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El ingeniero agrónomo, Javier Souza Casadinho, quien integra el Movimiento Agroecológico de América Latina y El Caribe (MAELA), brindó una serie de charlas en Misiones sobre el Impacto de los Cultivos Transgénicos y Plaguicidas, en la Salud y el Ambiente.
En este contexto, el experto reveló a PRIMERA EDICIÓN que “se detectaron casos de uso de plaguicidas altamente peligrosos en la provincia”.
Asimismo, realizó una lista de “insecticidas que se evaporan muy rápido por el viento, se acumulan y generan enfermedades en el sistema endocrino”. “Queremos encontrar soluciones entre todos, los consumidores, productores, las empresas, el Estado y sus instituciones”, señaló.
El investigador de la Facultad de Agronomía, de la Universidad de Buenos Aires, contó que desde hace 30 años trabaja en un método para estudiar producciones y hacer diagnósticos sobre el uso de agroquímicos en las distintas producciones. En la provincia, estos estudios tuvieron lugar en chacras de Caraguatay, Eldorado y Montecarlo.
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¿Detectaron el uso de plaguicidas peligrosos en las chacras de Misiones?
En la provincia hay muchos casos. A través de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas en América Latina (RAPAL) hicimos una lista de los plaguicidas extremadamente peligrosos. Si bien todos son peligrosos, hay algunos que lo son en extremo. Son aquellos pesticidas que se evaporan más rápido, o se trasladan por el viento y generan enfermedades endocrinas. Hay una lista muy grande, por ejemplo, el glifosato, el imidacloprid que se utiliza mucho en las chacras y de manera doméstica en mascotas. Detectamos aquí en Misiones, también, el uso del fipronil que es un plaguicida altamente tóxico. Además, la utilización de acefato y clorpirifos que son insecticidas muy tóxicos; el herbicida Paraquat que en muchos lugares del mundo está prohibido, sin embargo en la provincia se está usando en cultivos de yerba y tabaco. Son todos plaguicidas que, por sus características y sus efectos a la salud, no deberían ser utilizados. A todos estos le sumamos el sulfluramida. que se emplea como cebo tóxico para combatir las hormigas. Actualmente, este compuesto está en discusión en el mundo, y hay convenios internacionales, como el de Estocolmo, que evalúan incluirlo al listado de sustancias tóxicas prohibidas. Esto generará polémica, no sólo en nuestro país, sino en todos aquellos donde se utiliza este producto.
¿Qué alternativas proponen?
Nosotros proponemos alternativas que se denominan agroecológicas. No se trata de cambiar un plaguicida por otro, sino de utilizar otras estrategias basadas en el conocimiento. Como por ejemplo, en el caso de las plantas silvestres o malezas, proponemos una relación que se llama nicho específico para combatirlas. Trabajamos mucho con los métodos de labranza, porque muchas veces se dispersan las semillas de malezas durante este proceso; de igual manera con las distancias de siembras entre plantas, con las hembras asociadas, y fundamentalmente incentivamos el uso de abonos verdes y cultivos de cobertura. Para los insectos y hongos empleamos una teoría denominada trofobiosis, la cual establece que aquellas plantas que son bien alimentadas, son menos atacadas por insectos. En este sentido, no solamente tratamos de que las plantas tengan nitrógeno y fósforo, sino que todos los nutrientes mediante el abono de los suelos. Esto, a su vez, favorece a la diversidad biológica, es decir, mediante esta técnica se crean sitios donde crecen insectos predadores y parásitos que, muchas veces, se comen o parasitan a los insectos que atacan a la planta. Hay muchas tecnologías, pero también mucho desconocimiento. La agroecología propone que se hagan cosas que tengan que ver con la planificación, una mayor diversidad biológica y la nutrición de las plantas.
Hay sectores que consideran a los pesticidas como imprescindibles ¿qué les diría a estos?
La estrategia fundamentalmente para todos aquellos que dicen que no se puede prescindir de los agroquímicos, es saber que se pueden hacer cosas que tienen que ver con tecnologías del conocimiento, la diversidad biológica y la nutrición de los suelos. Esto se puede implementar en pequeñas y grandes escalas, desde una huerta familiar hasta en establecimientos de más de 300 hectáreas. Hay casos en los que ya se están haciendo producciones de cereales, árboles, y animales sin ningún tipo de plaguicida.
¿Y por qué son la principal opción?
Muchas veces cuando nos preguntan qué hacer frente a los insectos o hongos, hacemos una analogía muy clara con nuestra salud. Cuando nos enfermamos, buscamos alimentarnos bien, dormir, y cuidarnos, es decir, implementamos muchas cosas para sentirnos bien antes de tomar un remedio. Entonces, con la agricultura pasa lo mismo. Desde hace 70 años está la idea de que es imposible vivir sin plaguicidas. Esta es la principal traba mental para otras posibilidades. Creo que debemos acercarles las técnicas y las tecnologías a los productores, así como los conocimientos para que tengan una alternativa. Muchas veces las empresas los presionan para que hagan uso de los plaguicidas. Lo mismo ocurre con los consumidores; cuando eligen la fruta o verdura más grande y menos machucada, están incentivando el uso de pesticidas.
Teniendo en cuenta de estas nuevas leyes que se debaten para regular el uso de agroquímicos en la provincia ¿qué cuestión no se debería dejar de considerar?
Yo discrepo mucho en el tema de las buenas prácticas porque se ven como la única alternativa, pero si bien estas permiten que quien aplica los plaguicidas no se exponga tanto, después igual los tóxicos se filtran en el agua, quedan años en el suelo, se esparcen por el aire, o se depositan en las cadenas alimentarias.
Con las buenas prácticas no estamos discutiendo los plaguicidas extremadamente tóxicos que están prohibidos en otros países. Para mi las buenas prácticas no ponen en discusión el tema de si son necesarios o no los plaguicidas, y qué hacemos con aquellos extremadamente peligrosos. La discusión con las buenas prácticas debería plantear qué son, y si realmente se pueden llevar a cabo.