Mediados de los años 90. Septiembre, Estudiantina, avenida Corrientes. Las chicas del cuerpo de baile, los chicos de la banda…Una división por sexos que se mostraba infranqueable. El baile en el caso de los chicos solo era “permitido” durante los cantitos, en forma improvisada, siguiendo los pasos de una cumbia, por ejemplo.Mujeres en la banda, sólo en cajitas y hasta ahí nomás. Algunas “de 5to” se animaban a despedirse del colegio y elegían la chancha, pero entonces pasaban a ser el comentario en las tribunas y tal vez también en sus familias.Así se había hecho siempre. Pero la dinámica social fue marcando cambios. Y así como el otrora inimaginado cambio de escenario trasladó a la fiesta estudiantil desde la avenida Corrientes al primer tramo de la costanera y luego al cuarto, en esta suerte de “distribución de roles por sexo”, las cosas también cambiaron.Así hace al menos un par de años, jóvenes bailarines pueden tener su lugar dentro del cuerpo de baile, incluso portando trajes especiales o desplegando coreografías de gimnastas.Y también podemos ver mujeres tocando ton ton, redoblante, instrumentos especiales, también como directores de algunos de estos instrumentos o incluso de la propia banda de música.Estos cambios, estos desplazamientos, varían de un colegio a otro, pero poco a poco se van generalizando. Y así, de cierto modo, se van rompiendo estos estereotipos de género -mujer/bailarina, reina, se evalúan sus atributos físicos; varón/músico, “toca tambor”, hace el trabajo duro- y esa especie de límite entre banda y cuerpo de baile se va haciendo más franqueable. Entonces, poco a poco estos mandatos dejan de ser fuente de prejuicio, de discriminación.Abriendo cabezas“Desde que comencé a participar en la Estudiantina (en 2011) hay chicas como directoras de banda. En otros colegios eso llama mucho la atención, incluso en las reuniones de Apes, siempre se sorprenden”, explicó a PRIMERA EDICIÓN, María Emilia Barrios, directora de Cuerpo de Baile del Bachillerato Humanista, quien participa de la fiesta hace cinco años.Por su parte, Yamila Acosta, también directora de las coreografías en la Comercio 6, indicó que “en nuestro colegio la participación de chicos en el cuerpo de baile y de chicas en la banda es algo habitual. En nuestro colegio siempre aceptamos a todo el que quiera acercarse a participar, hay un respeto”.El año pasado fue Catriel, un joven que decidió despedirse de la secundaria integrando el cuerpo de baile. En la edición 2015 de la Comercio 6 es Hugo el que lleva el ritmo en sus pasos, portando uno de los trajes especiales. En cuanto a quiénes pueden llevar los trajes especiales, Acosta dijo que la convocatoria es abierta, y que se tiene en cuenta la participación, que vayan a los ensayos y que “pongan pilas a la hora de bailar”. En cuanto a la banda indicó que “hace tiempo hay chicas en todos los instrumentos, no solo en cajita. Este año incluso hay marcadoras -de ritmo- que son chicas”. Si bien los carnavales de Brasil o en los de Corrientes los hombres bailando, portando espaldares y plumas son parte del folclore, en Posadas se asociaban -y a pesar de los cambios, esto persiste- a la orientación sexual, y con esto, un motivo de discriminación con claro sustento homofóbico. Hoy, de algún modo este estereotipo de género bailarín/homosexual, comienza a quebrarse. Puede ser un paso importante para liberar a hombres y mujeres de estos mandatos, dejando atrás el calificativo de “si baila es marica”, “si toca la chancha, es machona, lesbiana”. ¿Acaso el bailar no es una actividad sin límites de edades, capacidades físicas, sexos o conocimiento de técnicas? Basta ir a una fiesta de casamiento para encontrar un estilo de movimiento por cada invitado presente. Esta ruptura de estereotipos de género podría verse como algo positivo sobre todo si se piensa que veinte años atrás desde las mismas escuelas se organizaban eventos en el boliche como la Fiesta del Mariposón, que simulaba una elección reina pero la pasarela era escenario de varones disfrazados de mujer. Postales cómicas para muchos, pero también muy agresivas. Pocas chances entonces de que “salir del closet” fuera bien visto o aceptado. Pocas chances también habría de que un chico pudiera animarse a integrar el cuerpo de baile, sin que esta elección fuera motivo de burla. Mundo diversoSi bien queda mucho por andar aún, la apertura hacia la diversidad sexual es mucho más amplia y saludable. Y también tiene (o es) un correlato de las legislaciones -Ley de Educación Sexual Integral (Esi), Matrimonio Igualitario, Identidad de Género, entre otras- y de los contenidos de los medios de comunicación, que han dejado de hacer de la orientación sexual un tema “tabú” o un motivo de discriminación casi equiparable a una discapacidad, para comenzar a hacer foco en las cualidades de