Este mundo, el actual, es un mundo de microclimas. Cuanto más sabe la humanidad de sus semejantes más distancia toma de ellos. Asistimos a la paradoja de un mundo que, cuanto más se conecta, más se fragmenta.Sucede en todos los niveles y forma parte de la evolución (?). Desde la interpretación del vínculo humano de manera virtual, hasta el cierre de las fronteras ante la amenaza que representa el extranjero. Cuanto más somos, menos nos involucramos, menos nos vinculamos. Hoy el mundo entiende que ser parte de un todo conlleva el riesgo de no filtrar los peligros que trae el otro. El otro se transforma entonces en una fuente de problemas y la única alternativa, al menos para este mundo, es armar y desarrollar una suerte de homeostasis, un microclima que pueda cubrir las necesidades internas compensando los cambios del entorno.El que las sociedades le hayan confiado sus suertes a la política y la economía explica gran parte de este fenómeno que vuelve con fuerza hoy, siglos después del Tratado de Westfalia, cuando se constituyó la forma del Estado-Nación. El sistema se nutre de paradojas y privilegia lo circunstancial. Y lo circunstancial hoy es cerrarse, protegerse, vivir de lo propio, no compartir, preservar lo nuestro y cuidar a los nuestros. Porque hoy más que nunca se afirma la dualidad de nosotros y los otros que, política y economía mediante, se transforma sin atenuantes en nosotros versus los otros. Los gobiernos focalizan el paupérrimo estado de las cosas en el otro, en el de afuera y transmiten ese modelo a sus sociedades que, resignadas, asumen esa tesis y la reproducen dándole sentido, por ejemplo, a un muro en la frontera con otro país. Se acepta lo que parece evidente, aunque no lo sea. Entonces nosotros estamos ahora frente a los otros y los otros, que son nosotros en su terreno, en oposición a los otros, que somos nosotros en el nuestro. En definitiva, se vuelve un todo contra todos.Brexit activado e irreversibleHace poco más de una semana se cumplieron 60 años desde la histórica firma del Tratado de Roma, tratado que instauraría la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). Ambos tratados junto con el de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (Ceca), dieron origen posteriormente a las Comunidades Europeas, en definitiva a la Unión. El Reino Unido se adhirió en 1973 a la entonces Comunidad Económica Europea y este miércoles, 44 años después, inició su proceso de separación de la UE, al activar el artículo 50 del Tratado de Roma, que prevé un período de dos años para hacer efectivo el “divorcio”.En el referéndum del Brexit, celebrado el 26 de junio de 2016, el 51,9% de los británicos que acudió a las urnas votó a favor del divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, frente al 48,1%, que votó a favor de la permanencia. La norma estipula que el país que abandona la UE tiene exactamente dos años para negociar su salida. Por lo tanto, el 31 de marzo de 2019 el Reino Unido dejará de ser parte del bloque. En 60 años -el promedio de vida en varios países africanos- es la primera vez que un miembro pide abandonar la Unión.Reino ¿Unido?La decisión del Reino Unido de divorciarse de la UE lleva consigo otra ruptura, aunque interna. La activación del Artículo 50 del Tratado de Lisboa empuja a Londres a iniciar la separación, pero también relanzó la cruzada independentista de Escocia, donde más de un tercio de la población quiere seguir dentro del bloque europeo de acuerdo a los resultados por regiones del referéndum del Brexit. Los nacionalistas creen que es inaceptable que tengan que abandonar Europa cuando el 62% de sus ciudadanos apoyó la permanencia.Los escoceses están convocados a las urnas el próximo 4 de mayo para renovar el Parlamento y, por ende, su gobierno. Lo que ocurra entonces determinará el futuro de la región, del Gobierno central del Reino Unido y también de la integración de la UE. La votación será, antes que otra cosa, una medida del apoyo a Londres y de la integridad territorial británica. Pero lo concreto es que hoy, a pocas semanas de esa elección y a meses del aniversario del Brexit, cobran fuerzas las ansias independentistas tanto en Escocia como en Irlanda del Norte (que primero deberá formar Gobierno). Bajo este panorama parece difícil que el Reino Unido sobreviva intacto la decisión de abandonar la UE.Cerrado hasta nuevo avisoLas influencias políticas, económicas y culturales de Europa están presentes en cada rincón del planeta desde la expansión, cuando los navegantes de esa parte del mundo partieron más allá de los límites conocidos.El estado de las cosas en la África actual encuentra muchas explicaciones en la primera oleada expansionista europea, pero sobre todo en la tercera, que determinó el reparto del continente en la denominada Conferencia de Berlín (1884-1885). Allí, imperios y coronas de la fenomenal Europa se repartieron enormes regiones que, al cabo de