Pranayama y Prathyahara: “Los múltiples procedimientos físicos del yoga implican también una higiene psicológica que es muy superior a la gimnasia ordinaria y a los ejercicios respiratorios comunes, ya que no es únicamente mecánica y científica, sino también filosófica; al entrenar las diferentes partes del cuerpo, las reúne en un todo espiritual, como se aprecia, por ejemplo, en los ejercicios de pranayama… La práctica del yoga sería inefectiva sin su aplicación. Ella combina lo corporal y lo espiritual en forma extraordinariamente completa.” Son palabras del Dr. Carl Gustav Jung, citadas por el maestro Yogananda al sostener que “la fijación de la atención descansa en una respiración lenta; en cambio las respiraciones rápidas y violentas van acompañadas siempre por estados emocionales dañinos, como el temor, la ira o la concupiscencia”. Y refiriéndose a “ciertos exagerados, anticientíficos e inconvenientes esfuerzos y retenciones de aire en los pulmones”, Yogananda expresa que “por el contrario, el Pranayama está acompañado de una sensación de paz, de apaciguadora tranquilidad y de efectos regenerativos en la columna vertebral, porque esta antigua técnica convierte la respiración en mente”, a la que predispone para la concentración.En la colchoneta, en la hora de yoga, en tiempo presente y espacio de calma, sostienes la postura adecuada y tu profe va guiando el pranayama, grupo de técnicas para absorber, regular, administrar y… ¡almacenar! el prana, “la energía omnipenetrante que sostiene a toda la vida, vehiculizada por la respiración” como dice Ramiro Calle. El profesor André van Lysebet, remitiendo a la ciencia occidental, considera que el prana de la atmósfera puede estar constituido en buena parte por los pequeños iones negativos que nos aportan vitalidad. Y Yogananda describe cómo el practicante se ve recargado en forma voluntaria y consciente por esa energía cósmica, el prana, palabra que traduce como… ¡”VITATRONES”! o “fuerza vitatrónica creadora, inherentemente inteligente”, siendo sus fuentes la alimentación pura, la luz solar y las más sutiles energías del aire, en el que “hay algo más que oxígeno, nitrógeno y dióxido de carbono; porque la simple oxigenación de la sangre no es la única transformación que se produce con esta respiración rítmica que nos coloca en vibración armónica con la naturaleza, favoreciendo no sólo la salud y lucidez, sino también el desenvolvimiento de las facultades latentes”, como expresara William Atkinson.Y precisamente en la correcta postura sostenida agradablemente, con el ritmo sereno y profundo del pranayama regulando la energía vital, se van apaciguando los vrittis o fluctuaciones de la mente (chitta), es decir, la corriente de los pensamientos, que están estrechamente vinculados con los estímulos y objetos externos a nosotros por medio de las funciones sensoriales. Gradualmente se va produciendo un recogimiento sensorio, una suave absorción o sutil reducción de la actividad sensorial. Es una emancipación de la mente respecto de la dominación de los elementos del ambiente físico, que nos conduce a una progresiva interiorización y aquietamiento. Y, como dice Ramiro Calle, “cuando la mente se ha abstraído del medio ambiente objetivo, ocurre el PRATHYAHARA”, el quinto grado del óctuple sendero. “Es una interfase entre el mundo interno, o antar, y el externo o bahira”. Entonces, Yama, Niyama, Asana, Pranayama y Prathyahara componen el Bahiranga Sadhana o camino de búsqueda exterior, imprescindible para ingresar a los tres grados siguientes, el Antaranga Sadhana o camino de búsqueda interna, al que ya nos estamos aproximando… Namasté.Colabora: Ana Laborde Profesora de [email protected]
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