Con la dulzura de una madre y el tesón de una luchadora, Ofelia Leiva cautiva a todos. Mujer sencilla y maravillosa, cuando canta pareciera que echa a volar su alma en ese “Cielo de Mantilla” que tanto ama, y abraza a uno, a cientos, a miles con tan solo un chamamé. Asombroso viaje al corazón de la gente, el que hace esta cantora correntina hace más de 40 años.
Ofelia comenzó como solista a los 17 años y un año después, conoció a Rosendo Arias, un joven cantor cordobés. Poco después se casaron y formaron el dúo “Rosendo y Ofelia”. El amor los unió, el Litoral los consagró y durante 35 años llevaron el chamamé a los escenarios más grandes y a los lugares más recónditos del país.
El 30 de abril de 2007, Rosendo falleció repentinamente y Ofelia se vio frente al momento más difícil de su vida. Un tiempo después, eligió seguir cantando y desde entonces, la gente la sigue consagrando en cada actuación.
Desde su casa en Bernal (Buenos Aires), Ofelia compartió una charla profunda -vía telefónica- con PRIMERA EDICIÓN, en la que recordó intensamente a Rosendo y habló de su otro eterno amor: el chamamé.
Este año, fue vitoreada por diez mil personas en la Fiesta de Chamamé en Corrientes ¿Cómo vivió ese momento?
¡Muy emocionada!, me viene pasando hace unos cuantos años este reconocimiento masivo y se volcó mucho la juventud en ese reconocimiento. Hace unos años, eran los que a uno lo conocen de toda la vida cantando, pero también el chamamé dio un vuelco hacia los jóvenes, ellos lo eligieron y masivamente van a la Fiesta todos los años y llenan. Fue como un abrazarme cuando quedo sola sin Rosendo y canto en 2008 sin él, allí me hacían sentir que me daban su apoyo, eso fue creciendo y este año fue tremendo.
Para siempre
Ofelia Leiva habla con mucho amor de Rosendo, amor que no se termina con la muerte, y ni bien iniciada la charla, abrió su corazón y compartió el relato de su momento más doloroso. “Fue tremendo, porque lo pierdo en una hora, un tipo que estaba absolutamente sano, habíamos cantado en Dolores (Buenos Aires) dos días antes. El tuvo un infarto masivo con un edema agudo de pulmón inmediato y arriba de la ambulancia, cuando le solté la mano para que baje a la guardia del sanatorio de Quilmes, entró fallecido. Fue un golpe para mí, para la familia, para los amigos”, afirmó la artista y resaltó: “Rosendo era un hombre muy carismático, amiguero, de amigos de muchos años, un hombre bien vital, con buen humor como buen cordobés que era y que se te vaya en un ratito…fue algo imposible de controlar, fue un shock emocional”.
“Tuve que aprender a vivir día a día sin mi marido, estuve casada por casi 39 años con Rosendo, tenía 18 cuando me casé con él”.
Sin dudarlo, Ofelia afirma que Rosendo “fue y sigue siendo” el gran amor de su vida. “Esa es la parte difícil porque es como que no terminás nunca de dejarlo ir, lo tengo diariamente en cada cosa que hago, con cada persona que hablo, aunque esté tomando mate sola en el comedor de mi casa, pongo mucha música de él cuando cantaba solo, pongo los discos de él, porque aprendo siempre escuchándolo”.
¿Usted llevó a Rosendo hacia el chamamé?
Él cantaba folklore norteño porque era lo que le entró a su provincia, no sabía que había algo que se llamaba chamamé en un comienzo. Siempre canté chamamé, a los 17 años mis primeras grabaciones fueron canciones de Salvador Miqueri, de Tito Miqueri, de Osvaldo Sosa Cordero, eran los autores que había elegido en mis primeros discos en el año 68 también.
Y luego, los dos fueron una gran potencia para la música del Litoral…
Cantamos 35 años a dúo, llevamos el chamamé a lugares donde pisaba por primera vez… Cantar 35 años con tu compañero de vida, con tu esposo, el padre de tus hijos y que de golpe en un rato no esté más, me cuesta mucho hasta hoy. Siempre lo tenía del lado izquierdo mío arriba del escenario, ahora ya no miro a la izquierda, me cuesta mucho.
¿Lo siente cerca, espiritualmente, alguna veces?
Sí y pienso que está en muchos lugares, arriba del escenario, sin dudas porque fue su vida también, la música fue toda su vida y sí, siento que está, porque fue una muy buena persona, lo extrañamos mucho.
Este año, se dio el gusto de cantar con Salvador Miqueri…
Hace unos años canté una canción en el Teatro Vera (Corrientes) con Salvador, pero este año le invité a cantar conmigo y me dijo que para él ‘iba a ser un orgullo’ y le dije ‘para mí, el sueño de mi vida’. Me marcó, mis primeros discos y el primer disco del dúo en el año 73 se llama “Tu pañuelo”, tema de Salvador. Era el gran sueño de mi vida cantar con Salvador y me di el gusto nomás. Cantamos “Tu pañuelo” y “Mi selva eterna” – ríe y cuenta con satisfacción-, lo repetimos en el Festival de Mburucuyá.
