Allí comenzó el calvario eterno de trámites y burocracia, que no resuelve nada y pareciera que solo busca justificar funcionarios y darle a entender a mi madre que se murió.
Así de cruda es la situación, el Banco Patagonia presume muerta a mi madre y no media ningún tipo de solución al respecto, salvo “mandarme a Anses”…a pesar de mostrarle al gerente de la sucursal la parafernalia de papeles y certificados de “Fe de Vida “, inclusive un video de mi madre cantándome el cumpleaños… pero el equivocado debo ser yo y mi madre debe estar muerta.
En fin, eso no termina así. Tras hacer las consultas pertinentes, me vengo a enterar que Anses paga el Beneficio, hasta tanto haya un certificado de defunción, por lo tanto surge la pregunta: ¿Qué pasó con la jubilación de mi madre?
La respuesta es irracional, pero es lo que hay. El banco se aboga la capacidad de “dictar la presunción de muerte” de un beneficiario. ¿Qué tal? Hasta donde estudié, la presunción de fallecimiento la dicta un juez, pero en la Argentina de estos tiempos, hay Códigos Procesales paralelos y cualquier empleado administrativo tiene poderes inusuales… ¡en fin!
Claro está que mis reclamos continuaron, pero como no podía suceder de otra manera, una batalla se venía. Como el ciudadano de a pie le sobra espalda para luchar contra la inflación, la inseguridad, la falta de empatía y PAMI, tengo que luchar para conseguir un turno de Anses para que me atiendan.
Semejante odisea es pelear contra el sistema, una parodia al estilo de Novela de George Orwell, donde uno discute contra la nada, contra “el poder establecido”, contra un enigma impersonal que decide si la vida de mi madre es prioritaria o no…
Hace dos meses que intento todos los días, solicitar un turno web en Anses para convencerlos de que mi madre, por suerte, todavía vive. Pero no, según el maldito sistema de Internet de Anses: “Se han detectado errores”, por lo que no me pueden atender jamás.
Así son las cosas, para el Banco Patagonia mi madre está muerta y no paga; para el Banco Nación está viva y paga; para Anses, no sabe, no contesta… No se decide quién tiene la razón…
Mientras, mi madre, con Alzheimer, a veces me reconoce; a veces, no; a veces sabe quién es y a veces no.
En fin, ¿dónde estará la empatía con nuestros abuelos?
Mariano D’Angelo
Posadas (Misiones)