Nacido en Formosa, admite que tiene “cierto equilibrio” en la protección de las especies porque “mi papá -Modesto- era cazador y yo lo supe acompañar varias veces. Siempre que podía ir con él lo hacía porque era un apasionado del campo, era un curioso de la fauna, de la flora, todo me interesaba”. Y cree que mucho pasa por eso. “Es un poco de curiosidad y el trabajo de campo que uno hace porque una persona puede dar la vuelta al mundo durante cinco veces, pero si no le interesa, no observa, no va a aprender”, agregó.
Estudió taxidermia en Buenos Aires y luego efectuó variados cursos para ser técnico herpetólogo. Desembarcó en Misiones y al poco tiempo comenzó a desempeñar tareas en el Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya. En ese afán de crecer, en la época de monseñor Jorge Kemerer se creó el Museo de Ciencias Naturales, que era el único lugar donde Martínez asegura, podía trabajar como taxidermista. “De ahí en más todo era progresar, hacer cursos, agrandar el museo, se creó el serpentario y empecé a tener animales vivos”.
Mediante un convenio entre el Montoya y el Ministerio de Salud Pública, y de este organismo con el Instituto Malbrán, durante 28 años hizo la extracción de veneno para la fabricación de suero antiofídico, que se enviaba cristalizado. Pero cuando se empezaron a privatizar las industrias, “durante la presidencia de Carlos Menem, también entró la parte de elaboración de suero, entonces empezaron a elaborarlo en los institutos privados”.
Recordó que si bien estaba a cargo del serpentario “mi relación con la taxidermia me involucraba con todo lo que sea animales. En ese trayecto colaboraba mucho con el Ministerio de Ecología, interesándome en la fauna en general”. Con ellos iba a realizar trabajos de relevamiento, por ejemplo, en la zona del lago Urugua-í.
“En esa época acompañaba las acciones que tenían que ver con la fauna. Estuve involucrado con ellos y mediante eso conocí mucho, aprendí mucho, hice cursos. Incluso tengo impresos boletines sobre especies en peligro en la provincia”. Después de muchos años “comenzamos a enseñar taxidermia a los alumnos de biología del Montoya y empezamos a salir a los colegios, una actividad que se hacía a pulmón y a pedal porque siempre lo hice con mi vehículo, y era un poco por interés particular”.
Todos los años era un clásico recordar el Día del Animal junto a los chicos con exposiciones. Entiende que después de muchos años “la sociedad cambió respecto a cómo proteger. Hay una forma exagerada de querer proteger y a veces son muy críticos. La gente opina mucho sin conocimiento. Eso hace que el que está haciendo algo sienta a veces la crítica que no construye y molesta mucho”, confió.
Lo lógico es que cuando hay críticas “uno tiene que rever situaciones, no tiene que ser testarudo, sino ver los cambios. Por ejemplo, existe mucho rechazo a las aves en cautiverio, lo mismo que los monos. A veces la gente sin conocimiento quiere que se libere todo o quiere salvar todo” pero muchas veces las situaciones son sumamente complicadas y deben resolverse en otros estamentos.
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Voluntarios en acción
Hace dos años creó la Asociación Yarará en Acción que agrupa a unos cuarenta miembros, cuya finalidad es la conservación de las especies, en lo posible de las que están más necesitadas.
“Tenemos que trabajar en conjunto con el Ministerio de Ecología, poder hacer exposiciones, rescatar animales, atenderlos -tenemos cuatro veterinarios que colaboran con nosotros- y volver a liberarlos. Hoy vemos muchas asociaciones que se dedican a los perros, pero creo que es el animal que menos necesidad de atención y protección tiene, pero para muchos el perro y el gato son los únicos. Nosotros queremos hacer ver a la gente que muchos de los animales que se tildan de alimañas, como la comadreja, el lagarto, no lo son. La idea es enseñarles de quién tienen que protegerse y a quién se puede proteger”, alegó.
“Hoy pedir a un campesino que vive en los esteros que no coma un carpincho o un tatú o que no mate una víbora, es imposible. Pero si no logramos cambios en una generación más, en dos generaciones van a desaparecer”, lamentó.
Sostuvo que gracias a las redes sociales “uno puede dar a conocer las cosas que hace. Se pueden usar bien o mal, pero ayudan, conectan y enseñan. Trabajamos con un sistema de whatsApp donde gracias a la huella que vamos dejando, antes de llamar a Ecología se comunican con nosotros. Es un reconocimiento de la gente porque le damos una respuesta. Por ejemplo, una señora encontró un pichón de paloma en Villa Cabello y llamó para decir tengo un pájaro, no sé qué es ni qué darle de comer. Le pedimos que pase una foto y le contestamos cómo proceder. Si tenemos tiempo, vamos a buscar y nos hacemos cargo. Quisiéramos salvar a todas las especies que están en peligro. A veces es difícil pero la actitud de la persona que llama es una buena acción”.
