En su edición de ayer, PRIMERA EDICIÓN tituló su editorial “Hablan y hacen tormentas” aludiendo a la extraña capacidad que tienen los funcionarios del Gobierno nacional de hablar y complicar el panorama.
Hacer un segundo capítulo del mismo editorial justo el día en que quien nubló del todo el panorama fue el propio presidente Mauricio Macri era casi un pedido a gritos.
Temprano, en los tiempos de Capital Federal, el líder de Cambiemos salió a ponerle el cuerpo a los rumores, a darle legitimidad política a un proyecto económico que se cae a pedazos, a cubrir los baches que a diario dejan sus laderos.
Macri intentó hablarles a los argentinos al decirles que se los estaba cuidando; y a los mercados al manifestarles que el Fondo adelantará financiamiento para cubrir las necesidades de 2019.
Avanzado el discurso quedó claro que el líder del oficialismo buscó dotar de legitimidad institucional la falta de destreza en la política económica.
Pero al fin y al cabo no le habló a ninguno. Porque no se comprende que diga a los argentinos que se los está protegiendo con semejantes índices de inflación, con tarifas del primer mundo y servicios de cuarta. Porque no explica cuál es su plan para desarmar esta misma bomba que recibió y agrandó a niveles siderales.
Y tampoco convenció al mercado que corrió a refugiarse al lugar al que va siempre cuando siente que se le miente: el dólar. Lisa y llanamente blanqueó que el diagnóstico volvió a ser incorrecto y que las cuentas públicas del país no cierran al punto tal que se piden los adelantos del FMI.
La liviandad con la que Cambiemos maneja la caótica economía argentina es preocupante y debería llevar a la reflexión.
Este gran país se merece otra cosa.