POSADAS. El reconocido historiador Mario “Pacho” O’ Donnell, presidente del Instituto Nacional Manuel Dorrego y autor de numerosas obras de investigación histórica, literatura, ensayo y teatro, además de haber protagonizado el popular y extenso ciclo televisivo, “Historia confidencial”, de divulgación histórica, disertó el miércoles pasado en el Teatro Lírico del Centro del Conocimiento de esta ciudad.Ante un auditorio repleto de público, O’ Donnell, también médico y psicoanalista y con una trayectoria en la política que lo llevó a ser senador nacional, embajador y ministro de Cultura, brindó una conferencia magistral sobre “Federalismo; Caudillos, Artigas y Andresito”, organizada por el Centro de Estudios Estratégicos de Misiones (CEEM), con el auspicio de la Presidencia de la Cámara de Representantes.Al día siguiente en una entrevista con PRIMERA EDICIÓN, O’ Donnell, cuyo último libro es “Artigas, la versión popular de la revolución de mayo”, enfatizó la importancia de la guerra librada por Andresito y sus soldados guaraníes contra la invasión portuguesa y subrayó las razones por las cuales la historia oficial no la registra: “No sólo porque fue un jefe popular y la historia consagrada aborrece a los jefes populares, siempre les ha dado un muy mal papel en la historia, sino porque Andresito no es un general blanco, no es un general nombrado por la autoridad porteña. Es un general indígena, que surge de la misma entraña de la tierra, de la decisión de los otros guaraníes, que lo ven como su jefe”.Sobre Artigas, destacó que libró tres guerras simultáneas; “la guerra contra Portugal y Brasil; la guerra contra España, que quería recuperar sus colonias; y la guerra contra Buenos Aires, porque la oligarquía rioplatense -tanto la de Buenos Aires como la de Montevideo- se quería deshacer de este hombre que tenía proyectos muy antagónicos a los proyectos oligárquicos de los “decentes” -como se auto llamaban- de Buenos Aires y Montevideo”.También dijo que “se podría decir que los autores intelectuales de la dictadura fueron civiles”. Rescató la obra de Roca por evitar que Argentina perdiera la Patagonia y explicó los alcances y objetivos, y las limitaciones del concepto de “revisionismo histórico”. Como titular del Instituto Dorrego ¿qué opina de los cuestionamientos por la aparente intención del Instituto de imponer el revisionismo histórico desde el Estado?Todos los institutos nacionales que existen son nacionales. Este es el noveno, hay un Instituto nacional San Martín, otro Instituto Nacional Belgrano, Instituto Eva Perón; Instituto Guillermo Brown… Este es el Instituto Manuel Dorrego, como todos los Institutos nacen por un decreto del Estado, de distintos presidentes. Cuando salió nuestro Instituto se levantó una ola de comentarios, muchos de ellos injuriosos y mal intencionados. Como no me encontraron nada -lo cual es una prueba positiva para alguien que pasó por cargos públicos como yo- me inventaron, por ejemplo, que yo había pasado por varios gobiernos; algo que es absolutamente falso. Los únicos gobiernos en que yo estuve fue en el gobierno municipal de Saguier; de la ciudad de Buenos Aires en 1983, y luego, cuando pasé al peronismo, estuve – como el 98% de los peronistas- un tiempo en el gobierno de Carlos Menem. Fui senador opositor al gobierno de De La Rúa, con Duhalde no tuve absolutamente ningún contacto, y tampoco tengo ningún cargo en el gobierno actual. Y lo que más me honra es que no he tenido ningún cargo en ningún gobierno golpista; al contrario, he vivido el exilio, a diferencia de algunos de los que aparecieron cuestionando al Instituto.Precisamente, usted ha destacado la participación que tuvieron los civiles en la dictadura y afirma que se debe hablar siempre de “dictadura cívico-militar”.Sí, claro. No podemos indultar tan fácilmente a toda la participación tan fundamental de la civilidad, podríamos decir inclusive que los autores intelectuales de la dictadura fueron civiles. Los militares fueron sus ejecutores, digamos, pero ya las conversaciones con Martínez de Hoz y con todo el equipo económico venían de bastante atrás, por lo menos de un año antes del 24 de marzo.La otra historia, la de todos.