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Sueño cumplido
El sueño de Martínez era conocer África y pudo concretarlo. “Pensé que iba a ir una sola vez pero tuve la suerte de poder viajar en dos ocasiones. Es que además de caro es complicado por la altura, las montañas, tiene mucha caminata, pero para mí es la maravilla”, dijo. Estuvo en el Parque Kruber, Sudáfrica, Kenia y Tanzania, y ahora planifica el tercer viaje para llegar hasta el Congo y ver a los gorilas. En el último viaje pudo apreciar la inmigración de los ñú que junto a las cebras y las gacelas hacen 600 kilómetros y pasan tres ríos, y en ese trayecto son devorados por los cocodrilos. “Dormimos en carpas y escuchar cómo afuera grita la hiena es una cosa impagable”, agregó quien, acompañado por su esposa Marina -profesora de Biología-, ya pasó por las Islas Galápagos, el Amazonas, El Pantanal de Paraguay y Brasil, y Bonito, un centro de ecoturismo del estado de Mato Grosso del Sur, también en Brasil, entre otros.
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Buena causa
Dentro de la Asociación elaboraron un proyecto de cría de tortugas de tierra después de recolectar a las que pisa el auto o que muerden los perros, y entre las crías que nacieron hace dos años ya suman treinta ejemplares.
Reconoció que si bien existe una campaña que se denomina “No al mascotismo”, la tortuga es un animal que “todo el mundo tiene y todo el mundo quiere tener”, y para eso se extraen ejemplares chicos y grandes de los lugares naturales y como “hay muy poco control va a desaparecer porque ya se encuentra en peligro de extinción”.
Martínez cree que “la única forma de mantener esa especie es armando criaderos. Sería importante poder, si es que se autoriza, habilitar un criadero para que la gente pueda acceder a una tortuga de cautiverio y que pueda tenerla legalmente, con papeles. Hacer una reproducción en cautiverio para proteger a las que están en libertad. Es un animalito muy dócil que a la gente le atrapa, le gusta. Y de esta manera, mientras haya compradores se va a seguir sacando de la naturaleza hasta que desaparezca”.Rememoró que con la chinchilla pasó algo similar. “En una época estaban en libertad y de tanto que se extraía para fabricar tapados de piel, desapareció de su ambiente natural. Hoy en día no existe más en libertad. Y los que estaban en los criaderos, a raíz de la campaña que se hizo con el no a los tapados de piel, también se van a terminar y van a desaparecer. El hombre es muy materialista, no va a criar ni a fomentar nada que no le sea rentable”.
Idas y venidas
Para Martínez, Facebook y Whatsapp “son como la cajita de pandora porque no sé con qué me voy a encontrar a la mañana. Qué es lo que va a aparecer de novedoso. Las redes sociales simplificaron mucho, son una herramienta muy útil”.
A su entender, “este cambio o esta onda nueva de querer proteger es buena. A veces me da bronca y quiero dejar todo pero después volvemos a arrancar y seguimos, acotó el titular de la asociación que en breve será declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados, y que, esperan, redunde en beneficios para poder salvar a todas las especies que se encuentran en peligro de extinción.
Indicó que asesoran a la gente “que tenga bien a los animales” y que “lo que menos queremos es pelearnos con nadie. Rescatamos muchos animales exóticos, erizos, serpientes. Muchas veces preferimos no involucrarnos en algunas situaciones complicadas y tratamos de hacer lo que está a nuestro alcance y de la mejor manera posible”.
“Nos falta equilibrio. Cuando seamos un poco más inteligentes vamos a empezar a proteger a las especies que necesitan protección”, concluyó Martínez quien junto a Demetrio Isfrán, integrante de la Asociación, nota “el cariño y el reconocimiento de la gente” después de concluir la mayoría de los actos de salvataje.
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Insólito
Al referirse a los rescates más insólitos, contó que “lo más raro” fue el de un puma en el aeropuerto de Posadas, hace unos cinco años. Denunció que están apareciendo “muchas aves raras”, aparentemente por la migración y que durante las tormentas o los fuertes vientos caen en los patios, generalmente por la noche.
Rescataron numerosas serpientes enormes que “van camino a desaparecer dentro de poco” y que “hay que ver dónde liberar porque si las largamos en cualquier lado se vuelve al mismo problema. En los alrededores de Posadas es muy difícil porque está todo urbanizado”.