las personas, sin necesidad de inmiscuirse en su identidad sexo-genérica. Entre los aportes de la Esi se encuentra “la posibilidad de trabajar en torno a la desnaturalización de estereotipos de género”, señala la Coordinadora del Programa de Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación de la Nación, Mirta Marina. También impulsa “el trabajo en torno a los ideales de belleza, las actividades expresivas y deportivas para todos y todas, el interés por las ciencias y el arte sin mandatos que ubiquen en un extremo a unos y otras (…) Y la puesta en valor de la diversidad, el trabajo sobre prejuicios, como la homofobia, la xenofobia, entre otros”, describió en una entrevista con Página 12. Las reinas y el 90-60-90En este contexto en que chicos y chicas comienzan a valorar y ser valorados por sus pares más por sus cualidades que por su género o sus atributos físicos, el remanido 90-60-90 de las reinas, queda como mínimo, obsoleto.“El tema de las medidas de la reina creo que se hace porque siempre se hizo, es una tradición. Desde mi punto de vista, no varía en nada si se dicen o no las medidas, creo que no es un dato importante. Por ahí es más importante el test cultural”, señaló Martín Romero, representante legal ante Apes del Instituto Janssen.Por su parte, Barrios indicó que “no estoy de acuerdo con esa cuestión de las medidas ni de la altura, eso es bastante discriminatorio”.Y agregó: “me parece mucho más importante cómo se desenvuelve la reina, porque no tiene mucho sentido que sea una chica hermosa pero cuando empieza a hablar no se dé a entender. En mi colegio sí se toma mucho en cuenta el test cultural previo a la elección de la reina, pero en las otras instancias se prioriza la pasarela, pero hay que tener en cuenta que luego la reina va a representar al municipio o a la provincia”.Sobre este tema, recordemos que en el Congreso de la Nación se debate un proyecto para regular las elecciones de reinas que ya tiene dictamen de la Comisión de Cultura de la Cámara Baja. De aprobarse las miss, princesas y reinas serán reemplaz
adas por la figura de “representantes”. En el proyecto de la diputada Gloria Bidegain se propone correr el eje de los estereotipos de belleza. Y, en ese sentido, establece que se “evitará difundir la edad, la altura, el peso, así como cualquier otra característica corporal de las personas participantes”.También establece que sólo podrán concursar los mayores de 18 años y quienes tengan entre 16 y 17 años -que sería la gran mayoría de los casos de los y las postulantes de la Estudiantina posadeña- si no están emancipados, deberán tener la autorización fehaciente de los padres o tutores. Hacer público un discurso escolar“La Estudiantina como formato cristalizado de lo que sucede en la escuela, es un ejemplo muy claro de discusiones que están dando los chicos y que van en sintonía con los debates públicos como la ley de Educación Sexual Integral (Esi), que son debates que tal vez las instituciones -escuelas, Apes- todavía no los están pudiendo resolver. Que haya todavía elecciones de reinas, es algo que la institución todavía no lo pudo resolver”, aportó Rosaura Barrios, licenciada en comunicación social (Unam), becaria doctoral de Conicet, quien actualmente trabaja sobre temas referidos a género, sexualidad y violencia sexual.En cuanto a los roles -integrar cuerpo de baile, banda, etcétera- indicó que “más que cambio, podríamos hablar de desplazamientos”. En palabras sencillas esto significa que algo que estaba en un lugar se ha desplazado a otro. Por otro lado, hablar de cambio sería hablar de transformación y en ese caso, como comunidad no debería sorprendernos que haya chicos en cuerpo de baile o chicas dirigiendo la banda.Barrios agregó que “se suele afirmar que en las escuelas no se habla de salud sexual, pero sí se habla. Hay una proliferación de discursos dentro de la institución, todo el tiempo se está hablando de sexualidad”. Esto incluye en clase, entre los jóvenes, entre docentes, en las propias normativas, uniformes, etcétera. De hecho, una escuela instala un discurso cuando determina que los baños estén separados en dos sexos varón-mujer, lo cual responde a una dualidad sexo-genérica y de corte heteronormativa, que ya han sido ampliamente cuestionadas y discutidas. Asimismo, una institución educativa que deja afuera a una estudiante por su condición de embarazo, también está instalando un discurso sobre sexualidad.Por último, Barrios destacó la importancia de conocer cómo los jóvenes se autoperciben: “cuando hablamos de identidad sexo-genérica, en definitiva estamos hablando de identidades, entonces más que opinar de lo que los chicos hacen o dicen, es conocer cómo ellos/as se autoperciben en ese contexto, con esos roles”. Por Lara Schwieters
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