Es misionera, nacida y criada en la ciudad capital. Se formó como abogada en suelo porteño, lugar donde también supo construir una vida de confort, trabajo y seguridad económica, en poco tiempo y siendo muy joven. Sin embargo, acosada por una crisis existencial -típica del ser humano- decidió cambiar de vida para dejarlo todo, calzarse un par de zapatillas, agarrar una mochila, unos ahorros (que los juntó vendiendo todas sus pertenencias) y caminar por rutas, buscando saciar su “Adicción por los viajes” (nombre con que denomina su blog).Lleva un año y medio “pateando” caminos por el mundo, usando las redes sociales para hacer sus catarsis, contar sus anécdotas y tirar pistas para viajar al menor costo. Ella es Marina Bianco (28), mujer de zapatillas gastadas, que sin perder su ritmo nómade, habló en exclusiva con PRIMERA EDICIÓN.Antes de ser trotamundos, era una de esas criaturas que muchos quieren ser: joven, con trabajo bien pago, un departamento lindo -en un buen barrio- y viajes cada tanto. Pero, como “Dios le da pan al que no tiene dientes”, después de un viaje a Brasil -resultado de un ataque impulsivo, ante la impotencia de no poder viajar a Europa con amigas, descargando la ira en una página de viajes y con un click, esta chica urbana decidió cambiar de cotidianidad, profesando venderlo todo para poder irse quién sabe dónde. Y así comienza la historia…¿Cómo fue que te decidiste?Toda mi vida soñé con hacer un viaje sin fecha de retorno, pero me parecía una locura o algo imposible. No sabía de qué iba a vivir, me preocupaba demasiado por el futuro, tenía miedo de alejarme de mi familia y de mis amigos. Además no me creía capaz de viajar sola, con nada más que una mochila. Pero, a los veintiséis años me fui de vacaciones sola (a Río de Janeiro) y tuve un par de “revelaciones”, como les digo yo. Descubrí que era más extrovertida y flexible de lo que pensaba, que la pasaba bien conmigo y que necesitaba muy poco para ser feliz. Fueron tres semanas de puro encuentro y reflexión. Creo que en ese momento tomé le decisión de viajar, acepté que lo que más quería era eso y que no estaba dispuesta a cargar con la mochila de no haberlo hecho. Pero para ese entonces tenía deudas, cero ahorros y mucho miedo, así que recién un año y medio después salí de viaje: el 23 de enero de 2016.¿Cómo era tu día a día antes de irte a recorrer el mundo?“Antes de salir de viaje tenía una vida bastante normal (bueno, si es que existe la normalidad). Me levantaba todos los días a la misma hora, trabajaba de lunes a viernes como abogada en una oficina, tomaba clases de portugués y de actuación. En una época también trabajaba como profesora ad honórem en la Facultad de derecho de la UBA (Universidad Nacional de Buenos Aires). Los fines de semana me juntaba a comer con mi familia, paseaba en bicicleta y salía con amigas. Tenía una casa con armario y alacenas y cobraba todos los meses un sueldo que me permitía acceder a muchas cosas.¿Cómo es ahora que viajas todo el tiempo?Desde que salí de viaje ningún día es igual al anterior, porque todo el tiempo conozco personas y lugares nuevos. No tengo trabajo fijo ni casa, me doy pocos gustos y vivo con mucha adrenalina e incertidumbre; a veces son las seis de la tarde y no sé ni dónde voy a dormir. Pero soy mucho más libre y feliz que antes.¿Viajas sola?Salí de Argentina sola, pero a los 15 días de haber empezado a viajar conocí a Guido, otro argentino que también había renunciado a su trabajo para recorrer Sudamérica. Nos enamoramos, nos pusimos de novios y empezamos a viajar juntos.¿Cuánto tiempo estas viajando y cómo te costeas los traslados, la comida y hospedaje?Primero tomé un avión con destino a Salta y empecé a avanzar por tierra en dirección al norte. Desde ese día no paré: estuve en Bolivia, en Perú, en Ecuador y en Brasil y ahora estoy en Colombia. El próximo destino es Centroamérica, pero todavía no sé qué país. Viajo y vivo de la fotografía y el asesoramiento en redes sociales. Aprendí viajando, porque yo estudié abogacía, pero me encanta y consigo muchas cosas. Por lo general, intercambio mi trabajo por hospedaje, comida y excursiones, a veces también consigo trabajos pagos.¿Cuánto tiempo permaneces en cada lugar? ¿Y qué te interesa saber?Me quedo en cada lugar hasta que siento que es hora de irme. A veces son cuatro o cinco días, a veces dos meses. Y lo que más me interesa de cada sitio nuevo que conozco es la gente. Saber cómo viven, qué piensan, qué sienten. Siempre digo que de este viaje no me llevo paisajes (aunque también los hay y son muchísimos) sino experiencias con diferentes culturas.¿Cuál es el lado “B” de viajar y vivir así?Extraño muchísimo a mi familia y a mis amigos. A veces me siento existencialmente sola. Viajando se conoce mucha gente pero siempre la misma historia: ‘cuando te encariñás te tenés que despedir. También extraño mucho tener una casa, armario, alacenas… Armar y desarmar la mochila todo el tiempo es súper cansador.Hablaste de tu familia, ¿qué opinión tiene sobre todo esto?Mi familia la mejor. Al principio se lo tomaron un poco mal, no podían creer que dejara todo para ir a no sé dónde a hacer quién sabe qué. Creo que tenían miedo. Pero después entendieron que viajar por tiempo indeterminado era mi sueño y me apoyaron.¿Cómo te ves en el futuro?No sé cómo me proyecto a futuro. Pero estoy segura de que quiero viajar siempre, quizá el día de mañana busque una casa y haga paradas más largas, pero no me imagino quieta con un trabajo “normal” habiendo tanto mundo por conocer. No me imagino trabajando en una oficina de lunes a viernes, con horarios rígidos y un jefe. Cambiar me cambio mucho la cabeza en ese sentido. Lo que más vale en la vida es mi tiempo, es lo único que no se recupera. Eso aprendí viajando.¿Qué le dirías a alguien que está en la disyuntiva de hacer lo que hiciste?A cualquier persona que quiera viajar, pero tiene miedo, le diría que lo haga, sin importar la edad ni las posibilidades económicas. El mundo siempre espera con los brazos abiertos y existen miles de formas de financiarse. Viajando uno se vuelve muy creativo, muy astuto; se le ocurren cosas que en su zona de confort quizá no se le ocurrirían”.Actualmente Marina se encuentra en el Caribe, en Colombia, recorriendo playas paradisíacas y lugares, que según su opinión, se contrasta la belleza de la naturaleza con la miseria de muchos pueblos que habitan esas zonas. Uno de esos lugares es Cabo de la Vela, en donde las playas son de color azul, la gente de piel quemada y sonrisas blancas, y la escaeces de agua dulce, desperfecto natural que hace a la necesidad de un camión cargado de agua para sus pobladores. Para cerrar esta historia, que cuesta porque está llena de detalles interesantes para contar, Marina asegura que: “Puede que esta vida no te guste o
que pese a tus esfuerzos las cosas salgan mal. Pero también puede que te levantes todos los días, como yo, con la convicción de que viajar fue la mejor decisión que tomaste en la vida. Para saberlo, no queda otra que probar”, finalizó.
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