
Soportó durante 14 años la pesadilla impuesta por su padrastro, quien la violó ininterrumpidamente, incluso con la connivencia de su propia madre. Hasta dio a luz dos veces. Por temor, nunca rompió el silencio. Hasta que se enteró que su hermanastra, la propia hija biológica del acusado y menor que ella, comenzaba a transitar el mismo camino.
Se armó de coraje. El miedo se hizo bronca. Y el silencio se transformó en un grito de auxilio. Cuando la llamaron de la escuela para contarle que algo no andaba bien en la conducta de la pequeña, dijo basta. Podría ser el guión de una película, de una serie o de un libro, pero es real y sucedió en Puerto Esperanza.
A poco más de un año de la denuncia, la Justicia ordenó que los dos imputados en la causa vayan a juicio. Se trata del padrastro, señalado por los abusos, pero también de su pareja, es decir, la madre de la denunciante, quien está acusada de prestar connivencia.
Según pudo saber PRIMERA EDICIÓN, todo comenzó a principios de julio del año pasado, cuando desde una escuela de Puerto Esperanza comunicaron a los tutores de una adolescente de doce años que debían presentarse en el establecimiento para una reunión urgente.
La psicóloga y los docentes informaron entonces que habían encontrado rastros de posibles abusos sexuales al analizar la conducta de la pequeña. A la reunión no asistieron los padres de la menor, si no su hermanastra, quien repentinamente, al escuchar ese diagnóstico, se quebró en llanto.
Desde ese momento, toda una historia de terror y ultraje salió a la luz. La joven, por entonces de 25 años, reveló una verdadera pesadilla: su padrastro la violaba desde que tenía once años y, producto de esos abusos, había dado a luz a dos niños que hoy tienen siete y nueve.
El temor de esa víctima, que nunca se había animado a hablar, se transformó en bronca y prevención. Ante los directores de la escuela, juntó coraje y juró que no dejaría que su hermanastra viviera lo mismo que le tocó a ella. Y de la escuela se fue directamente a la comisaría local.
La denuncia
En sede policial, la joven contó en detalle la pesadilla. Dijo que era abusada desde 2003, cuando tenía once años, por su padrastro, un camionero de 41 años que meses antes había comenzado a convivir con su madre, de 42. Indicó que se vio sometida a los designios del acusado al igual que su madre, que incluso habría presenciado los abusos en más de una oportunidad y, como ella, guardado silencio.
La víctima tampoco se animó a romper el silencio cuando cumplió la mayoría de edad. Resolvió irse de la casa, aunque no muy lejos: se instaló en un pequeño inmueble ubicado detrás del mismo predio. Ni siquiera eso frenó al abusador, que continuó con la pesadilla como si nada.
Elevación a juicio oral
En el caso tomó rápida intervención el Juzgado de Instrucción 3 de Puerto Iguazú, al frente del magistrado Martín Brites, secretaría del doctor Gustavo Recalde. Se ordenaron pericias, Cámara Gesell y otras medidas, además de la detención del padrastro y su pareja.
Las pericias genéticas fueron concluyentes. Confirmaron que las dos criaturas que había dado a luz la denunciante tenían como padre al camionero acusado, quien quedó entonces formalmente imputado tanto por las violaciones a la hijastra como por los manoseos a su hija biológica.
“Abuso sexual con acceso carnal agravado por la convivencia, varios hechos; y abuso sexual simple” es la acusación por la que deberá responder ante el Tribunal Penal 1 de Eldorado.
En el banquillo, a su lado, estará la mujer, imputada por ese mismo delito pero en calidad de “partícipe primario”, lo que quiere decir que sin ella esos hechos no se hubieren podido llevar a cabo. Ambos enfrentan una pena de entre 8 y 20 años de cárcel.
“Vengo a denunciarlo por temor a que haga lo mismo con mi hermanastra”, le dijo la joven a la Policía al cerrar su presentación. Esa denuncia no evitó una pesadilla para ella, pero logró que su hermanastra no camine esos mismos pasos y viva el mismo horror.