1 – Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana como olvidar información recién aprendida, o fechas o eventos importantes. Pedir lo mismo repetidamente y depender de sistemas de ayuda para la memoria como notitas o dispositivos electrónicos, o en la ayuda de familiares para hacer cosas que antes hacía por sí mismo. 2 – Dificultad para planificar o resolver problemas. 3 – Dificultad para desempeñar tareas habituales en la casa. 4 – Desorientación en tiempo o lugar: olvidar fechas, estaciones y el paso del tiempo. 5 – Dificultad para leer, juzgar distancias y determinar color o contraste, lo cual puede causar problemas para conducir un vehículo. 6 – Problemas para seguir o participar de una conversación. Pueden interrumpir una conversación sin idea de cómo seguir o que repitan mucho lo que dicen. 7 – Colocan cosas fuera de lugar. Se les pueden perder cosas sin poder volver sobre sus pasos para encontrarlas. Suelen acusar a otros de robarles, y se van acentuando con el tiempo. 8 – Disminución o falta del buen juicio. Por ejemplo, es posible que regalen grandes cantidades de dinero a las personas que venden productos. Puede ser que presten menos atención al aseo personal. 9 – Empezar a perder la iniciativa para ejercer pasatiempos, actividades sociales, proyectos en el trabajo o deportes. También pueden evitar formar parte en actividades sociales. 10 – El humor y la personalidad suelen cambiar. Se pueden enojar fácilmente en casa, en el trabajo, con amigos o en lugares donde están fuera de su ambiente. La prevención Como el mal no tiene cura, la prevención tiene un papel aún más significativo. Tareas como ejercitar la memoria con tareas cotidianas y la alimentación pueden ser cruciales. En ese sentido, existen alimentos que ayudan a potenciar la memoria Frutos secos: su alto contenido en vitaminas del grupo B, omega 3, omega 6, fósforo, cobre, calcio, zinc, magnesio y hierro los hace indispensables para mantener una mente activa. Salmón: asegura proteína y ácido omega 3 de cadena larga, el más beneficioso para el cerebro. Si consumes poco pescado, opta por carnes magras o lácteos enriquecidos con omega 3 de pescado. Cereales integrales: al ser completos, no han perdido vitaminas como la B6 o el ácido fólico, además de riboflavina, niacina y minerales como el hierro, zinc, cobre, magnesio, selenio y fósforo. Frutos del bosque: los arándanos, frambuesas, moras o fresas tienen antioxidantes, que bloquean la formación de radicales libres que provocan daño celular. Curry: se ha descubierto que esta especia con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes es eficaz para tratar la pérdida de memoria. Chocolate y vino tinto: estos dos alimentos son ricos en flavanol, por lo que estimulan y refuerzan la función cerebral. Pescado: una muy buena fuente de omega 3 y omega 6. Si el pescado es azul, mejor. Plantas crucíferas: el brócoli y el coliflor no son las verduras más populares, pero sus sustancias antioxidantes y antiinflamatorias ayudan a mantener a raya determinadas dolencias. Cebolla y manzana: la quercetina es el flavonoide más habitual en la dieta y se destaca por su elevada actividad antioxidante. Aceite de oliva extra virgen: su alto contenido de grasas saludables monoinsaturadas protege al cerebro. Si es ecológico, mejor. Fuente: www.proyecto-salud.com.ar
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