Mónica Zucco es una de las pocas mujeres técnico en service y reparación de máquinas de coser y tejer de Misiones. En su taller, de la calle 124 de Posadas, las herramientas y los libros están perfectamente ordenados. Sobre una gran mesa aguardan las diez máquinas que serán revisadas por la profesional.
Por día llega a reparar entre dos y cuatro de ellas y “he llegado a reparar seis en un día”. Cada marca y modelo tienen diferentes repuestos, por eso “uso manuales para identificarlos. Sólo un conjunto puede llegar a tener 35 piezas”.
Mientras inspecciona una de las máquinas, Mónica recuerda: “papá me heredó el oficio de la familia. Y después me heredó el taller con todas las máquinas”.
Se abrió camino en un oficio masculino 20 años atrás cuando su padre, Edgardo Zucco, le dijo: “especializate, te va a servir hija”.
Ella no dudó en seguir ese consejo pero asegura que al principio creyó que no era necesario estudiar la ocupación de su papá, fundador de Maquiser en 1988.
“Él me enseñó todo lo que sabía pero me especialicé por inquietud propia, porque soy curiosa. Aunque en ese momento le dije que no quería saber nada. Pero insistió y me perfeccioné”.
En medio de la entrevista Mónica hace una pausa, mira al cielo y contiene las lágrimas, su padre falleció hace apenas unos meses: “Él sabía que esto me iba a servir en algún momento”.
En 1999, cuando ella tenía 26 años “en respuesta a una búsqueda laboral la vida me llevó a crear mi propio taller de reparación y venta de máquinas de coser y tejer”. Ese año Mónica se casó y con su esposo continuaron el negocio de la familia Zucco.
“Los dos hacíamos las reparaciones, pero yo no era la cara visible, simplemente era el soporte porque me sentía a gusto de esa manera”.
Cuatro años después se divorció y “me puse al frente del taller, sabía lo que tenía que hacer y comencé a trabajar sola. Tal vez, lo único que me costó fue tocar a la puerta de mis clientes y presentarme: ‘soy la técnica’. Pero por lo demás no tuve inconvenientes”. Mónica nunca estuvo sola, durante esos años su hermano (quien también se dedica a lo mismo) y su padre la acompañaron. “Sin ellos todo iba a ser tan difícil”.
Cuenta que en este rubro ser mujer “no fue un problema”. Al contrario, la mayoría de los clientes son mujeres y “se sienten muy cómodas conmigo”.
En cada revisión la especialista desarma, limpia, lubrica y vuelve armar la máquina. “Antes de entregarla doy las instrucciones de manejo con una garantía de seis meses”. En 2008 la vida la sorprendió nuevamente. Esta vez tuvo que hacer una pausa por “un accidente de moto en el cual sufrí múltiples fracturas en la pierna izquierda. Fuí sometida a cinco cirugías y por tres años caminé con ayuda de muletas”. Pero no dejó el taller y “ni bien recuperé mis fuerzas me dije: ‘tenés que levantar el negocio de papá’. Y acá estoy, trabajando. Creo que cuando tocás fondo es cuando hay que tener fe en que todo va a salir bien si te esforzás en ello”.
Escrita por: Susana Breska Sisterna
Correo: [email protected]
Producción Fotográfica: Miguel Ángel Colman