Y hablando de grandes del chamamé: ¿Qué recuerda de don Isaco Abitbol?
Fue un ser con un carácter muy lindo (dijo mientras su espontánea risa surgía del otro lado del teléfono), con muy buen humor, un talentosísimo, ¡Un maestro!. Una vez con Rosendo fuimos a buscarlo sabiendo que él estaba acá y paraba en La Boca (Buenos Aires), lo trajimos a nuestra casa, nos hemos juntado acá y en muchos lados, porque él lo quería mucho a Rosendo y Rosendo a él. En Alvear (Corrientes) la tierra de Isaco, aún tengo a mi compadre, René Vera y su hermano, el médico Cholo Vera, él los quería muchísimo.
Y después recuerdo a otros chamameseros, hemos actuado muchas veces con Tarragó Ros. Siendo solista y chiquita, he tenido programas de televisión en Corrientes con el maestro Ernesto Montiel; a don Coco (Mario del Tránsito Cocomarola), lo veía porque vivía a una cuadra y media de mi casa (en Corrientes Capital).
Tuvo la suerte de conocer a los pilares del chamamé…
Sí, gracias a Dios a todos, a don Damasio Esquivel, a Osvaldo Sosa Cordero, a Romero Maciel, a Américo Mansilla, he tenido trato con todos y ya después, por algo lógico, lo generacional. Hemos hecho teatros con Ramona (Galarza), con Raúl Barboza hemos hecho cosas exitosas en la calle Corrientes. Soy generacional y algunos vienen después de mi persona, Las hermanas Vera me dicen siempre que me veían cantar por televisión, todavía no habían salido, Teresa Parodi aparece después. El que es generacional del vamos es Marito (Bofill), él cantaba con su primo a dúo y yo, ya cantaba sola.
¿Qué representa para usted el chamamé?
Es mi vida (dice instantáneamente), mis raíces, mis sentimientos, mi forma de pensar y de ser, totalmente.
A nuestra edad hacemos tipo docencia, siempre donde tengo oportunidad de hablar digo que el chamamé, contrariamente a lo que mucha gente cree que es algarabía pura, solo felicidad, sapucays y gritos… ¡No!, el sapucay es un sentimiento muy profundo, el chamamé es extrañar el terruño de los que estamos lejos, es una música sensible, profunda, con poesías muy profundas, que dicen muchísimas cosas.
Tratar de que ese mensaje llegue a las otras provincias donde consumen solamente otro tipo de folklore, es mostrarle que nuestro chamamé es riquísimo, que es un género fuerte, porque diez noches va a tener el año que viene nuestra Fiesta del Chamamé y es un sólo género. Así que si la salud me permite allí estaré.
Al cantar, ¿cuáles son los chamamés que más la movilizan?
A mí me mueve cantar “Cielo de Mantilla”; “Che mitaro guaré”(Cuando yo era chico, en lengua guaraní), que es de Osvaldo Sosa Cordero, es hermoso, de una añoranza enorme; “Anahí”, del mismo autor; “La fiesta grande”, de Rosendo y Teresa Parodi; “El cielo del albañil”; “Sigue tu luz”, de Rosendo y Carlos Rodríguez, dedicado a don Tránsito y dice que la luz de Cocomarola nos sigue alumbrando a todos. Siempre lo escuchamos y seguimos sacando cosas de este hombre, sigue enseñándonos cosas, fue lo más que tuvimos, no hay dudas de eso.
Al principio, usted destacó que los jóvenes dieron un vuelco hacia el chamamé. En esa joven camada de artistas ¿a quiénes destaca?
Hay grupos jóvenes de músicos muy buenos, por ejemplo Paraná Canto, Ñendivey, hay algunas chicas. Los Fuelles Correntinos me encantan; el año pasado los invité a ellos, a Gisela Méndez Riveiro y a Florencia de Pompes a estar conmigo en la Fiesta del Chamamé. Invité a esos cuatro chicos jóvenes porque son el presente y son el futuro.
De Formosa, está Luna Payesera, me encantan esos chicos. Es que durante la fiesta, me voy todas las noches a disfrutar de mis colegas y a vivir el chamamé, exactamente igual a como lo vive la gente y encontré algunos que me encantaron, había un chico de Ituzaingó, Mauro Bonamino (acordeonista de Fabián Meza y la Cortada), me encantó ese chico, es un acordeonista tremendo y hay un montón de chicos que hacen muy bien las cosas. A mí me encanta que los jóvenes se acerquen a escuchar chamamé y que griten como si estuvieran en un estadio, me gusta muchísimo, los escucho a todos y me saco fotos con todos.
¿Cómo transcurren sus días en la actualidad?
Y bueno… difícil, trato de buscar siempre un escape a la tristeza, a la soledad y demás, estoy por ser abuela por séptima vez, porque va a nacer Ema, así que en abril voy a hacer abuela. Hay dos de mis hijas que viven en Córdoba, que eligieron la provincia de su papá, así que las veo menos pero me hago una disparadita por allá porque tengo las nietas más chiquititas, también.
