CAMPO GRANDE (Sergio Alvez y Juan Carlos Marchak, enviados especiales). Un total de 43 niños y adolescentes en edad escolar -de entre 5 y 16 años- pertenecientes a la comunidad mbya Koenjú, no están incluidos dentro de la educación pública. Cincuenta y nueve personas de esta aldea no tienen documentos de identidad. La comunidad no cuenta con título de propiedad por las tierras ancestrales que habita, hoy en manos de una empresa. Entre sus 156 habitantes -de acuerdo a un censo que la propia comunidad realizó y entregó a la Dirección de Asuntos Guaraníes- hay personas enfermas que no reciben la atención correspondiente ni en la propia aldea ni en los centros de salud de la zona, según denuncian por situaciones discriminatorias, al igual que las madres que acuden con sus hijos. De acuerdo al cacique y a la exposición de varias madres, existirían al menos tres niños en situación de bajo peso con posible grado de desnutrición. La pobreza y la falta de posibilidades para acceder a la alimentación básica castigan a la aldea, que llegó hasta este lugar tras disgregarse de la comunidad Tavy Poty, por conflictos internos con el cacique de esa comunidad. Múltiples pedidos han sido elevados por el cacique Morínigo a la Dirección de Asuntos Guaraníes -dependiente del Ministerio de Derechos Humanos de Misiones- en pos de lograr asistencia estatal y cumplimiento de las leyes vigentes para descomprimir la compleja situación por la que atraviesa esta comunidad. Pero nunca hubo respuesta. Esta semana PRIMERA EDICIÓN arribó a la comunidad y la recorrió junto al cacique, para conocer desde adentro un drama que clama por una solución urgente. “Pedimos condiciones dignas y poder trabajar”Hace un año, las 156 personas – distribuidas en unas cuarenta familias- que hoy viven en Koenjú pertenecían a la comunidad de Tavy Poty (Jardín América), hasta que las diferencias con el cacique de dicha aldea, al que acusan de malversación de fondos y maltratos, llevaron al éxodo a este grupo que eligió como su nuevo cacique a Néstor Silvio Morínigo, uno de los caciques -no reconocidos por la burocrática Dirección de Asuntos Guaraníes- más jóvenes de toda la provincia. Con 36 años de edad, Morínigo se encargó desde un principio de gestionar en Posadas condiciones dignas para la comunidad. “En estas tierras vivieron históricamente nuestros ancestros. Pero hoy el monte ya no es el mismo. El agua no es la misma y no se puede vivir de la misma forma que antes. Hoy dependemos de otras cosas. Por eso hicimos nuestro propio censo, lo presentamos en la Dirección y pedimos que se nos brinde la ayuda necesaria” cuenta el cacique. Dentro de esas demandas, afirma que planteó “asistencia médica, educación, acceso al agua, herramientas para poder trabajar y cultivar, alimentos, documentación y acceder al relevamiento territorial para poder demandar el título de propiedad”. Ninguno de estos pedidos fueron atendidos hasta el momento. Así las cosas, las familias viven en casillas de madera y barro en algunos casos, de manera precaria, sin las chapas en el techo con la que el Gobierno asiste a otras comunidades cuyos caciques se muestran obedientes al Gobierno provincial. “El agua de las vertientes no es buena porque es zona de forestación. Ese es uno de los problemas” indica Morínigo. En cuanto a los medios de subsistencia, éstos dependen de los cultivos anuales que puedan llegar a cosechar, y de la venta de artesanías, aunque ambas actividades presentan sus limitaciones. “Se cultiva poco porque no hay herramientas. Es muy poco lo que pudimos traer, casi no hay machetes por ejemplo ni azadas, entonces se hace lo que se puede. Además llegamos hace un año y todavía no pudimos plantar todo lo que necesitamos. Y con el tema de las artesanías, se hace difícil porque en la zona casi no hay ventas, y tenemos que ir a Posadas, y quedarnos días viviendo en la calle porque ni siquiera albergue nos dan” refleja el cacique. En muchos casos, la falta de documentación impide la posibilidad de trabajar fuera de la aldea. Cuenta el paisano Andrés Benitez (28), padre de cuatro niños, “siempre trabajé en la tarefa, pero ahora como no tengo documentos por los controles no me llevan más, entonces es difícil conseguir trabajo”. Una de las artesanas aporta que “la última vez nos pasamos dos semanas haciendo las artesanías y fuimos a Posadas a vender, pasamos hambre, y tuvimos que dormir en la terminal, y se vendió poco”. Excluidos totalmente de la educación Son 43 los chicos de la aldea que deberían estar asistiendo y no lo hacen por falta de recursos, por la distancia a las escuelas más próximas y por limitaciones burocráticas que deberían solucionarse del mismo modo que se solucionaron en otras comunidades: con una escuela o un aula en la propia aldea. “Es uno de los temas que más nos preocupan, que ninguno de nuestros niños va a la escuela porque se nos hace imposible. Por eso pedimos que el Gobierno pueda resolver esta situación, nosotros estamos lejos de las escuelas, pero necesitamos que nuestros chicos estudien, es un derecho. Pero con ese tema tampoco no tuvimos respuesta” explicó el cacique. Sin acceso a la salud públicaEl aspecto sanitario también encuentra a los integrantes de la comunidad seriamente marginados. La cuestión es compleja y va desde la ausencia de los programas especiales de la salud pública a situaciones discriminatorias que termina excluyéndolos de la atención en los centros sanitarios de la zona. “Yo me presenté en los hospitales para pedir que nos atiendan, pero no se está cumpliendo. Hay veces que las mujeres van con sus hijos y no les quieren atender porque les dicen que como no llevaron a sus hijos a control durante el embarazado ahora no les pueden atender. Tampoco hay entrega de leche, a las embarazadas no se las asiste como se debe. Y hasta ahora estamos acá hace un año y vino sólo una vez un promotor de salud. No tenemos agente sanitario dentro de la comunidad, y en los hospitales a veces el trato es malo cuando el paisano no habla castellano, no le tienen paciencia, todavía hay mucha discriminación”, denuncia el cacique.
Discussion about this post