Veníamos de seguir la línea de energía ascendente de los siete chakras principales a lo largo de la columna vertebral y en la cabeza. Allí hemos visto que el chakra de la coronilla o Sahasrara es el centro más alto del cuerpo. A diferencia de los centros inferiores que se abren hacia adelante -con excepción del más bajo que se abre hacia abajo precisamente-, el Sahasrara se abre hacia arriba, hacia el infinito y cuando ha sido plenamente activado es capaz de revertirse simultáneamente para irradiar como un sol.
Al principio no difiere en tamaño de los demás, pero cuando el individuo evoluciona en el sendero espiritual se acrecienta hasta cubrir toda la parte superior de la cabeza como una corona de luz, albergando una frecuencia superior de vibración de la energía que ha sido representada por los artistas como un halo o aureola en personas santas o muy evolucionadas. También la tonsura de los monjes se origina en la efusión de energía espiritual desde este centro. Y a propósito recordemos que los huesitos abiertos en la tierna fontanela del recién nacido pronto se cierran, pero muchas lecturas referidas a tradiciones espirituales nos describen una reapertura sutil en el iniciado, cuando el maestro toca este lugar de su discípulo para conseguir su despertar.
Este chakra se activa tardíamente en la vida, es el último en abrirse y lo hace cuando hemos aprendido la naturaleza espiritual de la existencia, cuando estamos preparados para vivir libres del ego y receptivos a las leyes superiores del universo, cuando asumimos la responsabilidad de servir al mundo y al planeta, porque el centro coronario se corresponde con el más alto nivel espiritual.
Para la milenaria tradición del Yoga es la abertura hacia la realidad absoluta. Cuando el yogui activa su ascensión, va transmutando las energías desde lo más bajo a lo más alto para que su ser inferior se reúna con el ser superior y poder alcanzar el Yoga o unificación con la conciencia cósmica. Habiendo trascendido así todos sus deseos, sentimientos y emociones, entra en un estado iluminado de conciencia llamado Samadhi y alcanza el sat-chit-ananda, que es verdad pura, ser y dicha. Sri Aurobindo expresaba al respecto: Cuando la conciencia se libera de las miles de vibraciones mentales y físicas en que yace sepultada, se instaura el júbilo.
Además, en el Sahasrara resuena la séptima nota musical que es Si, por encima de la cual está el Do de la octava superior. Dejemos que Dominique Coquelle nos hable de esto: Por encima del chakra coronal, no en el espacio sino en otra dimensión, la energía se canaliza en un eje de vibración inmaculado y no manifestado. Este eje atraviesa tres centros sucesivos que corresponden a la cima de los tres campos áuricos (los veremos en otra nota), enlaces energéticos cada vez más sutiles hacia el chakra supremo, que no requiere ningún fundamento y que representa lo divino, donde la energía del ser se reintegra y se unifica. Estos centros representan etapas en el desarrollo interior y tienen una realidad energética, sutil, que no se debe encerrar en la rigidez de una visión racional y limitada.
En este nivel la conciencia experimenta el Yo Soy, la unión con el propio origen, con la realidad divina que nos habita como maestro interior y tiene que ver también con la experiencia mística de todas las tradiciones religiosas, porque esta experiencia consciente es la que inspira a los guías espirituales.
En este nivel sintonizamos con nuestro propósito en la vida y la sabiduría guía cada una de nuestras acciones, pensamientos y palabras. En este nivel comprendemos la unidad con toda la vida y estamos más cerca de todos los seres en una unidad más profunda y real. De este nivel siempre regresamos para brindarnos en el más genuino servicio y en actividades creativas inspiradas en la intuición. Su vinculación con la mente se relaciona con la lucidez y con el sentido de la existencia, con la construcción del sistema de creencias y del programa maestro para edificar nuestra realidad.
Muy relajados, al centrar la atención en la meditación ayudamos a que el Sahasrara se mantenga activo y abierto, y entonces el mismo chakra nos mantiene la comodidad necesaria para la estabilidad, y una paz muy profunda desciende sobre cuerpo, mente y espíritu. Y de modo muy simple sentimos la unificación con todo, en una fracción de segundo, en el ahora. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
376-4430623
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