¿Cómo se define la visión de la historia que sustenta el Instituto a su cargo?El Instituto Dorrego representa una visión de la historia, como nosotros lo marcamos, nacional, popular y federal. Es decir, la historia vista desde las grandes mayorías, entendida como una consecuencia de los movimientos sociales, de los cuales inevitablemente hay que registrar el protagonismo de las grandes mayorías. La historia liberal, la historia oficial y consagrada, es una historia vista desde los sectores de privilegio, como lo fue originalmente, desde Mitre y Fidel López. Y como lo siguen haciendo quienes adjudican los hechos históricos a las decisiones de los grandes hombres, entre comillas. Por ejemplo, Mayo se explica por las intenciones de un Belgrano, de un Castelli o de un Saavedra, y se niega la participación popular en las jornadas de Mayo, que fue decisiva.En nuestra historia más cercana se puede ver ese punto de vista cuando se niega la incidencia de la participación popular en la caída de la dictadura?Exacto, porque a mí me indigna cuando se dice que la dictadura cayó porque perdimos la guerra de Malvinas. En general esas afirmaciones tienen que ver con algún sentimiento de culpa, pero evidentemente, cuando la dictadura va a la guerra de Malvinas, está ya debilitada -ha habido ya una huelga general de los gremios- y esto fue como una salida para tratar de fortalecerse. Pero -como usted muy bien dice- hubo una sideración, por decirlo de alguna manera, progresiva de la dictadura, y por supuesto hubo gente que se comprometió con eso. La dictadura estaba en un momento de extrema debilidad, de gran crisis económica, de muchos conflictos internos y sobre todo de un gran desprestigio delante de la población.Legado de los contestatarios. El uso del término revisionismo histórico remite a una corriente historiográfica particular, cultivada por historiadores como José María Rosa o Abelardo Ramos, entre otros. ¿Cuáles son las fuentes que usted rescata de esta tradición?Por supuesto esos son nuestros antecesores, usted ha nombrado muy bien al gran maestro mío que fue Pepe Rosa, y están Fermín Chávez, Jauretche, Scalabrini Ortiz… El nombre revisionismo lo vamos a ir abandonando progresivamente, lo que pasa es que respetamos a esos antecesores. El revisionismo fue una forma de reaccionar ante la arbitrariedad de la historia oficial, fue u
n movimiento contestatario, que nació y creció en función de una contestación a la historia oficial. Nosotros – justamente acaba de salir un libro que se llama “La otra historia”, escrita por miembros de nuestro Instituto- ya no somos una corriente historiográfica en función de otra, sino que tenemos nuestra propia base doctrinaria, digamos, nuestra propia base teórica. Y utilizamos los mismos modernos sistemas de investigación que otras corrientes. Una de las cosas que han querido achacarnos es que somos una corriente vieja que se ocupa de cosas viejas. Nosotros nos ocupamos, como cualquier corriente historiográfica, del pasado, del presente y del futuro. Efectivamente, los que usted ha nombrado son nuestros antecesores. Casi diría que el primer revisionista fue Alberdi, cuando -en su Parábola ideológica- el acusa a Sarmiento y a Mitre de ejercer “un despotismo turco”, dice, en el campo de la historia. Seguramente los turcos serían la imagen, en aquellos tiempos, de lo tiránico, no?¿Un caso particular es Arturo Jauretche, desvalorizado en su tiempo, pero que aparece hoy bajo una nueva óptica?Jauretche ha seguido el destino de los pensadores nacionales, que han sido marginados, han sido jibarizados. Por eso uno de los motivos de la reacción que provocó nuestra aparición en superficie -por decirlo así- tiene que ver con que se rompía esa marginación a la que han sido sometidos siempre los pensadores nacionales. Fíjese que Jauretche, prácticamente, no se estudiaba en las universidades públicas nacionales. Ahora hay un movimiento de recuperación, y algo tenemos que ver con todo eso.Algo más que historia.