En notas anteriores habíamos recordado estas palabras del Dr. Hugo Ardiles: “Practicar yoga ya de por sí es un camino en la búsqueda de la felicidad”. Ciertamente, todos coincidimos en la gran necesidad de paz, bienestar y felicidad que se experimenta en nuestros días. Por eso hoy citaremos al maestro argentino Pablo Barboza, para quien el yoga verdaderamente produce felicidad y más aún, es felicidad, “porque este arte profundo y sutil genera en nosotros un especial estado de apertura, de predisposición” que atrae bienestar. Esto hace que nuestro mundo coopere para que estemos aún mejor, en un cambio de frecuencia que nos hace sentir más livianos, más ligeros, más sutiles, con una vibración positiva y benéfica para irradiar amor al entorno, lo que a su vez nos devuelve “una sensación de felicidad, de armonía, de plenitud… Sólo cuando sucede este cambio de frecuencia podemos vivenciar ese especial estado yóguico que es satchitananda”, que quiere decir bienaventuranza y que nos permite despertar a toda la belleza que no podíamos apreciar desde el habitual estado de letargo y enajenación en que vivimos.
“Yoga obra como un despertador que nos llama, que nos dice: la vida es ahora, es para que la vivamos, la disfrutemos, con un sentimiento de gratitud, de humildad. Yoga nos dice: ¿por qué no ser felices? ¿Por qué no valorar todo lo que nos rodea en este mundo maravilloso? Todo lo que nos rodea se torna mejor con esta práctica; es como si al practicar embelleciéramos a su vez todo lo que nos rodea. Yoga nos permite ir más allá de lo que nos ata, de lo que nos detiene, buscando la plenitud, la totalidad; nos permite sentir unión interior y armonía con todo lo que existe.”
El maestro Barboza considera importante destacar que unos pocos ejercicios diarios de yoga generan felicidad y dicha, felicidad que surge desde lo más profundo de nuestro ser, desde adentro hacia fuera, irradiada para compartir con todos los que nos rodean. Y si bien aconseja la práctica asidua bajo guía experta, nos regala la posibilidad de una sencilla pero maravillosa experiencia.
Veamos: “Despertando a la felicidad. Esta práctica actúa directamente sobre la llamada glándula de la felicidad (en el centro del pecho, detrás del hueso donde la gente toca cuando dice ‘yo’, hay una pequeña glándula llamada Timo. Su nombre en griego, ‘Thýmos’, significa energía vital). Usted se sienta cómodamente, serenamente, pone la palma de una mano sobre el centro de su pecho y dirige su energía hacia esa zona; entonces su pecho se entibia y se enciende de luz blanca que se irradia.
Verdaderamente usted puede conectarse con esa luz blanca y radiante, puede conectarse con un sentimiento de bienestar. Entonces respire profundo, inhale felicidad, exhale la tristeza, la melancolía, los malos sentimientos; inhale plenitud, exhale la depresión. Siga visualizando unos minutos esa luz blanca en su pecho y siéntase muy bien”.
Otros maestros también nos aconsejan experiencias similares, breves y oportunas para cuando nos sentimos “bajoneados” o cansados en medio de nuestras actividades, porque a pesar de saber que la respiración está a nuestro servicio, no nos acordamos que hay técnicas tan simples como ésta: sentados, espalda recta, manos sobre las piernas con palmas hacia arriba, tomar conciencia de la respiración y exhalar con un largo siseo, primero por la boca (sssss…). A medida que respiramos se va volviendo más interior, suave y silencioso, como el de un leve suspiro ya con la boca cerrada, y sentimos cómo las inhalaciones van llenando el vacío producido. Cada exhalación se vuelve más larga y cada inhalación más profunda y reconfortante, plena de energía vital, hasta completar nueve ciclos. Así, el cansancio se disipa, la energía se moviliza, la circulación se estimula y regresamos renovados y sonrientes a la actividad habitual. Por eso mismo, no haremos esto antes de dormir, momento en que la respiración suave y la mente en calma deben relajarnos y sumirnos en felices sueños.
Y es que la respiración yóguica es una manifestación de armonía y representa un verdadero gesto de equilibrio. Pero de equilibrio hablaremos en otra oportunidad. Ahora, finalizando la hora de yoga, en la completud del presente, nos arrulla el ritmo sereno, profundo y feliz de la respiración. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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