En el año 1953, a los 14 años, en su Ruiz de Montoya natal, comenzó a dar sus primeros pasos como relojero. Pero no fueron fáciles y por recomendación de su familia tuvo que mudarse a Puerto Rico ya que en su localidad le costaba mucho cobrar su trabajo porque uno era su amigo, el otro era su vecino, y así terminaba “regalando” horas de si vida . Tenía una moto y cada fin de semana se trasladaba a la casa de sus padres a buscar los relojes que le dejaba la gente para arreglar y el siguiente fin de semana los entregaba. Aprendió mucho de otros relojeros que le instruían con generosidad, y hasta trabajó 6 años para la famosa Relojería Carlitos. Carlos ya tiene 75 y vive junto a su compañera de toda la vida y el hijo de ambos, en la casita que también es el taller. Allí recibió a PRIMERA EDICIÓN, junto a quien rememoró esos primeros tiempos en que decidió dedicar su vida a la “precisión” rodeado de pernos, dudas y temores. (Lea la nota completa en la edición papel domingo del 30 de agosto)
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