Hace cinco años, en el barrio Smata de Posadas, Mario Jara rescató a la mujer de entre las llamas y le devolvió la vida. Su relato, en primera persona.(Nota completa publicada por PRIMERA EDICIÓN el 11 de enero de 2013)
El peligro, como el miedo, puede paralizar o impulsar a una persona a protagonizar actos sobrehumanos, de un heroísmo de película. No ocurren siempre, generalmente sólo en circunstancias extremas, quizá excepcionales. Como sucedió el miércoles en el barrio Prat-40 Viviendas, donde un enfermero derribó la puerta de la casa de una vecina y la rescató de entre las llamas, cuando el fuego amenazaba con llevarse lo que encontraba a su paso, incluida la vida de la mujer.
Se llama Mario Jara, tiene treinta años, es padre de cuatro niños y trabaja en doble turno: a la noche en la Unidad Central de Emergencias y Traslados del hospital Madariaga. A la mañana, en el servicio de emergencias de Iamip-Medisur.
Desde el miércoles se convirtió, sin quererlo, en un héroe de carne y hueso, de esos que se cruzan en la calle y no en un filme de Hollywood. Ese día, a las 8.30, fue protagonista de una historia de valientes. Sucedió así.
Gladys López, propietaria de la vivienda construida por el Iprodha en el barrio Prat-40 Viviendas, detrás de las instalaciones del club del Smata, dormía cuando se produjo el principio ígneo.
Al parecer, se debió a un desperfecto eléctrico en la habitación de los hijos que, por fortuna, no estaban.
Eran aproximadamente las 8.20 cuando la mujer despertó, con el humo que volvía casi imposible la respiración. Caminó como pudo, de un lado al otro de la pared, hasta la puerta de acceso principal, pero cayó inconsciente cuando intentaba abrirla.
Unos diez minutos después, los vecinos se percataron que del interior de la vivienda salía demasiado humo, prueba irrefutable de que se incendiaba.
La vivienda estaba rodeada de mujeres cuando Mario Jara pasaba por el lugar y se acercó al observar la aglomeración de gente. Entendió rápidamente cuál era la situación y decidió actuar. Derribó la puerta a patadas e intentó entrar, pero el metal del picaporte le quemó las manos.
Merced a esa circunstancia se percató de la temperatura reinante dentro de la casa, del calor abrasador y sofocante del incendio. El humo volvía prácticamente nula la visibilidad.
En una de las habitaciones de la vivienda podía verse las primeras llamaradas. Jara empapó una toalla y un mantel en agua. Con la primera se tapó el rostro y utilizó el mantel para cubrirse la espalda. Así ingresó a la sala.
No se veía nada, porque el humo parecía salir del piso, tenía un metro de altura y era completamente negro. Me estaba por ir cuando escuché que alguien tosió. Miré hacia la puerta y vi a la señora tendida en el suelo, pegada a la puerta de entrada a la casa. Me contaron que intentó abrirla pero no pudo, porque había tragado mucho humo y estaba asfixiada. Por suerte no había niños ni mascotas, recordó el enfermero.
El rescatista aseguró que la mujer habrá estado en esa situación por espacio de diez minutos.
Una vez a salvo del fuego, Gladys López fue trasladada de inmediato al Hospital Escuela de Agudos Ramón Madariaga. Allí se informó que presentaba un principio de asfixia y había sido alojada en observación.
El milagro hecho realidad
Los especialistas aseguran que una tragedia no es otra cosa que una concatenación de factores azarosos que, por lo general, no ocurren y que en forma excepcional se confabulan para que aquella suceda.
En esta ocasión resultó al revés: la casualidad jugó a favor para evitar una tragedia, que hubiera sido el fallecimiento de Gladys López.
Mario Jara, por lo general, visita a su madre a la noche, antes de iniciar el turno en el hospital Madariaga. Pero ese día, por esas cosas del destino, decidió hacerlo a la mañana. Salió a las 6 de su trabajo y se dirigió al domicilio materno.
Llegó a eso de las 8.30. Caminaba por la calle 178a justo cuando se iniciaba el incendio en la casa de Gladys López. Alrededor de la misma había sólo mujeres. Fue cuando este enfermero, de treinta años, decidió intervenir.
Favorecido por un físico privilegiado, derribó la puerta e ingresó, cubierto con una toalla y un mantel empapados en agua. Así rescató a la víctima y en andas la sacó al patio, por la puerta trasera, la misma que había logrado abrir.
Discussion about this post