Decidió abandonar su propia casa para ocultarse en un lugar donde “él no me pueda encontrar. Al menos eso espero”, confía Eliza De Souza (48), quien por milagro eludió a la muerte en diciembre pasado, cuando recibió tres disparos en una parada de colectivos. El agresor fue Manuel Rivero (53), su expareja.A casi un año de lo ocurrido, esas heridas han cicatrizado pero las secuelas permanecen: Eliza perdió la movilidad del brazo izquierdo y tiene dificultades en la rodilla del misma lado. Además, una de las balas le afectó órganos vitales. “Los dolores con los que vivo son constantes e intensos y en los próximos días me tengo que someter a otra intervención quirúrgica”, relató a PRIMERA EDICIÓN. Por los hechos Rivero, quien escapó en dos oportunidades de la Justicia e incluso estuvo un mes prófugo hasta ser recapturado, fue imputado del delito de “tentativa de homicidio” y permanece alojado en la Unidad Penal VI de Miguel Lanús.No obstante aquello, la tranquilidad de Eliza se quebró días atrás, cuando recibió llamadas desde la prisión. Del otro lado del tubo escuchó la voz de Rivero, quien “volvió a atormentarme con amenazas”.“¿Cómo puede ser que tenga un teléfono celular en la cárcel? ¿cómo hace las llamadas? Está encerrado y sigue atormentándome”, se pregunta Eliza, quien ya radicó las denuncias correspondientes ante las llamadas que le hacen revivir un pasado tenebroso. “Cuando pensé que me estaba recuperando, él volvió. Y ahora siento que todo comienza otra vez”.Dejarlo todo por miedoLa confusión, el dolor y el pánico persisten en los ojos de la mujer, quien desde hace unos días reside en una vivienda cercada por muros y rejas oscuras. Se mudó después de recibir las llamadas amenazantes de su exmarido, quien le aseguró que “vas a llorar si mi hijo más chico no me visita a la prisión. Te voy a golpear donde más te duele”, relató.Fue entonces que ella lo dejó todo y escapó. “Ahora estoy escondida donde creo que estoy segura”, admite. Su temor le impide salir incluso a la vereda. Y por lo tanto, desde hace dos semanas abandonó las sesiones de kinesiología, un tratamiento para restablecer la movilidad del brazo. Antes de salir de la vivienda, la mujer alertó a las autoridades sobre las comunicaciones mantenidas con el detenido. “Pido que le quiten el teléfono celular. Las llamadas las realizó por la noche. La Justicia me dijo que me quede tranquila, que no va a salir. Pero yo no estoy tranquila”, dice la entrevistada, y recuerda las dos fugas de Rivero. “Nada me tranquiliza, porque puede escaparse otra vez. ¿Y si se escapa?”, vuelve a preguntarse conmovida.Ella estaba solaEliza se enfrentó a la muerte el miércoles 14 de diciembre, alrededor de las 8, cuando fue sorprendida por Rivero, quien le disparó al menos cuatro veces cerca de una parada de colectivos de la esquina de las calles Avellaneda y 156 A, en el barrio San Marcos de Posadas. “Yo estaba sola y él aprovechó. Lo planeó todo”, sostuvo la mujer. Ese mismo día Rivero fue detenido cerca del arroyo El Zaimán. “Estuvo doce días encerrado hasta que se escapó”, precisó. Esa fuga se registró el lunes 26 de diciembre, cerca de las 6.30, cuando efectivos de la comisaría seccional Octava descubrieron que el acusado escapó tras limar dos barrotes y romper un tejido que lo llevó hacia la libertad por medio de los techos de la dependencia.“Cuando estaba en el hospital y él estaba prófugo, yo tuve miedo de que me encuentre porque me había dicho que todo lo que comienza siempre lo termina y que nunca deja algo pendiente. Sé que me quiere matar”, aseguró. El acusado estuvo 29 días prófugo hasta que los efectivos del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía provincial lo atraparon en la localidad correntina de Ituzaingó, tras ser descubierto escondido entre malezas en un campo de Villa Olivari, sobre la ruta nacional 12.Sin embargo, esa no fue la primera fuga para el agresor. En noviembre de 2016 también había sido detenido por circular con una escopeta cuando conducía una motocicleta. Esta vez la seccional de la que escapó, aprovechando un presunto descuido de los guardias, fue la Decimoctava. Para Eliza estos antecedentes son una prueba de que “él es muy peligroso y busca la forma de salirse con las suyas”.Pensar en defenderseDurante 29 años, la mujer convivió con Manuel Rivero, con quien tuvo diez hijos. La entrevistada contó que soportó todo tipo de humillaciones, maltratos, golpes y amenazas. Hasta que un día dijo: “basta”.“Yo decidí sacarlo de la casa y se enojó, enfureció. Cuando me disparó ya tenía una restricción de hogar, pero nunca la respetó. Siempre volvía a la casa y me amenazaba”. En más de una ocasión la mujer pensó en defenderse. Pero “¿cómo lo haría? Si no sé cómo me puedo defender”, confesó.Es que Eliza se define como una mujer pacífica que no tolera la violencia. “Aguanté la violencia toda una vida. Una vida de golpes, de que te tiren cosas, y eso ya no lo acepto. Siempre busqué hablar, prefiero que las cosas se solucionen con palabras, lamentablemente él no pensaba igual”. Empezar desde ceroLa pérdida de movilidad del brazo izquierdo dificultó su vida. Pero la mujer, modista, no se desalienta. Inquieta y emprendedora, explicó que desde hace unos meses volvió a involucrarse en un mundo donde se siente segura y cómoda. “No puedo quedarme sin hacer nada y por eso aprendí todo de cero. Tengo que defenderme con una sola mano y día a día lo voy logrando”. Fueron varios los clientes que le pidieron trabajo y hasta ahora “nadie se quejó”, cuenta, por fin, con una sonrisa.No obstante, Eliza no se piensa libre. Siente que su libertad está condicionada y que tanto su agresor como ella están presos. “Él en la prisión y yo me escondo por las amenazas que me hace, sé que las quiere cumplir. No me queda más que ocultarme del hombre que me quiere muerta”.
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