Un reciente informe de la Defensoría de la Tercera Edad porteña, que dirige Eugenio Semino, determinó que los jubilados necesitan 21.127 pesos mensuales para cubrir su canasta básica de subsistencia. Una cifra que, trasladada a nuestra provincia, es mucho mayor en la mayoría de los rubros que se miden dos veces por año.
“De los $21.127, el grueso lo absorben los alimentos ($4.452), medicamentos ($4.129) y gastos de vivienda ($6.234). El resto se reparte entre transporte, recreación ($834), vestimenta y artículos de limpieza”, indicó el informe de Semino.
Más allá de las cifras que desalientan a cualquier persona retirada de la vida económicamente activa, hay un dato que debe llevar a la reflexión del Gobierno y de los legisladores: “El 70% de los jubilados y pensionados no puede cubrir estas necesidades básicas”, aseguró Semino para graficar que 3,5 millones de jubilados percibe el haber mínimo de $8.096 y que a partir de septiembre subirá a $8.637.
Peor aun, el Defensor de la Tercera Edad, con el porcentaje explicitado, determinó que 7 de cada 10 jubilados es pobre y “no llegan a cubrir el 40% del valor total de la Canasta”.
Resulta más que triste y lamentable pensar que durante al menos tres décadas, el jubilado aportó parte de su salario para pensar en un retiro digno. La realidad nos muestra que el haber está muy lejos de asegurarle la tranquilidad y dignidad que se merece para los últimos años de vida.
De sólo analizar que, con el aumento de septiembre, las jubilaciones y prestaciones sociales acumularán un alza interanual del 19,2%, cuando se descuenta que la inflación rondará el 32 o 33%, es suficiente para entender que las medidas decididas desde la Casa Rosada y el Congreso no están a la altura de las circunstancias.