La acumulación de basura en los alrededores de la actual planta de separación y transferencia de residuos de esta ciudad motivó quejas vecinales y hasta un pedido de informes en la Legislatura misionera.
La actual planta de separación y transferencia de residuos de esta ciudad, concretada entre 2010 y 2011 a través del Plan de Gestión Integral de Residuos Domiciliarios en Municipios Turísticos, del Ministerio de Turismo y la Secretaría de Ambiente de la Nación, quedó ampliamente sobrepasada por la cantidad de basura que genera el principal destino turístico de la provincia. Producto de ello, la acumulación de basura en los alrededores motivó quejas vecinales y hasta un pedido de informes en la Legislatura misionera.
Cuando se decidió el lugar de emplazamiento de la actual planta, los límites de la ciudad llegaban prácticamente hasta sus puertas. Pero la superpoblación que en esos años no se detuvo, y que trajo aparejada la conformación de nuevos barrios, hizo que hoy el complejo se encuentre en un nudo de conexión de populosas barriadas en la zona conocida como 2.000 Hectáreas.
Además, se construyó con una capacidad de carga de 70 toneladas diarias, lo que está lejos de las casi 100 toneladas que llegan por día al lugar, solamente proveniente de la recolección municipal, sin contar con grandes hoteles, supermercados y hasta particulares que llevan sus residuos en sus propios vehículos.
Julio Ferreyra, presidente de la Cooperativa de Recicladores Cataratas, el grupo que tiene a cargo la separación de los residuos para luego clasificarlos, señaló que no es ninguna novedad que haya basura acumulada en la planta, ya que, en épocas de alta afluencia turística, como los feriados largos o en temporada alta, la planta puede llegar a duplicar la cantidad de basura que recibe por día.
Esa situación llevó a la Comuna a realizar recientemente trabajos de ampliación en el sector de la playa, para poder acumular más residuos y así poder hacer frente a eventualidades como cortes de ruta o alguna otra situación que impida sacar la basura de la planta. Actualmente la capacidad puede llegar a las 100 toneladas, según indicó Ferreyra.
Hoy en día llegan en promedio entre 80 y 90 toneladas diarias, pero en temporada turística alta pueden llegar a ingresar hasta 120 toneladas en un solo día, sin contar los particulares.
Siempre viene gente que vive en los alrededores, debido a que la planta quedó en el medio de barrios muy poblados, que no existían en 2011 cuando se habilitó. Ahora estamos rodeados de barrios y la basura genera olores y lastimosamente es inevitable que los vecinos se quejen, argumentó Ferreyra.
Actualmente la empresa AESA es la que hace la transferencia de residuos al relleno sanitario de Caraguatay, con cuatro viajes por día.
Entretanto, la cooperativa de recicladores tiene 25 trabajadores, que -según su presidente- son suficientes para realizar los trabajos de separación y clasificación de residuos.
De acuerdo a lo informado por Julio Ferreyra, hasta ahora en la planta no se notó ninguna diferencia desde el momento en que comenzó a aplicarse la normativa que prohíbe a los comercios de Iguazú entregar bolsas de polietileno y que se utilicen bolsas de diferentes colores para lograr la separación en origen. La gente todavía no hace la separación de la basura, se tiene que concientizar mucho todavía para que en el futuro se pueda trabajar mejor, opinó.
La planta de transferencia tuvo un costo de 5.891.411 dólares, pero el dinero no fue utilizado solamente para construirla, sino que además se invirtió en el cierre de los basurales a cielo abierto que hasta ese momento había en la ciudad. Así, en 2011 se procedió al cierre de Iguazú Cué, un basural a cielo abierto donde era común ver a muchas personas no autorizadas cirujeando en la basura, además de vehículos que ingresaban con residuos de poda y bolsas domiciliarias.
Pero Iguazú tenía otro basural, llamado antiguo por los pobladores, que estaba cerca del barrio 1º de Mayo. Según informó oportunamente el Ministerio de Turismo, ese basural fue saneado naturalmente sin intervención de ninguna obra. De hecho, la empresa que iba a llevar adelante el trabajo, AESA, informó que, en una inspección de obra, se ordenó eliminar las tareas de saneamiento porque había muy pocos focos de residuos dispersos, no se encontraron insectos ni roedores y tampoco había olores que emanaran de residuos en descomposición.
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