A lo largo de su mandato el oficialismo intentó llevar tranquilidad a la sociedad alardeando que si se dejaba a la moneda norteamericana en libre flotación no habría ningún tipo de problemas. Y así lo hizo, la dejó en libertad y en cuestión de meses vio comprometidas todas y cada una de sus chances y las de los argentinos.
Lo mismo había ocurrido con la inflación cuando, en plena campaña, el presidente Mauricio Macri alardeó ante un cámara que resolver el drama de la suba de precios que se profundizó durante el kirchnerismo era “fácil” y que no iba a representar un problema en el futuro. Y así ahí fue. Y dos años y unos cuantos meses después tiene a la inflación como otra de sus principales némesis.
Pareciera ser que cada vez que el Presidente o alguno de los integrantes del ya reducido mejor equipo de los últimos cincuenta años habla con confianza sobre algún componente económico-financiero hay que encender las alarmas.
Justamente estos dos ítems, dólar e inflación, eran de las variables que menos problemas iban a representar para los argentinos. Sin embargo y a la vuelta de lo que va de Cambiemos, tanto dólar como inflación ya subieron más de 115%, dejando entender para quien quiera verlo que mientras uno de los dos suba, el otro seguirá el mismo camino y casi al mismo porcentaje.
Los únicos que parecen no saberlo o, en todo caso, alientan al sistema especulativo, son justamente quienes venían a resolver el desmadre al que habíamos llegado de la mano de la pareja presidencial luego de doce años.
Hablan de soluciones y hacen tormentas. Y en tan solo dos años y pico nos fuimos acostumbrando a recibir malas noticias económicas cargadas de enérgicos mensajes de buena onda y mucha exhortación al optimismo.