Durante seis años, Nicolás Nolberto Alvarenga convivió con su mujer y la pequeña en una vivienda en el Barrio Bernin, en el kilómetro 2 de Eldorado. Pero la relación con su hijastra y su concubina terminó de forma abrupta cuando la niña empezó a transitar su adolescencia.
En una fecha que no pudo ser precisada en la etapa de instrucción de la causa, pero cuando la víctima ya había cumplido los 13 años, ocurrió el primer episodio de abuso. En horas de la noche, mientras la madre se encontraba bañando, el sujeto se dirigió a la cama de la menor donde la sometió a manoseos. Desde esa vez la amenazó para que guardara silencio.
En otra oportunidad, el padrastro y la menor se dirigían en automóvil hacia El Alcázar para ir a buscar a la madre. A medio camino el hombre estiró un brazo para levantarle la remera e intentar bajarle los pantalones. La adolescente se resistió y amagó con tirarse del vehículo, por lo que el depravado desistió del intento.
Como la adolescente estaba amenazada por el individuo acerca de que podía llegar a matar a las dos (“o sino ya sabés lo que les va pasar”), la progenitora sólo pudo enterarse de lo que sucedía cuando lo vio con sus propios ojos, y esa vez fue el 26 de febrero de 2016.
Aquella noche el imputado descansaba en la habitación junto a su pareja y esperó a que ella se durmiera. Se levantó y se dirigió nuevamente a la cama de la menor, donde la tomó de los brazos, le tapó la boca para que no gritara y trató de manosearla.
La mamá escuchó sonidos como de alguien que se estaba ahogando. Abrió los ojos, se incorporó y fue hasta la habitación contigua, donde vio a su hija forcejeando para sacarse de encima a su padrastro. Arrastrándolo logró sacar fuera de la casa a su pareja, quien huyó del lugar. El drama siguió con una denuncia en la Comisaría de la Mujer y la posterior detención del sujeto.