todos estos años, hoy administran altas cuotas de pobreza y de crisis políticas y religiosas interminables.La vía de escape para los africanos es trasponer sus fronteras rumbo a la bonanza que representa vivir en Europa. La respuesta es contundente: “No vengan”. Desesperados, los gobiernos europeos elevan la seguridad y firman acuerdos de repatriación con países africanos desde los que llegan inmigrantes. Todo vale para “frenar la migración ilegal en la medida de lo posible”, según explicó la canciller alemana, Angela Merkel en septiembre del año pasado.Varios estados europeos, principalmente los ubicados en el sureste, cerraron sus fronteras, bloquearon sus puentes y hasta levantaron kilómetros de cercos de alambres de púa en un intento por frenar las oleadas de inmigrantes africanos y asiáticos. Algunos gobiernos incluso les abren paso para que caminen sin pausa hasta el siguiente país. Así, la fraternidad europea tanto para los europeos como para los excolonizados africanos parece existir solamente en la visión del poeta francés Víctor Hugo y su proyecto de los Estados Unidos de Europa.Pito catalánAl filo de este artículo los medios españoles publicaron casi todos al mismo tiempo que el “no” a la independencia de Cataluña avanzó unos puntos y rompió el empate técnico con los que promueven la separación del reino. La pujante región industrial del noreste de España, con una fuerte identidad cultural e idioma propio, lleva años en conflicto con el Gobierno central, que le niega el derecho a decidir su futuro unilateralmente. Los independentistas, mayoritarios desde 2015 en el Parlamento catalán, reclaman desde 2012 la posibilidad de organizar un referéndum. De hecho semanas atrás aprobaron tramitar una reforma exprés para agilizar las leyes de desconexión del Estado y un referéndum soberanista antes de septiembre próximo.Madrid, entendida como el Gobierno central, se opone a esos planes y recurre a tribunales judiciales para frenar a los independentistas catalanes. De hecho varios políticos catalanes,
desde el expresidente regional Artur Mas hasta la actual presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, están procesados o están siendo juzgados por promover iniciativas independentistas. La misma encuesta citada al principio de este tema señala que un 63,3% de catalanes cree que Cataluña tiene un nivel insuficiente de autonomía, mientras que un 25,5% considera que es suficiente, y un 5,8% que tiene demasiada, y el resto no sabe o no contesta. También se impone con un 37,3% que Cataluña debe ser un Estado; pugnan por el segundo y tercer lugar las opciones de que debe ser autonomía española (28,5%) o un Estado dentro de una España federal (21,7%), y la última opción es que debe ser una región de España (7%). El de Cataluña es nada más que uno de los conflictos internos de los varios que se distinguen en España. Están los que impulsan el País Vasco, los que reclaman el Estatuto de Autonomía para Canarias, o los que presionan por el reconocimiento de Galicia como Nación. Merced a esta descripción, se entiende que más tarde o más temprano España también deberá repensarse y reconfigurar su integridad territorial.Eran las víctimas“Cuando México envía a su gente, no nos manda a los mejores. Nos manda gente con problemas, que traen drogas, crimen y son violadores”. La mesa estaba servida y solo restaba esperar las elecciones. Donald Trump ganó en 2016 y ya a estas alturas de 2017 puso en marcha la maquinaria del nacionalismo. De pronto sucedió que el país que hizo del intervencionismo un capítulo en su manual de estilo, era en realidad la víctima de la maldad internacional. Trump instauró con fuerza aquello de nosotros contra ellos y así va tejiendo una meticulosa trama de odios y resentimientos que determina, por ejemplo, la construcción de un muro. La paradoja de los microclimas del mundo actual es tal que el país que exporta el modelo del libre comercio se vuelca ahora al proteccionismo porque descubrió que todo el sistema mundial se aprovechaba de él.Con todo, el nuevo escenario que va dejando la retirada de la primera economía global abre con fuerza la posibilidad a las guerras comerciales, pero también genera un nuevo contexto que otros países podrían ocupar. Tal el caso de China, como se explicó anteriormente en otro artículo de este suplemento, pero también para otras economías asiáticas e incluso africanas.Aunque todavía tibio comienza a hacerse visible el primer efecto separatista interno. El “Calexit”, aquella propuesta surgida casi irrisoriamente en 2015 que promueve la separación del estado de California, va sumando adeptos. Y es que en la elección presidencial de 2016, casi 5,5 millones de californianos -que representan el 61,5% del total-, votaron en contra del hombre que ganó proyectando el miedo a los otros y propone una lucha de todos contra todos.Por Guillermo Baez
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