Señora Directora: Sin cuerpo no hay delito. Los desaparecidos son personas que su cuerpo no está presente, pero que lo están de algún otro modo diferente; viviendo en el corazón de sus parientes, amigos, en el de toda la gente. Los desaparecidos son seres que no están pero que están, una contradicción lógica, pero la lógica no entiende al corazón, ni a la intuición, pues la verdad a veces se manifiesta como una flor en el desierto, o como un tono en un concierto, que nos da una acierto. En México desde el comienzo de la guerra contra el narcotráfico en 2006, más de 100.000 personas han muerto y unas 25.000 están desaparecidas, entre ellos los 43 estudiantes; en Colombia hay más de 250.000 desaparecidos. La sociedad debe pensar: ¿qué es peor el remedio o la enfermedad? Felipe Calderón (presidente mexicano entre 2006 y 2012) intentó confrontar este problema al enviar el Ejército y tratar de ganar una guerra, que no puede ser ganada, como la ley seca en EEUU. Un negocio que genera 60.000 millones de dólares al año en ganancias, frente a un policía mexicano que gana menos de 300 dólares al mes, la tentación está echada para la infiltración y la corrupción. ¿Acaso no es mayor el costo que la sociedad debe pagar por mantener el consumo de droga en la clandestinidad y en fiestas privadas que el confesionario no te puede contar?Los desaparecidos brillan como las estrellas para indicarnos el camino correcto, no los podemos tocar, hay estrellas que ya explotaron pero que siguen brillando, y nos siguen iluminando. Los desaparecidos son la prueba de que hubo crímenes que quisieron borrar, no hay cuerpo…, pero es la más rápida conexión con algún delito; sin un debido proceso la muerte evidencia el nivel de criminalidad de una sociedad. Donde desaparecen personas desaparece el derecho. No hay derecho positivo válido, sin un derecho natural que lo sustente. Los desaparecidos son una luz que no se puede apagar, porque al quererla enterrar, quemar, esconder, poner debajo del agua, de la tierra, llenarla con cemento, transformarla en humo, sus rayos brillan en el corazón de la gente que los espera, que los siente presente, que los transfigura en los mártires de la paz y el derecho. Los cadáveres no resucitan, los desaparecidos sí, en cada persona que los recuerde y los eleve en los estandartes de la batalla contra la injusticia, la corrupción y la muerte.
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