¿Percibió este cambio en su presentación de anoche (miércoles) en el Centro del Conocimiento?Lo que hemos vivido anoche en Posadas fue algo muy interesante, una sala absolutamente desbordada, con mucha gente afuera, que lo siguió por pantallas, muchísima gente joven, mucho entusiasmo, un “standing ovation” (ovación de pie) al final. Esto está hablando de que lo nuestro – lo nacional, lo popular, lo federalista- trasciende el campo de la historia, y casi es algo que se puede calificar como un movimiento, que se traduce en distintas áreas. Y también en el área educativa, podemos decir. La señora Beatriz Sarlo dijo que le asustaba la aparición del Instituto porque corríamos el riesgo de que le cambiáramos la cabeza a los niños; yo le digo que tiene toda la razón, que nuestra intención es, verdaderamente, cambiarle la cabeza a los niños. Es decir, ayudarlos a pensar nuestra historia desde otro ángulo, un ángulo que tiene que ver con aspectos mucho más identificados con lo propio, lo nacional, la apreciación de los valores de los jefes populares provinciales. Por eso fue tan lindo hablar de Artigas y Andresito ayer, porque son dos de las figuras típicas que hay que rescatar, pero no meramente por una razón historiográfica, sino porque son dos figuras ejemplares de alguna manera. Su coraje, su vocación por el voto popular, por la repartición de tierras a los más humildes, su idea de una nación federalista, su idea en 1815 de la libertad religiosa, son cosas que la gente tiene que conocer. Sobre todo nuestros niños, no pueden pensar que solamente Rivadavia es -como él dijo- el personaje civil más importante de la Argentina. No es que venimos a cambiarle el nombre a la avenida Rivadavia, pero sí a completar esa historia. Realmente, eso ya está apareciendo en los planes educativos, naturalmente, porque los mismos estudiantes y los mismos profesores, ya no aceptan más esos reduccionismos deformantes¿Hoy hay otra información circulando, y la historia oficial ya no ocupa el mismo lugar que antes?Claro, después de leer nuestros libros y ver nuestros programas de televisión, ya no les resulta tan fácil aceptar que Sarmiento fue nada más que un maestro que no faltó nunca a clase; reducir a Rosas a un tirano sangriento, o que el Centenario era una Argentina rica y maravillosa, mientras la realidad es que la gente se moría de hambre, en estado de miseria, con elecciones fraudulentas, represión, estado de sitio, ley de residencia. Creo que los mismos profesores -por lo menos muchos de ellos- ya no pueden seguir sosteniendo lo que se venía sosteniendo desde mucho tiempo atrás en las aulas. Y eso va provocando, inclusive, progresivos cambios en los libros de texto. Hay algunos personajes de la historia especialmente polémicos, como Rosas, que ha sido tradicionalmente centro de un debate muy profundo; y últimamente está siendo cuestionado el significado de la obra de Roca, o del roquismo. Hay quienes reivindican la obra modernizadora de Roca, y lo ven como fundador del Estado nacional, y quienes lo rechazan y acusan del genocidio de los pueblos originarios del Sur del país. Efectivamente, lo bueno es que se creen los debates necesarios. Rosas es una figura indudablemente con claros y oscuros, pero cuyo principal defecto ha sido ser el jefe del bando perdedor. Y entonces le han cargado a Rosas muchas culpas que eran culpas más generalizadas. Rosas -por ejemplo- no fue el único violento de su época, Paz, Lavalle y Urquiza también fueron violentos. En cuanto a Roca, fíjese, algo que caracteriza a nuestro Instituto es que hay diferentes posiciones; lo que me parece muy bien, y en relación a Roca hay un debate interno -como usted dice- y hay quienes quieren tirar abajo los monumentos de Roca. Yo reivindico de Roca la decisión de ocupar la Patagonia, fue una decisión geopolítica absolutamente necesaria, porque sino la hubiéramos perdido, la hubiera ocupado Chile, o Inglaterra. Inclusive Francia, que nos solemos reír del supuesto rey de la Patagonia; pero en un momento determinado estuvo en la costa esperando el desembarco de las tropas francesas, que le había prometido el Rey Luis Felipe. Y por supuesto Chile, Roca aprovecha el momento en que Chile estaba ocupado en la guerra del Pacífico, o sea que no podía abrir dos frentes. Se puede criticar la forma en