A nadie le agrada ser criticado. Pero debemos saber que la crítica aparece cuando hay ira y frustración en la vida de alguien. Si esa persona no sana su herida interna, muy probablemente por aquello que no logró y no puede celebrar en los demás, quedará anclada a la envidia y el juicio de los demás.
Si un ser humano critica a otro, tal acción hablará más de esa persona que de quien recibe la crítica. Pues dejará al descubierto que tiene un problema emocional que no ha podido (o querido) resolver. Por eso, jamás deberíamos permitir que las críticas nos detengan, al punto de dejarnos fuera de combate.
Y antes de continuar, es necesario aclarar la diferencia entre criticar y corregir. Todo lo que uno hace es criticable pero la crítica no sirve en absoluto. ¿Por qué? Porque hiere profundamente (en algunos casos más que otros) la estima de la persona criticada. Deja una cicatriz invisible que puede tardar años en sanar, sobre todo cuando la crítica se recibe en la infancia de manera sistemática.
Lo que sí resulta útil, a cualquier edad, es la corrección. Corregir a alguien surge del deseo sincero de ayudarlo a mejorar, a superarse, a lograr la excelencia. Mucha gente se excusa diciendo que realiza “una crítica constructiva”.
Pero tal cosa no existe porque jamás se puede construir nada criticando. Hay crítica y destrucción, o hay construcción.
Acciones como el chisme y la difamación, que incluyen crítica, solo tienen la intención de lastimar a alguien y, en los casos más graves, sacarlo de escena. La crítica busca detenernos y llenarnos de miedo. Para comprobar si ha logrado su objetivo, aquel que critica observará la reacción del criticado y, si esta es negativa, sentirá que tiene poder sobre esa persona.
Entonces, ¿cómo deberíamos reaccionar frente a la crítica? Comparto tres ideas prácticas:
a. Colocar la crítica “en contexto”
Esto significa preguntarnos: “¿Quién realiza esta crítica?”. Por ejemplo, si un abogado te dice que estás comiendo mal podrías considerar su comentario, pero en ese contexto no lo tomarás tan en cuenta como si eso mismo te lo dijera un nutricionista. En otras palabras, como se dice comúnmente, hay que “tomarlo como de quien viene” y no permitir que nos afecte.
b. Trascender los malos modos
La mayoría de la gente se enfoca en lo externo, en vez de observar el contenido. Aun cuando lo que te digan sea una crítica mal intencionada siempre podés fijarte si te aporta algo para crecer y mejorar. El peor comentario puede dejarnos una enseñanza.
c. Ignorar las agresiones encubiertas
Nunca hay que prestarle atención a una crítica surgida de la frustración y el enojo de alguien. En realidad, se trata de una agresión encubierta que es el resultado de lo que el otro está sintiendo y no puede aceptar. Jamás deberíamos reaccionar frente a una agresión, pues solo empeoraría la situación.
La persona que critica a otros, en el fondo, no es capaz de realizar una evaluación de sí misma llamada autocrítica.
Esta nos ayuda a transformar nuestros errores en crecimiento pero la falta de ella en nuestra vida nos conduce a convertirnos en jueces implacables de los demás.
Colabora
Bernardo Stamateas
Doctor en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.