¿Le gustaría volver a Misiones?
¡Sí!, Misiones es un lugar querido, en Oberá tengo una ahijada de casamiento, tengo amigos de Campo Grande. Volver a Misiones es algo que me estoy debiendo, ir y quedarme un rato en lo de Hugo (Báez) en Posadas, irme hasta Oberá y quedarme en lo de María Ríos, la señora de Alberto Ríos. Ellos fueron nuestros ahijados de casamiento. Alberto se fue a los 17 días de Rosendo, así que allá se habrán encontrado los amigos. Con Rosendo estuvimos en el Festival de la Música del Litoral y en las fiestas de la Yerba Mate, en la del Té, de la Madera, en la de la Flor, en el Festival del Docente. Me encantaría ir a cantar a Misiones, me encantaría volver. Quiero llenarme de tierra colorada los zapatos, ojalá que en algún momento se animen a llevarme.
Chamamé del alma
Para concluir esta intensa charla, la intérprete subrayó que “la gente es muy cariñosa conmigo”, al tiempo que dejó entrever que fue el apoyo de su familia, de sus seguidores y de la misma música, que la llevaron a no rendirse, a ponerse de pie y a subir una y otra vez al escenario.
Hoy, Ofelia sigue cantando y honrando al género que eligió hace más de 40 años. La gente la quiere y ella les canta maravillas desde su alma iluminada por el chamamé.
“Mis padres me apoyaron siempre”
Ofelia Leiva nació y creció en Corrientes Capital, ciudad donde siempre regresa “para no añorarla tanto” afirmó. “En la casa donde me crié vive todavía una tía y viven primos, siempre me voy a estar un rato”.
Al rememorar sus primeros pasos en la música, la cantora comentó: “Mis padres me apoyaron de siempre, mi papá era un cantor de tango de la provincia de Buenos Aires, se llamaba Luján y cantaba con un seudónimo ‘Luján Leimar’, se fue a Corrientes a los 28 años, conoció a mi madre, Nena Gómez y esos fueron precursores, a los cuatro meses se casaron, cuando me fui no me pudieron decir que no”, dijo riendo y reveló luego que ella se casó con Rosendo a los “3 meses y 27 días de novios”.
“Mi mamá nació en Concepción (Corrientes) y me conmueve recordar ese lugar, a mi los concepcionistas me tienen como que soy de ahí, ellos me dicen que soy de allí y yo les dejó, siempre hablo de Concepción porque es el pueblo de mi madre y de mi familia materna”, contó Leiva.
“A los 3 meses y 27 días nos casamos”
Rosendo Arias y Ofelia Leiva cruzaron miradas por primera vez en 1968, en el Festival de Cosquín (Córdoba), aunque el acercamiento entre ambos se dio tiempo después en el sello Odeón, en Buenos Aires, donde grababan sus discos solistas. Con aires de nostalgia, Ofelia recordó su historia de amor.
“Eramos muy chiquitos, yo tenía 17 años y él 21, pero allí nos conocimos nomás, yo sabía quien era porque en los ‘Sábados circulares’ de Mancera lo tenían en su pantalla. El fue una revelación impactante en Cosquín porque estaba haciendo el servicio militar y cantaba con su uniforme de colimba, era ‘El soldado cantor’, así le quedó y así Misiones lo amó también, lo quisieron tanto allá ¡por favor!, esa es una provincia que él abrazó con todo su corazón porque desde Oberá, que fue el primer lugar que pisó, recorrió cada rincón”, rememoró Ofelia Leiva.
Con Rosendo, “al año siguiente de conocernos, nos tratamos un poco más, nos pusimos de novios, al mes y medio nos comprometimos y a los 3 meses y 27 días nos casamos. ¿Quién dice que tiene que estar tanto tiempo uno de novio para casarse?”, enfatizó, mientras la felicidad de esos días reapareció en su risa. “Y faltaba un poquito para cumplir los 39 años de casados…”, agregó.
¿Qué enseñanzas le dejó Rosendo?
Muchísimas, porque fue un cantor toda la vida, él vino a los 13 años de su pueblo General Deheza (Córdoba) a cantar a Buenos Aires y en aquel tiempo eran esporádicas cartas con su familia, pero él vivió cantando en todos lados, fue un cantor de oficio tremendo, por eso cuando el sale revelación en Cosquín, en el año 68, todo el oficio del cantor lo tenía absolutamente metido en él. Esos discos que hizo en ese tiempo, que fue muy buen vendedor de discos también, son los que escucho, era un gran cantor a los 21 años”.
En un instante, la tristeza volvió a su voz y Ofelia contó: “Llevé las cenizas de Rosendo a la punta Arazatí de Corrientes, allí donde termina la vieja costanera y comienza la nueva, porque allí él se iba a pescar y era feliz, entonces llevé sus cenizas donde él fue feliz, ahí lo llevé, es muy fuerte. Cuando voy a Corrientes, me voy a estar un ratito… voy a visitarlo”.
Por Pamela Elizalde
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