que lo hizo, y se puede criticar lo que hicieron con las tierras. Pero a mí me parece interesante de Roca, por ejemplo, el haber vuelto a nuestro país más laico de lo que era; y hacer que uno se casara ante el Estado y se bautizara ante el Estado, evadiendo el absoluto control de la Iglesia sobre la vida civil argentina. La ley 1420, obligatoria y gratuita -que se le suele adjudicar a Sarmiento, porque acá le adjudicamos a Sarmiento todo lo que tiene que ver con la educación- es del gobierno de Roca. Roca es uno de esos típicos personajes de nuestra historia con perfiles muy definidos, usted lo puede amar u odiar. De alguna manera, hay que tratar de entender la época, no se puede juzgar a los personajes históricos desde la actualidad, hay que ubicarse en la época.Poniéndonos en la época. ¿Cómo define Usted el aporte de las luchas de Andresito y sus guaraníes, con el artiguismo, que le cerraron el camino a la
expansión brasileña en esta región?Andresito es un personaje absolutamente impropio. Cuando hablamos de historia oficial decimos que la historia oficial ya fue, es la historia que escribió Mitre. No, no fue nada, la misma base ideológica de la historia oficial es la que llega hoy, pero con otro nombre, con incorporaciones tecnológicas, por ejemplo, o con nombres mucho mas bonitos como “historia social”. ¡Pero es el mismo perro con otro collar! Por eso para la historia consagrada un personaje como Andresito es totalmente indigesto. No sólo porque fue un jefe popular y la historia consagrada aborrece a los jefes populares, siempre les ha dado un muy mal papel en la historia, sino porque Andresito no es un general blanco, no es un general nombrado por la autoridad porteña. Es un general indígena, que surge de la misma entraña de la tierra, de la decisión de los otro guaraníes, que lo ven como su jefe. Y eso no es algo que a la historia consagrada le parezca bien. Hay actitudes muy racistas en la historia oficial. La guerra de Andresito contra la invasión portuguesa es una página de un heroísmo extraordinario, porque combatía contra tropas muy formadas; inclusive, ya habían terminado las guerras napoleónicas, y habían venido a América, los jefes, los oficiales -y el armamento- que ya no se usaba en Europa. Y sin embargo Andresito y los suyos prácticamente sin armamento, solamente con astucia y con coraje, los mantuvieron a raya durante mucho tiempo. Y piense usted que Artigas sostenía tres guerras al mismo tiempo; la guerra contra Portugal y Brasil; la guerra contra España, que quería recuperar sus colonias; y la guerra contra Buenos Aires, porque la oligarquía rioplatense -tanto la de Buenos Aires como la de Montevideo- se quería deshacer de este hombre que tenía proyectos muy antagónicos a los proyectos oligárquicos de los “decentes” -como se auto llamaban- de Buenos Aires y Montevideo. Artigas en clave actualizada Artigas fue un hombre del americanismo, fue un hombre de la patria grande, digamos. Se ve en todos los intentos que hace, por ejemplo, para convencer a Gaspar Francia de que incorpore a Paraguay a la lucha independentista americana, y es una cosa que Francia -el dictador paraguayo- no hace y esa es una de las razones por las cuales el Paraguay luego es destruido en la guerra de la Triple Alianza. Actualmente hay un momento de mucha aproximación, mucha proximidad, entre los países americanos, y eso es parte de una política exterior de nuestro gobierno que indudablemente es celebrable. Aunque hace poco hemos visto que tampoco es tan fácil cuando se tocan ciertos puntos, como fue la dificultad o imposibilidad de que en la reunión de Cartagena se expresara la solidaridad de América latina con la reivindicación de Malvinas, porque se opuso Estados Unidos y se opuso Canadá. Es algo que uno tiene que cuidarse de no expresarlo en forma voluntarista y comprender que es un proceso de mucha dificultad; porque hay quienes están decididos a sabotear esa unión. Por algo fuimos despedazados, Argentina se partió en cuatro países, fuimos balcanizados por un proyecto imperial del Foreing Office. Pero hay que seguir insistiendo en esa línea.
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