Varios tuvieron la idea de que lo mejor sería la construcción de un puente, pero como se había generado una gran rivalidad comercial entre los pueblos, una gran grieta psicológica los separaba más que la física.
Siempre están los que sacan provecho de la grieta, que pueden vender más caro sus productos, cobrar una tasa tanto de importación o de exportación.
Los paseros, los fabricantes de salvavidas, de canoas y también los que dicen representar sus intereses, que muchas veces para no perder la hegemonía prefieren defender a estos sectores antes que el bienestar general.
Cuando la gente se une, puede peticionar con más fuerza a las autoridades, por lo que a los gobernantes de turno, les convenía no construir un puente. Además mientras los grupos discuten si sería bueno un puente o no, se ponían a juzgar cuál de los pueblos es mejor, el más ético, el más trabajador.
Los representantes sacan ventajas de esto, prometiéndoles mantener sus expectativas altas. Cuando no pueden cumplir con las promesas, solo tienen que decir que tuvieron buena intención.
Los pueblos separados por grietas suelen imaginar un puente y a veces se conforman con solo verlo en la fantasía. Por eso los gobernantes preferían no construirlo porque donde hay un puente la gente puede ir y venir con total libertad, y se pierde el control de quien pasa y quien no; quien es digno de pasar y quien no.
Los romanos lo resumían en una frase, divide y reinarás. Cuando hay una grieta y no hay un puente es porque alguien saca ventaja de llorar a los ahogados.
Pablo Martín Gallero
Puerto Rico (Misiones)