Jennifer Beatríz San Paulo (29) nació con 1.250 kilogramos, sin el pie izquierdo y a los pocos días le amputaron parte del brazo derecho. Sin embargo nada la detiene, es esteticista e instructora de zumba.Alegre. Inquieta. Dinámica. Así se ve a Jennifer San Paulo (29) a pesar de los problemas físicos que se presentaron tras su nacimiento en el Hospital SAMIC de Eldorado.
Llegó al mundo sin el pie izquierdo y a causa de una infección le fueron amputando el brazo derecho. Estuvo internada cuarenta días en terapia intensiva con un 40% de posibilidades de vivir. Pero su salud evolucionó y aprendió a hacer frente a las adversidades. Acumula 13 títulos en lo que hace al cuidado del cuerpo -no ejerce por el momento- pero ama la danza y por eso se recibió de instructora de zumba porque es como tocar el cielo con las manos.
Radicada en la casa de sus padrinos, Ana Merlender y Orlando Grevinski, en El Alcázar, contó que los médicos estaban dispuestos a amputar el brazo completo pero la intervención de su papá logró frenar la iniciativa. Les pidió que la cortaran antes el codo y vieran que no subiera la infección para que me pueda manejar. Y gracias a Dios el proceso se detuvo, dijo.
Recordó que tuvo una infancia muy buena, con hermanos como Enrique (38), Yessica (31) y Kevin (21), que la ayudaban a colgarse de las lianas, y amigas que aún conserva, que nunca hicieron diferencias.
No notaba que había algo raro hasta los 15 años cuando una vecinita comenzaba a gritar cada vez que me veía. Fue entonces que me empecé a asustar, a no querer salir, a sentir vergüenza, a no querer mostrarme. Perdí casi dos años de colegio porque faltaba mucho y si asistía a clases no prestaba atención. Me tapaba porque parecía que todos me miraban. Fue como un retroceso, cosas que nunca antes había hecho.
Pero el rol que cumplió la profesora de educación física Ana Rosa (ya fallecida) fue casi tan importante como el de sus padres, Eduardo y Rosa Merlender. Le exigía flexiones de brazos, a hacer saques de vóley, practicar gimnasia y aprender a nadar.
Ella creía en mí y eso hacía que yo le pusiera toda la garra a lo que intentaba. Así me sacó adelante. La remé, fui a estudiar. Soy esteticista, hago todo tipo de masajes, pero amo bailar, celebró.
A falta del pie izquierdo, desde pequeña y hasta los 21 años se movilizó con una prótesis que se remachaba, se arreglaba, se pegaba. Era pesada como un ladrillo por eso caminaba como una zombie, me sacaba la piel, me producía heridas, confió. Fue por eso que se animó a publicar su historia, contar lo que estaba viviendo y lo que costaba movilizarse.
María Ocampo, profesora de zumba de San Ignacio, donde vivió junto a su familia hasta hace un año, leyó el escrito, se interesó en la situación y comenzó a buscar la manera de conseguir una bota nueva para Jennifer. Con la bota rota, la joven empezó a hacer zumba y creó en Facebook la página Caminitos de Esperanza, mediante la que personas de todas partes comenzaron a colaborar con la causa.
Para que la gente supiera para qué necesitaba tanto 63 mil pesos, que para mí era un mundo, me sugirieron que grabara un video amasando pan o chipa. Se sumaron familiares, amigos, vecinos, que hacían venta de comidas para reunir la cifra y logramos el objetivo, confió. Pero hace unos meses surgieron algunos problemitas porque estoy bailando mucho, desde que la tengo no paré de moverme, agregó entre risas.
Recordó con nostalgia que su hermana Yessica iba a danza y ella estaba siempre detrás pero que nunca pudo seguir el ritmo porque la prótesis no le permitía. Pero ya más grande bailó en los corsos de San Ignacio como pasista de comparsa. También guiaba a los más chicos y les armaba la coreografía.
Los niños pasaban y yo tenía que salir corriendo para prepararme y competir, acotó. Incluso se ocupaba de los trajes. Como mi hermana me enseñó a bordar tenía el toco lleno de puntitos por los constantes pinchazos.
El pobrecita no va conmigo
Para Jennifer, Dios y la Virgen son la base. Me falta el brazo, la pierna, el dedo, pero creo que Dios me llenó de otras cosas que a lo mejor muchos no ven o no valoran hoy en día. Me dio eso de estar pendiente del otro, de tratar de ayudar, de hacer lo mejor. Me dicen: dale, metele, arriba. ¿Por qué estar mal?, remarcó.
Decae, pero cuando estoy mal trato que nadie se entere, no me gusta dar lástima. El pobrecita no va conmigo. Detesto que me tengan compasión. Sé que lo hacen de buena manera pero igual molesta. Gracias a Dios me arreglo con todo: lavo el piso, los platos, ando en bicicleta, y si no puedo, lo intento. No me salía escribir entonces probé atando la birome con una gomita, ahora estoy probando sin ella, envolviendo en la ropa. Me tiene que salir, aseguró.
Se considera una persona transparente, a la que le gusta servir pero no enfrentarse ni victimizarse. Su mensaje es que siempre hay que remarla, luchar, por más que uno tenga alguna dificultad, una diferencia. Dios siempre te da herramientas y si no es a vos, es a personas cercanas que siempre te van a impulsar a ser mejor y para que veas lo hermosa que es la vida. Lo poco que puedo transmitir o hacer por el otro, para mí es todo, no me hace falta nada. Cuando me bajoneo digo: por algo pasó. Hay que mejorarlo, trabajarlo y salir adelante, como sea.
Por iniciativa de Teo Estrella, en diciembre le entregaron un brazo ortopédico. Al principio dudó pero después pensé que podía servirme para dirigir zumba y para sentir la sensación de lo que es tocar a mi otra mano, cruzar los dedos, más allá de barrer o agarrar la taza, el mate.
Ella se comunicó con Guillermo y Gerónimo -padre e hijo que fabrican y donan manos ortopédicas-que son los creadores de Te doy una mano y ellos comenzaron a trabajar sobre mi pedido. Cuando empezó a practicar con el nuevo miembro me frustraba muchísimo. Ahora ya la hice percha de tanto bailar e indicar. Pronto me harán otra y me la entregarán en unos meses.
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