatro kilómetros de Encarnación, su vehículo también apareció en el mismo pueblo, aunque monte adentro.
Cronología de un crimen espantoso
Rodríguez se desempeñaba como chofer para la empresa de remises San Roque. A diario guiaba un Peugeot 306, patente alfanumérica CPQ-249, color rojo, licencia 0319. El 5 de febrero de 2002, alrededor de las 11, consiguió pasajeros que pretendían viajar de Posadas a Encarnación, Paraguay, cuestión que se podía cumplir de esa forma y no a la inversa por expresa prohibición de la misma empresa y de acuerdo a las normativas vigentes de transporte internacional de personas.
Cerca del mediodía los pasajeros habían llegado a destino y Rodríguez emprendía el regreso a Posadas. Delante de ella también volvía un vehículo de la misma empresa. Pero en las inmediaciones de un reconocido supermercado de la zona alta de Encarnación, el remisero que estaba por delante de la mujer fue requerido por un sujeto.
Éste le habría solicitado un viaje hasta San Isidro, pero el conductor le habría respondido que no se lo permitían y que tampoco tenía combustible para llevarlo hasta allí. El potencial pasajero hablaba con claro acento argentino y estaba bien vestido, según indicaron los investigadores paraguayos basándose en el relato del remisero.
Ante la imposibilidad de realizar el viaje, la alternativa era Gladys, quien sí habría accedido a llevar al sujeto hasta el pueblo. San Isidro es un poblado rural al que se llega (yendo de Posadas a Encarnación) tomando a la derecha en la primera rotonda de la avenida Irrazábal. Tras cuatro kilómetros por un camino de tierra se desemboca en el lugar.
Ese mismo recorrido habría sido el que siguió el coche de la víctima. Algunas personas manifestaron que vieron señas de luces del coche antes de que ingresara por ese camino.
Cerca de las 15, y al notar la ausencia de la mujer, los directivos de la empresa de remises enviaron a Paraguay a otros choferes para que averiguaran por qué no había regresado. Al no tener novedades, los remiseros dialogaron con autoridades policiales y entonces todos comenzaron a buscar a Rodríguez.
Poco después de las 17 el automóvil fue encontrado. Había sido abandonado en un pequeño monte, al que se accede luego de atravesar una cancha de fútbol y altos matorrales en los que todavía ayer se notaban las huellas dejadas por los neumáticos del automóvil. En torno al rodado existían sobrados detalles, pero los más relevantes eran la ausencia de la remisera y la gran cantidad de sangre hallada en el interior del Peugeot.
Todo denotaba una fuerte lucha entre la conductora y el homicida. Papeles por doquier, mucho desorden, una mochila abierta, restos de polvo matafuego rociado desde el extinguidor hacia todo el interior del vehículo…
Para el subcomisario Arístides Villalba, entonces jefe de Investigaciones de Encarnación, este último elemento admitía dos lecturas: una de ellas es que el asesino utilizó el matafuegos para cubrir huellas; la otra es que fue uno de los objetos utilizados durante la lucha y que se accionó durante el forcejeo.
En el coche también se encontraron tres armas blancas, se supone que dos serían del asesino y la restante pudo haber pertenecido a la mujer.
A pocos metros del rodado hallaron el celular de Rodríguez y otras de sus pertenencias. No se habían llevado siquiera el autoestéreo.
La búsqueda de la mujer se extendió durante la noche y la madrugada. Al día siguiente, cerca de las 9.30, el cadáver de Rodríguez fue advertido en el otro extremo del pueblo, a unos mil metros del automóvil. Permanecía al costado de un camino de tierra que linda con un bañado.
Las primeras casas están situadas a apenas 200 metros, pero los vecinos tampoco vieron algo.
El estado del cuerpo era horrendo, más de 20 puñaladas localizadas en el torso, cuello y rostro de la mujer explicaban la causa de muerte. Su cara estaba desfigurada y sus brazos con varios cortes. Sus dedos tenían aún restos de cabellos que pertenecerían al homicida.
Otro sangriento antecedente
Gladys Rodríguez no fue la primera víctima posadeña en Paraguay. Aunque nunca se confirmó en forma oficial, el remisero Juan Carlos Duarte fue víctima de un homicidio en la ciudad de Encarnación en el mes de marzo de 2000. Un llamativo silencio de la Justicia y un expediente que rápidamente se mandó al cajón constituyen el único balance de la muerte que en forma oficial se intentó explicar como producto de una caída al vacío desde la cabecera del puente San Roque González de Santa Cruz. Pero habría sobradas evidencias de que se trató de un homicidio.
Cómo ocurrió y en qué circunstancias, sigue siendo un misterio por resolver.
Discussion about this post