Decidido a cambiar el día de un niño, Néstor Franco, un empleado público misionero, comenzó a restaurar juguetes y donarlos. Luego, sumó a su tarea solidaria el arreglo de sillas de ruedas, bastones y andadores.
El alma de Néstor Fabián Franco es tan generosa como su apellido, por eso la empatía, ese don de percibir, compartir y comprender lo que otro ser puede sentir, que en el mundo el trajinar y, por qué no, el narcisismo, fue apagando, encontró en él un cómplice, una mano amiga capaz de dibujar una sonrisa en el rostro de un niño al que la vida no llenó de oportunidades con un juguete restaurado o para llevar un poquito de comodidad a quien arrastra sobre sí una discapacidad y no cuenta con recursos propios para lograrla.
El diagnóstico médico que dieron a su papá, quien falleció meses después, y el provenir de un hogar humilde, al que los juguetes llegaban en ocasiones especiales, algún cumpleaños o Navidad, la mayoría hechos por su padre, motivó a Franco a, con recursos propios, dedicar su tiempo libre a restituir juguetes, iniciativa a la que tiempo después sumó los aditamentos para discapacitados.
Como pasa en toda la provincia y, prácticamente, toda casa, un pequeño pasaba por su domicilio, en busca de comida y alguna ropa. Un día, un juguete que encontró en la calle y arregló, con lo que tenía, le devolvió la más bella carita de alegría que había encontrado, imagen que, con altibajos, lo ató para siempre a este proyecto que inició allá por junio de 2014.
Empecé en un departamento, con una mesa y elementos indispensables para ir amañándome, fui aprendiendo, los tutoriales de Youtube fueron muy importantes, luego me fui especializando, buscando profesionales, de pintura, de carpintería, que me pudieran hacer recomendaciones, fui comprando herramientas una a una y formando mi modesto taller, contó a Ko´ape.
Durante los primeros dos años, Franco puso en valor 1.800 juguetes, pero las necesidades que vio iban mucho más allá, así que a su taller llegaron también bastones, andadores, sillas de rueda
y todo lo que pudiera facilitar la vida a quien tiene un impedimento.
Fui estudiando cada material, los primeros tiempos fueron de aprendizaje, fue a prueba error, después me fui especializando, interiorizando con cada material; para las sillas de ruedas consulté a ingenieros, médicos y enfermeros, para lograr la mayor practicidad y comodidad posible, confió.
Y recordó que también hice rampas para discapacitados, para las que consulté a arquitectos para estar al tanto de los más mínimos detalles, porque hoy en día tenemos que ser conscientes que la accesibilidad no es sólo para las personas con discapacidad ni adultos mayores, sino para todo el mundo, muchas tienen tanta inclinación que son para subir con motor.
Huellas en la vida
Un juguete puede dar cinco minutos de alegría a un niño de bajos recursos, pero también dejará en ellos una marca que no se borrará jamás, por eso Franco no descarta si quiera el factor sorpresa, cada obsequio llega envuelto, con el nombre y edad del receptor y escogido según su capacidad lúdica.
Cada vez que entrego juguetes sé a quién van, hago un censo previo, porque es fácil repartir juegos para todo el mundo y terminan las nenas con una pelota y los varones con muñecas, por ejemplo, entonces también tomé conciencia de lo que dicen los mismos fabricantes en cuanto a las edades y demás, mencionó el restaurador.
Y claro que hay anécdotas que emocionan hasta los huesos, como cuando un niño de trece años recibió su primer juguete propio (un auto a control remoto), estaba terminando séptimo grado y para él y sus cinco hermanitos siempre fue la pelota que los padres podían comprar, compartida, y la única nena en la familia tenía una muñeca desde hacía cinco años que le había regalado el padrino; llevarle un juguete a cada uno fue lo más, las lágrimas te saltan de tanta emoción, allí también está el por qué hago esto, la satisfacción que da la gente, apuntó.
En otra oportunidad llevé una silla de ruedas a Panambí, a un señor de 45 años, sólo un poco mayor que yo, que sufrió un accidente y perdió las dos piernas, estaba entregado, desde entonces su única satisfacción era que un familiar lo lleve hasta un sillón fuera de la casa a mirar cómo pasaban los autos; a los dos meses su hija se comunicó y me dijo que era otra persona, que se iba al pueblo, pagaba sus cuentas, hablaba con los vecinos, amigos, que a veces ellos lo acercaban y que ya sabían cómo levantarlo. Una silla de ruedas que durante un año estuvo a la intemperie porque verla le causaba dolor a una persona, porque en ella falleció un familiar, se transformó en una oportunidad, en la vida de alguien; esas satisfacciones no te las quita nadie, confesó.
Al lado de la gente
Otro motivo por el que hago esto es porque soy empleado público y tengo bien entendido que el sueldo me lo pagan los contribuyentes, entonces esta es una forma de devolverle a la comunidad lo que ella me da. Lamentablemente, como trabajo en un estamento político, directamente lo relacionaron con eso, se dijo que algo estaba tramando, pero aquí todo eso queda fuera, no recibo ayuda de ningún estamento público, y el trabajo es sin distinción de religiones y sin empresas, porque se cuelgan de las tareas solidarias sólo para figurar, subrayó Franco.
E hizo hincapié en que escuchó cosas muy tristes, hay gente mala y mucho se dijo sin razón, iba a cerrar el proyecto, después me dije no, lo hago por la satisfacción que me da, volví a poner impulso, traté de comprometer a la gente, por ejemplo, socios benefactores, con una pequeña cuota para comprar insumos, pero no funcionó, no encontré compromiso, por más que mostraba todos los recibos y los juguetes; en estos cuatro años volví a empezar como cinco veces.
Mucha gente hoy en día no mira más allá de los muros de su casa, se lamenta en las redes sociales por personas durmiendo en la calle, por ejemplo, pero no se acerca; los abuelos que están en el geriátrico son otro caso, sólo necesitan un abrazo o alguien que los escuche, quieren compartir un mate y con eso se les cambia el día, opinó.
Quiero hacer mucho, pero tengo tan poco y, a veces también digo con poco puedo hacer mucho y eso fue un puntal, hoy un juguete no baja de los 100 pesos y con 10 o 15 podés restaurar uno; una silla de ruedas ronda los 4 mil pesos y con 400 podés restaurar una, con pintura, tapizado, el almohadón correcto, porque hay que tener en cuenta que debe adaptarse a cada situación, las obras sociales entregan las de traslado, pero no para una persona que no puede moverse y debe permanecer en ella durante muchas horas y por tanto va sufrir escaras en pocos días, así que me especialicé y trato de amoldarlas a las necesidades, remarcó.
Y para eso trabajo con médicos, a quienes llevo los casos y me asesoran, se va a aprendiendo a medida que se va trabajando y con cada caso; si tuviera los recursos podría hacer una fábrica, esa era mi intención, pero es difícil cuando el dinero no alcanza, se requieren máquinas que no son económicas, equipos de soldar, compresores, amoladoras, caladoras, aerógrafos, aunque de a poquito voy haciendo, finalizó.
MANOS QUE CUMPLEN SUEÑOS
Néstor Fabián Franco no fue a una escuela técnica, pero supo aprovechar su habilidad con las manos y llegar a quienes más lo necesitan, historia que el productor local Marcelo Dacher supo contar con detalle en Tiempo para dar.
PARA CONTACTARSE
Localizar a Néstor Fabián Franco no es difícil, simplemente se puede ubicarlo en su página personal de Facebook o del grupo, también en esta red social, Un juguete por una sonrisa, donde incluso está su número de celular.
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