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La Justicia española rechazó imputar por el delito de maltrato a la misionera María Alejandra Benítez (32), madre de Naiara Briones (8), la niña también misionera que murió tras recibir una feroz sesión de torturas por parte de su “tiastro”, hermano de quien en ese momento era pareja de la argentina, en el noreste de España.
La resolución fue adoptada por el Juzgado de Instrucción 1 de Jaca, que entiende en la causa, tras un pedido del chileno Manuel Briones, quien se constituyó en querellante y había solicitado que recayera la mencionada acusación sobre su expareja, según informaron medios digitales en las últimas horas.
Al parecer, el pedido de imputación del progenitor de la niña se basó en un único antecedente de violencia que consta en el expediente, que haría referencia a una agresión provocada por el autor confeso del crimen, Iván Pardo Pena (34), frente a Benítez.
“La Justicia argumenta que el único maltrato del que consta que fue consciente la madre fue un bofetón a la niña propinado por el asesino confeso, y reaccionó airadamente ante él advirtiéndole que no se repitiera”, informó en su edición de ayer el diario “El Periódico de Aragón”, al respecto.
Así las cosas, la Justicia española entendió que no hay indicios para llevar a juicio a la madre de Naiara, en virtud de que no consta en el expediente que la misionera supiera del maltrato al que era sometida la pequeña en manos de la familia de su pareja al momento de los hechos.
De esa manera, la línea investigativa trazada por las autoridades del caso continúa centrada en Pardo Pena, autor confeso del hecho, quien llegará a juicio oral y público por el delito de “homicidio”, mientras que su hermano, padrastro de Naiara, y la madre de ambos -la “abuelastra” de la víctima, por así decirlo- deberán responder en esa misma instancia por “maltrato habitual”.
Hasta tal punto recaen las sospechas sobre la mujer y el padrastro por ese último delito que, meses atrás, la propia Justicia ordenó que las dos “sobrinas” de Naiara sean “rescatadas” de la casa de su abuela, a quien le quitaron la tenencia debido a escenas de maltrato.
Tal como PRIMERA EDICIÓN informó el miércoles 11 de julio pasado, la última novedad que se registró en el caso guardó relación con el traslado de Pardo Pena de prisión, el tercero en lo que va del proceso, debido a las amenazas que recibe constantemente de otros presos.
En julio pasado, el acusado abandonó la cárcel de Álava y terminó recluido en la de Dueñas, a 432 kilómetros de Sabiñanigo, donde fue perpetrado el crimen.
La noticia que recorrió el mundo
El drama para Naiara -nacida en Posadas y quien viajó junto a su madre, Benítez, oriunda de Candelaria, a vivir a España por cuestiones laborales, se inició el jueves 6 de julio de 2017 por la noche.
Según el expediente, Pardo entró en la cocina donde estaba Naiara para comprobar si había copiado veinte hojas de la lección que le habían dado el día anterior, obligándola a estar toda la noche de rodillas con piedras debajo, y cuando la pequeña le dijo que no, le empezó a propinar golpes y a aplicarle descargas con una raqueta eléctrica.
Tras desmayarse por las brutales agresiones, la metió en la bañera, pero la niña no dejó de sangrar, por lo que mandó a sus dos sobrinas que la limpiaran y recogieran todos los restos de las torturas, que fueron hallados en la basura por la Guardia Civil.
El informe de los forenses reveló múltiples hematomas y un traumatismo craneoencefálico que fue el desencadenante de la muerte, después de 30 horas de agonía, en el hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Benítez tomó conocimiento del caso en una localidad distante a poco más de 100 kilómetros de donde todo ocurrió. Sucede que allí había conseguido trabajo y, por ello, dejó al cuidado de su suegra y de su cuñado a la niña.
“Jamás fue maltratada en casa. Vivía feliz con su familia. Creo que hubo un momento en que mi cuñado perdió la cabeza, y Naiara estaba entonces en el sitio equivocado”, explicó la mujer al brindar su primera entrevista ante distintos medios internacionales que se hicieron eco de la noticia.
Benítez también reveló las agresiones que la niña sufría en la escuela. “La llamaban negra, piojosa o mora, y le impedían ir al baño”, sostuvo. Justamente por esa razón, se supone, es que la pequeña se negaba a asistir a clases.